Tendencia hacia la uniformidad
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.




Un nuevo impuesto se le ha sumado a la lista que sobrepasa los 160 entre los nacionales, provinciales y municipales. El impuesto a la riqueza, que como siempre viene para quedarse,  se suma a otro análogo, el de bienes personales, es popular entre muchos votantes. Vimos hace unos días los carteles a favor y escuchamos las arengas de algunos políticos, entre ellos el diputado nacional,  Carlos Kunkel, diciendo que “ la pandemia la deben pagar los ricos” y del Presidente quien lo considera un paso más hacia  “la igualdad·” Estos elevados tipos impositivos distorsionan enormemente  los incentivos económicos para  invertir, trabajar y ahorrar.  En realidad no es una buena medida, el estado recauda este impuesto,  transfiriendo recursos del contribuyente al Estado, introduce una distorsión en la asignación de recursos. . Con semejante carga impositiva, la  producción y productividad van a reducirse,  por lo cual se dejará de satisfacer las necesidades de la gente y,  seremos incapaces de competir con los países capitalistas.
La gente paga todos los impuestos, la carga recae en las personas, los propietarios, los clientes y los trabajadores,  quienes no suelen ser ricos. En Argentina,  el Gobierno tiene una política que tiende a la uniformidad, empobreciendo a todos, interviniendo y alterando el funcionamiento de los mercados, modificando arbitrariamente los premios y castigos, y coartando la libertad de las personas. La consecuencia es que  la distribución es injusta y la corrupción se hace estructural, abarca a toda la sociedad. Avanzan sobre el mercado porque la intervención es una fuente de prebendas para los políticos y la burocracia. Están  acabando con lo que queda de economía capitalista donde una de las condiciones necesarias para crear riqueza es la continua reinversión.
 Las crítica al sistema de economía abierta,, por parte del Gobierno, subleva por su inconsistencia. Hasta Marx y Engels lo reconocían en el Manifiesto Comunista: “ La burguesìa ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho mas grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas…no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción y con èl todo el régimen social” Lástima que a pesar del reconocimiento lo querían cambiar, en vez de mejorar, como también,  lo muestra la política kirchnerista al intentar debilitar a quienes  generan riqueza donde no la hay.
 Los bienes y servicios que disfrutamos a diario,  son producidos por empresas que dan trabajo  pero,  con el sistema impuesto por el Gobierno,  los precios y la producción ya no dependen de la situación del mercado,  sino de los funcionarios, quienes  también intervienen en los costos de las empresa, apenas sacan la cabeza , el gobierno se las guillotina con impuestos distorsivos y controles.. No permite que se enriquezcan ofreciendo bienes y servicios,  sino  ganándose el favor del gobierno, el cual, mediante las oportunidades prebendarías que le ofrece el estado  y sus empresas,  permite que las gocen sus miembros o las ofrece a sus adictos a fin de mantener o conseguir votos. Todos sabemos que las urnas son menos confiables que el incentivo de los beneficios.
Argentina tiene una conducción política y económica que prolonga errores sistemáticos del pasado, es por ello que  la crisis sobrevuela una vez màs por la Casa Rosada. Indefiniciones, posiciones de fuerza dentro del partido,  incluida la ex presidente, subsistencia del dirigismo estatal, confusión de ideas y procedimientos, se han conjugado para que haya peligros implícitos en una malísima gestión. Esta dejando como resultado un empobrecimiento general que no permite movilidad ascendente alguna  y la impavidez del Gobierno ante un posible desastre.
 
El primordial problema es que en Argentina el gasto público ha crecido enormemente en relación con la renta nacional. Si se mantiene no hay arreglo posible. Aumentara la deuda, la emisión o los impuestos. Es necesaria una reforma impositiva. Algunos economistas proponen una revisión general proponiendo el impuesto de tarifa única (Flat Tax);  tipos impositivos más bajos significarían una eficiencia económica mayor y disminuiría, extraordinariamente,  la carga administrativa. Todo se puede discutir,  lo cierto es que es imprescindible una reforma tributaria que promueva la producción y la productividad.
El peronismo kirchnerista se caracteriza por el abuso y degradación del poder. Solo lo calma la adulonería y el endiosamiento. Ayuda a quien demuestra obsecuencia. Esto ha hecho pensar a la mayoría de los argentinos que la política es una actividad poco honorable y que todo lo que hacen los políticos lo hacen en provecho propio, sin que les importe el progreso del país. Tenemos numerosos ejemplos de inconducta en el redil  kirchnerista que lamentablemente lo confirman. Va a ser difícil inspirar, nuevamente, confianza.
Necesitamos que se hable con extrema franqueza y claridad. El presidente, quien debería inspirar seguridad,  hoy dice una cosa,  mañana otra, se equivoca constantemente en sus declaraciones y pareciera que lo único que le preocupa es financiar el enorme gasto publico saqueando a la producción y emitiendo sin respaldo. De las imprescindibles reformas estructurales,  ni una palabra. Debería imponerlas el FMI,  antes de seguir prestando o se verán  defraudados,  una vez más.
A este paso la situación se complicará muy pronto. El presidente, si es cierto que Cristina le ha dejado cierto margen de acción,  debería proponer  un programa mínimo para que  las cosas, al menos,  no se desmadren. Tendría que lograr consenso de la oposición, organizaciones  de trabajadores y empresarios. Sería la  manera de estar algo preparado para una emergencia,  ya que,  según lo que se observa,  gobierna trabado por La Campora y la vicepresidente.
 Uno de los puntos que debería tener el programa,  es parar el gasto público,  lo más posible  y crear las condiciones para mantener la República.  A esta altura es imposible pedirle al gobierno un proyecto coherente y completo de rehabilitación del país. Le cabe un importante papel a la oposición en este asunto, no  debería usar los errores del gobierno para luego, si llegan al poder,  repetir similar trayectoria. Sería suicida para el país volver a proponer un estado providencial que resuelva todo. Deben pensar en profundidad los problemas, recurrir a las instituciones privadas,  serias,  de políticas públicas, las cuales ya tienen una visión arquitectónica de ellos y proponer a la ciudadanía un proyecto superador para crear las condiciones de progreso político, cultural y económico con el esfuerzo de todos. Abandonar el rumbo que lleva a las estatizaciones, controles de precios y salarios, manejo de los sindicatos, sustituyendo las fuerzas creadoras del hombre por la obediencia ciega a tecnócratas que se creen omniscientes.
 Los gobiernos kirchnristas con slogans fáciles y demagógicos han elevado las expectativas de mucha gente con pocos recursos en un ambiente de crisis económica. Piden tierras, viviendas y subsidios en vez de trabajo, exigencias que se les vendrán en contra como un  tsunami. El Estado,  por medio de subsidios y dadivas,  les ha  habituado a actuar como parásitos o sea a querer gozar de beneficios sin pagarlos. Cuesta caro cuando escasean los recursos.
Descorazona que tantos políticos no comprendan que el sistema que se empeñan en destruir es el que inició,  por primera vez en el mundo,  el proceso de producción masiva para consumo, no de minorías privilegiadas como cree Cristina y compañía, sino para toda la población;  dirige su oferta a las grandes masas de poco poder adquisitivo pero integrada por millones de personas. Desde el momento de su aparición,  en Occidente, la capacidad de producir riqueza que es reproducción de capital se torna indefinida. No entienden que ha emergido un mercado mundial que solo puede ser mantenido por el capitalismo. ¡Quieren matar a la gallina de los huevos de oro!
 

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