¨El Carlo¨
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




Murió Carlos Menem, quizás el ex presidente argentino que despertó más opiniones encontradas desde el regreso de la democracia en el 83.
Dueño de una personalidad magnética, Menem cautivo tanto al electorado como a varias mujeres del mundo del espectáculo.
Llegó a la presidencia meses antes de lo que correspondía, debido a la huida del gobierno por parte de un Alfonsín que no supo o no pudo dominar la inflación y tampoco logró frenar el derrumbe económico argentino.
Sus abultadas y caudillezcas patillas electorales (al estilo Facundo Quiroga) fueron desapareciendo progresivamente, al tiempo que su ropaje popular fue reemplazado por elegantes trajes.  Estos cambios quizás fueron reflejo del cambio que se produjo entre su discurso electoral y parte de sus actos de su primer gobierno.
Absolutamente pragmático, tomó lo que le resultaba útil de algunas ideas políticas y económicas puntuales de distintos referentes argentinos (y en ocasiones tomó a los propios referentes) y las utilizó  para navegar en las aguas de la oportunidad.  Impulsó la candidatura de personajes del deporte y del espectáculo, lo que dio origen a una tendencia aún presente en nuestros días (cabe aclarar que los famosos devenidos en políticos actuales son bastante más “limitados”).  Se dio “el gusto” de jugar con las selecciones argentinas de futbol y básquet, de recibir a figuras como Michael Jackson o Madonna y de recorrer cuanto set televisivo existiese.
En el entendimiento que no se puede mirar hacia adelante con los ojos puestos en el espejo retrovisor, buscó dejar atrás la violenta década del 70.  Bien o mal quizo cerrar esa herida de la que él fue parte (estuvo preso 5 años durante la dictadura) cosa que muchos (sino todos) de los que se “desgarran las vestiduras” por los desaparecidos no padecieron.
Cuando asumió la presidencia en 1989, “El Carlo” recibió de manos del social demócrata Alfonsín, un país incendiado; con 5 horas diarias de cortes de luz programados, con las vidrieras de los comercios sin luces, con el Estado dictando asuetos y decretando feriados bancarios para “calmar” al dólar, con los bancos abiertos solo 2 horas por día y la TV transmitiendo solo de 19 a 23.
A esto hay que sumarle los reclamos de los carapintadas, el copamiento guerrillero de La Tablada, el incumplimiento en los pagos de las deudas, el cierre del financiamiento internacional, el déficit monstruoso del estado, un Banco Central que tenía solo un puñado de dólares, una hiperinflación que llegó al 3000% anual (¿suena increíble no?) y saqueos a supermercados y a tanques de nafta de autos en todo el país.
Recibió de Alfonsín una Aerolineas Argentinas cara, mala y deficitaria (como siempre); una YPF que era la única petrolera del mundo que daba pérdidas, servicios de agua potable que hacían agua y cloacas que hacían… eso.  Un país en el que tener una línea de teléfono en tu hogar era un privilegio (un departamento de 1 dormitorio con teléfono valía más que uno de 2 dormitorios, ¡en serio!).  La falta de inversión en infraestructura produjo el atraso y el malfuncionamiento de los servicios… y encima el ministro de economía decía que “hablaba con el corazón y le respondían con el bolsillo”, que tierno.
“El Carlo” asumió la presidencia de este caos y lo condujo con una gran cintura política, pero no todo fue color de rosa.  Corrupción, medidas políticas y económicas erradas, la AMIA, la embajada de Israel, la voladura de Rio Tercero, la muerte de su hijo y la venta de armas a Croacia y Ecuador, son algunas de sus notas oscuras.
Por último, dejé deliberadamente aparte de todo este análisis el tema de la convertibilidad, el cual ha sido malintencionadamente desvirtuado por el progresismo argentino pues ponía en riesgo su “kiosquito”.
El tema no es muy complicado.  Al atar el peso al dólar, se imposibilitaba la emisión monetaria (inflación) lo que procuraba generar, con el paso del tiempo, cierta confianza en nuestra moneda. 
Esto solo era insuficiente.  Para que esto funcionase era imprescindible terminar con el déficit fiscal (que en 1983 era superior al 6% del PBI).  Déficit fiscal quiere decir que se gasta más de lo que se gana, y cualquier persona que lleva adelante la economía de una casa sabe que esto es inviable.   Buscando el “déficit cero”, se privatizaron empresas estatales ineficientes, anticuadas y deficitarias (faltó bajar el gasto administrativo y político) y se cambió el sistema jubilatorio de reparto por uno de capitalización.
Cuando no se termina con el déficit fiscal y se prohíbe la emisión monetaria y el aumento de impuestos, el único recurso de financiación que existe es la toma de deuda, tanto interna como externa.  Como te pasa a vos, si gastás de más tenés que pedir prestado.
El nudo del asunto era gastar menos de lo que se recaudaba, algo que, durante un tiempo, se logró en mayor o menor medida.  Luego llegaron crisis como la del Tequila y la reapareció el gen populista peronista que pretendió negar los costos de la crisis lo que terminó generando más sufrimiento.  Decía Ayn Rand: “se puede negar la realidad, pero no se puede negar las consecuencias de negar la realidad”.
Es frecuente escuchar decir que el problema era que el peso argentino no podía valer lo mismo que el dólar.  Falso, intentaré explicar porqué en un párrafo.
El dinero es solo un bien de intercambio.  No tiene valor en sí mismo, sino que es una referencia.  Imaginemos que por mi trabajo me pagan $100 o u$s 100 (cambio 1 a 1) o 100 kilos de pan (que cuesta $1 el kilo).  Ahora supongamos que tenemos una inflación del 100% y que milagrosamente (en realidad no sucede así) mi sueldo también sube 100%.  Ahora mi sueldo es de $200, pero ahora u$s1 vale $2 y el pan cuesta $2; o sea, sigo pudiendo comprar u$s 100 y 100 kilos de pan.  ¿Ves?, ganás el doble, pero te alcanza para lo mismo. 
Entonces ¿para que emite dinero el gobierno si es lo mismo?  En realidad, no es así.  Los sueldos “siempre” suben por las escaleras y los precios por el ascensor.  La inflación “siempre” te vuelve más pobre y le sirve al gobierno para “licuar” (mal y por cortísimo tiempo) su déficit, convirtiendo a la emisión monetaria en una droga de la que no se quiere separar.
¿Fue perfecto el gobierno de Menem?  No, lejos estuvo de serlo.  Pero si lo comparamos con los otros gobiernos que “padecimos” desde el regreso de la democracia, resulta mínimamente “el menos malo”.  No me creas, no le creas a los opinólogos ni a las redes.  Estudiá y analizá con espíritu crítico los datos y la historia previa.  Formá tú propia opinión, desprovista de fanatismos y de frases políticamente correctas.  No seas parte de la manada.
 

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