La razón de ser del Colegio Electoral de EE.UU.
Manuel Suárez-Mier
Profesor de Economía de American University en Washington, DC.



La semana pasada inicié la discusión de por qué el proceso electoral en EE.UU. para elegir presidente es tan enredado. Todo empezó por la importancia que las 13 colonias a confederarse en una unión daban a su soberanía y a la igualdad de representación que tendrían en el nuevo gobierno.
Ello obligó a negociar y a un proceso de toma y daca en el que eventualmente se llegó a un sistema mixto con el voto popular calificado y el de integrantes del Congreso combinándose en la elección presidencial. El término Colegio Electoral no aparece en la constitución que alude solamente a los “electores”.
El Senado se integraría por dos senadores por estado, independientemente del número de habitantes, mientras que la Cámara de Representantes lo haría por los pobladores que habitaran su territorio, y en función a su número se crearían distritos electorales cuya geografía la definirían los estados cada 10 años.
Para ello, se instituyó la obligación de un censo general de población cada década que serviría para determinar el número de representantes que le corresponden a cada estado, y que las legislaturas estatales trazarían los nuevos distritos electorales derivados de los cambios demográficos.
Vale la pena subrayar que el diseño original del sistema contemplaba el número de habitantes y no el de ciudadanos, concepto que no existió legalmente en EE.UU. hasta la aprobación de la 14ª enmienda constitucional de 1868, y que no todos los habitantes votaban, pues sólo podían hacerlo los hombres blancos, mayores de 21 años, que fueran propietarios de bienes raíces. 
El diseño original se fue modificando con el tiempo. La Guerra Civil acabó con la esclavitud formalmente, y los negros, que hasta entonces contaban como 3/5 de un habitante blanco para fines de representación en el Congreso, aunque no votaran, pasaron a ser ciudadanos cabales en la ley, aunque no en los hechos.
Las mujeres tendrían que esperar hasta hace casi exactamente un siglo, con la aprobación de la enmienda 19ª a la constitución para poder votar, después de una lucha de más de 50 años a favor de su incorporación, mientras que a los indios nativos finalmente se les otorgó el voto en 1924.
Los fundadores de EE.UU. evitaron un sistema de voto directo y universal debido a su temor de una tiranía mayoritaria que amenazara los derechos de las minorías y las libertades básicas y acabara en una dictadura, como lo definió el gran economista John Stuart Mill.[1]
En los últimos 2 siglos más de 700 propuestas para eliminar el Colegio Electoral han sido llevadas al Congreso y no han progresado por la sencilla razón que los muchos estados con pocos pobladores, 7 de los cuales tienen solo un Representante, se niegan a ceder su sobrerrepresentación.
Y eso no va a cambiar en el futuro previsible pues los procedimientos para enmendar la constitución de EE.UU. son endiabladamente complejos, precisamente para que no ocurra como en muchas repúblicas bananeras, que cambian la ley fundamental todos los días al antojo del reyezuelo en turno.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 20 de noviembre de 2020.
[1] 1859, On LibertyJohn W. Parker & Son, London, England y en Cato Institute.
 

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