La idiotez es políticamente correcta

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
El delantero uruguayo Edinson Cavani recibió una
sanción de la Federación Inglesa de Fútbol por responder “gracias negrito” a un mensaje subido por un amigo suyo a
instagram.
Dicha Federación consideró que el comentario fue “insultante, abusivo, impropio y
desprestigió el juego”, con el agravante de que “incluye una referencia, implícita o
explícita, al color, raza u origen étnico”.
Por su parte, Cavani aclaró: “Lo último que quería hacer era ofender a nadie. Me opongo
completamente al racismo y eliminé el mensaje tan pronto como se explicó que se
puede interpretar de otra manera. Me gustaría disculparme sinceramente por
esto”.
En un puñado de palabras vemos cómo el delantero primero
afirma su inocencia e inmediatamente después pide disculpas por si acaso algún “alma
sensible”, ajena al mensaje, se sintiese insultada, al tiempo que el verdadero destinatario,
lejos de ofenderse, lo tomó con alegría.
Es increíble ver hasta donde llega esta psicosis por ser
políticamente correcto. Los “idiotas
bien pensantes” tienen terror de ser “escrachados” por sus opiniones. Mediante la manipulación, desvirtuación y
descontextualización del lenguaje, quienes quieren imponer la sumisión del
individuo bajo el poder de los colectivos han logrado que el sentimiento de
culpa o de vergüenza esté a flor de piel de quienes se rebajan a esta suerte de
“eufemismo buenista”.
Estamos viviendo el más siniestro y perfecto intento de
toda la historia de la humanidad por esclavizar la mente de las personas. Quieren
terminar con los libres pensadores. Es como si estuviesen aplicando las
proféticas observaciones que George Orwell escribió en su libro 1984.
Lo primero que hacen estos esclavistas del
pensamiento, es negar que la realidad y verdad sean objetivas, asegurando que
estas son en realidad construcciones subjetivas. Eso sí, las únicas subjetividades que valen
son las de ellos. Con esta estrategia,
los ideólogos y las autoridades de los colectivos buscan imponerse a los
individuos, manipulando la verdad y la realidad a su antojo, intentando
convencernos de que 2+2=5.
Otra de los puntos de esta táctica es hacer tengamos
permanentemente miedo de ofender al otro.
Como han manipulado el lenguaje a su antojo, ahora no solo debemos
cuidarnos de los conceptos que emitimos, sino también de las palabras que
usamos. Al desfigurar la palabra y su
interpretación, moldean el pensamiento de las personas, pero sobre todo, imponen
sus valores y principios. El objetivo de
este manoseo impúdico, es que nos autocensuremos y que nos transformemos en
nuestros propios carceleros.
Ahora bien, si por alguna razón alguien se resiste a
esta distopia, los ingenieros sociales del neomarxismo cuentan con cientos,
miles de alcahuetes dispuestos a señalar a quien no se somete a “sus
subjetividades”.
El posmodernismo busca “alienarnos”, pretende quitarnos
nuestra individualidad y amontonarnos en tribus despersonalizadas, clasificadas
por sexo, raza, orientación sexual o religión.
Este marxismo cultural quiere que seamos una masa gris igualitaria, sin
blancos ni negros, sin buenos ni malos.
Su único objetivo es que seamos animalitos obedientes, pero sobre todo, autómatas
sin pensamiento crítico.
Lo ridículo de la sanción que sufrió el delantero
uruguayo me hizo recordar lo que fue la Rebelión de los Cipayos a mediados del
siglo 19. En ese entonces la corona
inglesa les había enviado los nuevos rifles Enfield, cuyos cartuchos de pólvora
debían ser cortados con los dientes. Los
cartuchos estaban cubiertos de grasa para poder sacarlos de la canana con mayor
facilidad. Lo que no tuvo en cuenta la
autoridad inglesa, es que los Cipayos eran principalmente hindúes y sus
creencias le prohibían llevarse a la boca grasa vacuna, esta falta de
comprensión del contexto y de la cultura del otro, terminó en un desastre con
miles de muertos.
Casi dos siglos más tarde, la federación inglesa de
futbol comete el mismo error al desconocer la cultura del otro y pretender
imponer sus percepciones o subjetividades, sin respetar al otro.
Hay algunas diferencias entre el evento Cavani y el
motín Cipayo. Aquel fue de un gobierno hacia otra nación, el caso del
futbolista es contra un individuo. Otra diferencia es que aquellos guerreros
tenían principios éticos y actuaron en defensa de sus derechos. Hoy las cosas son diferentes. Lamentablemente los sacerdotes del
posmodernismo han convertido a las personas en ovejas obedientes que piden perdón
por faltas que no cometen.
Pretenden que pidamos perdón porque somos intrínsecamente
culpables, culpables de pertenecer a colectivos malvados, a colectivos de
hombres, de heterosexuales, de blancos o algo mucho peor, pertenecientes a
todos ellos.
No permitamos que nos clasifiquen ni etiqueten. No permitamos que nos digan cómo tenemos que
pensar ni que valores seguir. Somos
libres, somos pensadores críticos, somos individuos respetuosos, somos humanos
soberanos. No debemos rendir nuestros
derechos ante estos esclavistas del siglo 21.
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