Salud es Ministerio
Blas Angelucci
Participante del Programa de Jóvenes Investigadores 2019. Estudiante de Ciencia Política (UBA).



El gobierno que encabeza el presidente Alberto Fernández evidentemente enfrenta problemas en múltiples áreas, algunos que simplemente movilizan a opositores con visibilidad en los medios de comunicación y otros que son tan notorios, que llegan a poner en jaque la continuidad de funcionarios o programas de gobierno. Como es de público conocimiento, cerramos esta semana con la noticia de que habría severas irregularidades en el manejo del plan de vacunación impulsado por el Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Salud de la Nación, lo cual terminó con la renuncia del ministro Ginés González García (y su reemplazo por la que era su viceministra).
 
 Ahora bien, lo interesante no lo veo en el enroque de funcionarios, sino en tratar de reflexionar sobre el manejo que la gestión actual viene haciendo del la crisis mundial a la que nos arrastró el famoso virus. Desde el comienzo de la cuestión (hace ya más de un año) el problema fue subestimado en nuestra región, concretamente, recuerdo que el ex ministro minimizaba, en sus entrevistas radiales y televisivas, tanto el impacto del virus en la salud de los afectados (comparándolo con una gripe) como la factibilidad de una epidemia en nuestro territorio. No parece que se hayan tomado medidas preventivas suficientes para poder evitar el ingreso de potenciales contagiados provenientes de Asia y Europa (desperdiciando nuestra buena posición geográfica para blindar el ingreso del virus). Esa subestimación inicial no tardó en pagarse caro, puesto que el número de contagiados trepó aceleradamente durante meses pese a padecer una férrea cuarentena, por lo cual el mito de que el manejo del combate contra el COVID19 brillaba por su eficacia, incluso despertando la envidia de otros países por el “modelo argentino”; aún parece ayer cuando medios afines al poder de turno y funcionarios nos afirmaban que debíamos insistir por dicha estrategia si no queríamos terminar como: Brasil, Estados Unidos, Italia, España o Suecia, entre otros (que, por cierto, tienen mejores resultados para mostrar al día de hoy).
 
 Los meses transcurrieron, los contagiados crecieron exponencialmente (llegando a liderar el ranking mundial de contagiados, tanto en relación a la masa poblacional como en términos absolutos), la caída de la actividad económica tocó máximos históricos (en una economía, que a diferencia de otros países, no gozaba de buena salud producto de malas administraciones anteriores) y, lo que detecto como particularmente grave, quedamos cautivos en una lógica de enfrentamiento entre conciudadanos, recelo, denuncias (justificadas o no) a pares o mejor dicho, si me permiten, de “buchones y resentidos”. Así, la conocida dinámica argentina de “la grieta” llegó para instalarse en la materia, esta vez enfrentando a los “procuarentena” con los “anticuarentena”. Resulta bastante claro que la “ideologización” de la pandemia (fenómeno mundial) aquí explotó, a tal punto que la viabilidad de una vacuna estaba más determinada por la línea política de la gobernanza de su país de origen (al mejor estilo de la Guerra Fría) que por la rigurosidad de las pruebas o la eficacia médica de su aplicación.
 
 Un apartado no menor fue lo errático de la postura de “predicar con el ejemplo” que protagonizaron las principales caras de la gestión; desde el funeral caótico del fallecido ídolo del fútbol, asados con ministros, fiestas clandestinas con funcionarios de más bajo rango, abrazos de los funcionarios en cadena nacional o fotos sin el famoso “tapabocas”, entre otras curiosidades. A resumidas cuentas, aquellos que nos imploraban cuidarnos y cuidar al del al lado, poco interiorizados parecían tener los hábitos de “la nueva normalidad”.
 
 En fin, hoy nos encontramos con este estado de situación: un tardío regreso a clases (con incalculable pérdida de capital humano), una economía devastada (hiperinflación en puerta, devaluación que ha colocado el salario mínimo en unos 135 dólares mensuales y caída récord de la actividad) que no ha arrojado, como contraprestación, resultados exitosos en materia sanitaria; y una sociedad que, a ojos de un humilde observador, poco margen de tolerancia tiene para afrontar los duros tiempos que se avecinan.
Para cerrar el tema, la invitación es a no quedarse con la noticia de que el castigado ministro decidió “dar un paso al costado”, sino afinar el ojo para ver que no hemos transitado de buena (como se nos dice a menudo) manera el duro tiempo que nos tocó a todos en el mundo por la renombrada pandemia. Pareciera que el afamado cántico de “salud es ministerio” con el que el propio Ginés asumió su puesto, con compañeros y amigos, celebrando el fin de la supuesta postergación a “secretaría” que sufrió el área durante el gobierno anterior fue algo apresurado, al menos de cara a los pobres resultados que tiene para mostrar. Quizás, el reclamo de la sociedad a la clase dirigente, para resolver este asunto, venga más  por el lado de evitar una “política del miedo” (priorizando la toma de conciencia, la prevención y la responsabilidad individual) junto con la demanda de funcionarios más idóneos y serios para el trabajo.


 
… “Si el mundo la viene pasando mal con el tema del coronavirus, acá parece que nos tocó aún peor suerte”.
 

 

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