PEMEX: La peor empresa del mundo
Macario Schettino

Profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).





La Comisión Nacional de Hidrocarburos publicó los datos de producción de petróleo de enero. Por segunda vez en los últimos dos años, lo hizo tarde, y sería bueno que eso no ocurriese. Sin embargo, lo relevante es que la producción de petróleo no logra recuperarse, y si sólo consideramos los nueve grandes campos, que son los que producen a costo menos elevado, la caída sigue.
De junio a febrero, el promedio de producción en esos nueve grandes (Cantarell, KMZ, Ayatsil, Homol, Onel, Xux y Xanab) ha sido inferior a un millón de barriles diarios (mbd). En los dos años de este gobierno promedian un poco arriba, 1,07 mbd, pero muy por debajo del sexenio anterior (1,2 mbd) o el previo a ése (1,4 mbd). También ha caído la producción en el resto de los pozos, de forma que el total que se produce en México ha pasado de 2,7 mbd en el sexenio de Calderón a 2,2 mbd con Peña Nieto, y a 1,67 en los últimos dos años.
Al tiempo que cae la producción, los gastos no se reducen, de forma que en estos dos años Pemex ha mostrado pérdidas aun antes de pagar intereses por sus deudas, y los derechos que le dan razón de existir. No debe usted olvidar que el petróleo no es de Pemex, sino de los mexicanos, y por lo tanto nos debe pagar esa empresa por cada gota que extrae de crudo. Si no paga, sería preferible que otra empresa se hiciese cargo de esa actividad.
Y el caso es que no paga. En los dos años que lleva este gobierno, los ingresos de Pemex han sido de 2,26 billones de pesos –ya quitando los 97 mil 113 millones que Hacienda transfirió a Pemex, y fraudulentamente anotó como ingresos–. Descontando el costo de ventas y deterioro de instalaciones, le quedaron 293 mil millones de pesos. Y si restamos de eso sus gastos de distribución y de administración, el saldo fue de -112 mil millones. Es decir, perdió todo antes de pagarnos a nosotros –y a sus acreedores–. Así que lo que debía pagarnos lo consiguió prestado, y lo mismo hizo con los intereses, de forma que en esos dos años la deuda que tiene se incrementó en un billón de pesos: un millón de millones.
Si la empresa no es capaz de tener rendimiento positivo, jamás pagará lo que debe, pero tampoco nos pagará a nosotros. Al revés, nos costará más cada año, porque al final, el dueño –se supone– somos nosotros, de forma que el gobierno tendrá que asumir ese pasivo. Por eso sus acreedores están tranquilos, porque saben que México pagará esa deuda.
Para tener una mejor idea de cuánto tardaría Pemex en equilibrarse, pagándonos lo que nos corresponde, calculé sus ingresos por las actividades principales (crudo y petrolíferos), deduciendo los gastos que no pueden evitarse (deterioro, operativos, pensiones, distribución y administrativos). Si nada más consideramos eso, el saldo en los dos años habría sido de 676 mil millones, de donde podríamos cobrar nuestros 658 mil millones en derechos –que son nuestros–. Le quedarían a Pemex 18 mil millones, con lo que en el transcurso de 120 años podría cubrir su deuda –si logra tener tasa de interés de cero, claro.
Observe usted que esto ocurriría con algunos supuestos improbables: la tasa cero, que no perdieran 400 mil millones por año entre depreciación y 'otros conceptos', y que finalmente se acordaran de que nosotros somos los dueños. Si esa empresa no nos paga lo que debería, pero asume que nosotros cubriremos su deuda, me pregunto ¿por qué el interés en rescatarla? Si no logran incrementar la producción a pesar de todo tipo de apoyos, ¿para qué la queremos? ¿Cuál es la razón de mantener la peor empresa del mundo?

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 3 de marzo de 2021 y en Cato Institute.


 

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