Dejemos de votar al mal menor

Eduardo Maschwitz
Presidente del Consejo de Administración de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Premio
a la Libertad 2007, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Nunca me intereso la política. Es una actividad que
encuentro nada atractiva dada sus tan particulares características. Carezco de
la cintura, flexibilidad y resiliencia para poder hacerlo con un mínimo de
satisfacción y éxito. Pero, por otro lado, es imposible escaparse de ella. Como
ciudadanos tenemos una responsabilidad. Y un derecho a promover nuestras
preferencias e intentar moldear la sociedad hacia donde creemos que seremos más
felices. Tenemos una delegación de poder que debemos usar, no sólo con nuestro voto,
sino también intentando influir en las preferencias de los demás. Y frente a
otro año electoral vuelvo a involucrarme en el tema, casi instintivamente. Leo más,
me intereso más, pienso más y confirmo nuevamente lo lejos que estamos de
construir una sociedad feliz, equitativa y con oportunidades para todos, y -peor
aún- siendo que no veo vallas insalvables para lograrlo.
La imagen pública de nuestros políticos es muy baja y
la insatisfacción de la ciudadanía respecto a su performance es muy alta. Esto
es generalizado respecto a la clase política toda y no respecto a algunos
partidos. Pareciera que la clase política no está haciendo bien su trabajo de
servir a la sociedad. ¿Cuál es el problema? ¿La clase política? ¿El sistema
político? ¿La ciudadanía que no ejerce su poder de agencia? Probablemente una
combinación de factores, pero me voy a referir al sistema político.
Un sistema político sin control de
performance
El sistema político escribe sus propias reglas de funcionamiento,
no tiene controles de performance y no hay nadie que pueda intervenir en
revisar su accionar. Como todo sistema que escribe sus propias normas, lo hace
para su propio beneficio y supervivencia en el tiempo, y no pensando en el bien
común ni en los ciudadanos. Debido al mecanismo por el cual se obtiene la
posibilidad de ser un candidato, cuando un legislador vota una ley, no lo hace
pensando en sus consecuencias en la sociedad, sino obedeciendo a los jefes partidarios,
que lo han elegido (y no los ciudadanos), y -sobre todo- que le permitirán
seguir siendo candidato en el futuro.
Es muy difícil entonces que aparezcan dentro de los
partidos candidatos independientes o moderados, y mucho más difícil aun que
aparezcan candidatos por fuera de los partidos existentes tradicionales.
La misma sociedad los boicotea diciendo que deben
bajarse porque si no sus votos no irán a parar al candidato tal, que es el mal
menor respecto al candidato cual. Pareciera que menos competencia es mejor que más
competencia. ¿Será así? ¡No creo! Y si es así hay que modificar el sistema
político y sus reglas.
Otro símbolo de disfunción son las características de
las campañas electorales. No hay propuestas ni ideas, sólo se trata de
desprestigiar al rival y acusarlo de mil males. Las leyes se votan con alguna
intencionalidad particular y no pensando en el bienestar general. O se
beneficia un sector de la sociedad, o algún fin electoral, pero siempre para
unos pocos. La misma sociedad está dividida y no se analizan las propuestas,
sino que simplemente se está en contra o a favor según el partido de
preferencia. No hay debate posible.
Centralización del poder
Otro aspecto que no contribuye es la concentración del
poder en el gobierno central. Las legislaturas provinciales tienen muy poco
poder e influencia para establecer reglas en beneficio de sus ciudadanos
locales. Sólo se ocupan de temas menores y todo lo relevante lo vota la
legislatura nacional. También sucede con la centralización del presupuesto,
donde el grueso de los fondos los recauda la nación, para redistribuirlos luego
a las provincias. Esto quita poder a las autoridades locales y a los
ciudadanos. A veces uno se pregunta si deberían existir legislaturas provinciales
bajo este sistema. Esta falta de descentralización del sistema político va en
contra de la regla general de buen funcionamiento y rendición de cuentas. ¿Podremos
llevar más decisiones a provincias y municipios? Claro que sí.
El grueso de las buenas ideas y de las políticas sanas
son técnicas y apartidarías. Sin embargo, basta que sea propuesta por un
partido para que el otro la rechace, aunque sea para no darle el beneficio de
haberla promovido, no importando el bien de la sociedad. Las comisiones
técnicas carecen de profesionales independientes y muchas veces no hacen las
consultas de rigor a distintos miembros y agrupaciones de la sociedad. No hay
debate posible.
¿Cuantas promesas electorales no se implementan? Por irreales,
porque las boicotean la oposición, porque ya se logró el poder. ¿Todas? ¿La
mayoría?
Sin rendición de cuentas
No hay un sistema de medición del resultado de una
ley. Sea beneficioso o perjudicial. Se votan y a otra cosa. Un sistema así
serviría para medir la calidad de la actuación de los legisladores y políticos.
Podríamos decir que la” rendición de cuentas” vendrá con la próxima elección y
el nuevo veredicto de los votantes. Pero sabemos que no es así, por lo ya aquí
descripto en cuanto al funcionamiento de elección de candidatos y barreras de
entrada de nuevos aspirantes.
La misma prensa podría servir para enriquecer el debate,
pero tampoco es así. Por un lado, están los medios controlados por el gobierno,
que solo promueven lo que les indican sus jefes que los han nombrado, léase las
autoridades del partido de gobierno de turno. Y el resto está polarizado. Están
todo a favor o todo en contra. No hay debate objetivo u opinión imparcial
libre. Esto es irreal y está mal. Y lo mismo podríamos decir de los llamados “think
tanks”, y otras agrupaciones e intelectuales.
Como ciudadanos hemos perdido el control del funcionamiento
del sistema político y deberíamos recuperarlo. Tenemos poder y debemos usarlo.
Hasta aquí un breve diagnóstico de grandes problemas, que es opinable. Lo que
no es opinable son los resultados obtenidos por la sociedad por la acción de la
clase política de los últimos 80 años. Por cualquier indicador que queramos
elegir para medirnos en términos relativos contra Latinoamérica, el mundo, OECD,
vemos un deterioro sin pausa de nuestro país. Es evidente que está mal
gobernado y que el sistema político requiere un cambio. Seguramente nuevas reglas,
nuevos y más candidatos, un sistema que permita la aprobación de las buenas
ideas sin boicot, y sobre todo un sistema orientado a mejorar la vida de los
ciudadanos y no a seguir las preferencias de los jefes partidarios y pequeños
grupos de interés y poder.
¿Una utopía?
“Top Five Primary”
Modificar nuestro sistema político suena imposible y
utópico. Y lo es si lo dejamos en manos de la clase política. Aquí es donde
podemos y debemos ejercer nuestro poder de voto e influencias. El tema es tan
grande y tan difícil que requiere de una comisión técnica especial y apartidaría,
que trabaje mucho tiempo escuchando a todos y mirando nuevas ideas y
propuestas. Pero es posible. Cayo el muro de Berlín y el comunismo en casi todo
el mundo. ¿Porque no podremos cambiar nosotros lo que parece un cambio relativo
menor al mencionado?
Con buena legislación y consenso nuestro país
rápidamente será otro. Seremos más felices, viviremos más, mejor y sin
divisiones tan acentuadas. En una sola generación se verán cambios dramáticos.
Se ha visto en la reconstrucción después de las guerras en Europa, o en Corea,
Vietnam y tantos otros países que eligieron la senda de la libertad, la
división de poderes, el libre comercio, la responsabilidad, el trabajo, la
estabilidad macroeconómica, el respeto a la ley y al estado de derecho.
Tomé conocimiento recientemente de un sistema electivo
que funciona en algunos estados y municipios americanos que parece interesante
y busca atenuar o eliminar algunos de los vicios de nuestro sistema político. Lo describo
brevemente. Se llama “Top Five Primary” y “Ranked -Choice Voting Ballot System”.
Consiste en realizar una sola PASO simultanea de todos
los candidatos que quieran anotarse, y de todos los partidos a la vez, todos
contra todos. Los cinco candidatos más votados pasan a la elección general. No
importa si son cinco de un mismo partido, o como estén divididos y
representados los partidos. Llegan a la elección los 5 candidatos más populares
elegidos por los ciudadanos y no a dedo por los partidos. Aumenta así la chance
de aparición de candidatos moderados y/o independientes, y hay más y mejor
competencia.
En la elección general se presentan los 5 candidatos y
si alguno obtiene más del 50% de los votos, gana la elección. Si nadie obtiene
la mayoría, se va a una “segunda vuelta”, donde vuelven a competir los 4
candidatos más votados y no solo los 2 más votados. Lo que busca el sistema es
que termine ganando el candidato más popular para todos los votantes. Para
lograrlo al momento de votar todos los ciudadanos deben votar por los 5 candidatos,
poniéndolos en un orden de preferencia de 1 a 5. Si no hay mayoría entonces se
descarta al quinto candidato (el menos votado) y se reasignan los votos que
recibió según la preferencia de sus votantes sobre el resto de los candidatos.
Si con este nuevo reparto algún candidato obtiene mayoría gana la elección, y
sino sigue sucesivamente eliminando al cuarto y reasignando, y así hasta que
algún candidato tenga más del 50% de los votos.
Estos dos sistemas electorales buscan pasar el poder
de elección de candidatos de los jefes del partido hacia los ciudadanos y ganan
la elección los candidatos más populares. También permite más competencia al
facilitar el ingreso de nuevos postulantes, a la vez que diluye el argumento
del voto perdido por robarle votos al mal menor que obtenga un nuevo
contendiente. Los candidatos ya no pueden dedicarse solamente a hacer campaña
denostando a sus rivales. Ahora deben promover ideas positivas y ganar la mayor
cantidad de votos en segundo orden de preferencia de sus no votantes. Mejora el
debate y hay ideas para votar y discutir. Y finalmente los legisladores, una
vez elegidos, votaran las leyes que convengan a la sociedad y no siguiendo el
mandato de sus partidos y jefes. Se corta también la secuencia tradicional que
un partido nuevo cambie todo lo aprobado en el gobierno anterior, o simplemente
la inacción, de no votar nada nuevo ni cambiar nada.
Estamos de nuevo en tiempos electorales. Todos estamos
ocupados en nuestra cosa, nuestra familia, trabajo e intereses. Más aun con
esta pandemia y cuarentena asociada. Pero todos tenemos un ratito para ejercer
nuestro poder de ciudadanos. Involucrémonos lo que podamos, no tengamos la
mente cerrada a oponernos o aceptar sin más lo que dice un candidato u otro.
Pidamos cambios. Pidamos y exijamos propuestas e ideas a la clase política.
Rechacemos las campañas que sólo critican al rival, y sobre todo exijamos y
soñemos con cambios profundos de largo plazo que nos lleven a la paz, la
felicidad y la libertad. ¡¡¡Salgamos del perverso sistema de votar el mal menor!!!
Últimos 5 Artículos del Autor
.: AtlasTV
.: Suscribite!
