Carlos Menem y el intento de un cambio económico y social
Martín Simonetta
Es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Profesor titular de Economía Política I (UCES) y Economía Argentina, Economía Mundial y Principios de Economía (Cámara Argentina de Comercio). Autor de diversas obras. Fue elegido "Joven Sobresaliente de la Argentina 2004" (The Outstanding Young Person of Argentina-TOYP) por Junior Chamber International y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), habiendo obtenido la mención "Animarse a Más" por parte de PepsiCo. Recibió diversos reconocimientos tales como la beca British Chevening Scholarship para desarrollar investigaciones en Gran Bretaña (British Council, la Embajada Británica y la Fundación Antorchas,1999). Académicamente es Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador, Buenos Aires) y Magister en Política Económica Internacional (Universidad de Belgrano), habiendo realizado un Posgrado en Psicología Positiva (Fundación Foro para la Salud Mental). Ha desarrollado el programa "Think Tank MBA" en el marco de Atlas Economic Research Foundation (Fairfax, Virginia, y New York, NY, 2013).

Contacto: msimonetta@atlas.org.ar / Twitter: @martinsimonetta



El fallecimiento del ex Presidente Carlos Menem –acaecido algunas semanas atrás – nos invita a realizar un conjunto de reflexiones sobre su gestión muchas veces vilipendiada desde los valores una Argentina nacionalista, anti mercado y cerrada al mundo. La escritura de la historia a veces olvida que Menem fue el único presidente democrático que logró desactivar la bomba hiperinflacionaria que Raúl Alfonsín generó (3000% en 1989), no supo manejar y lo hizo renunciar. A pesar de ello, el radical es considerado por la gente el mejor presidente de los democráticos recientes -con 37% del total de votos- seguido por Néstor Kirchner (29%), Cristina Fernández (12%), Mauricio Macri (9%), Carlos Menem (2%), Eduardo Duhalde (2%), Fernando de la Rúa (0%) y Rodríguez Saá (0%), etcétera.[1]
 
Nadie lo votó pero gobernó 10 años y medio
El riojano –de origen familiar sirio- que inició su gobierno a partir de una catastrófica situación heredada, gobernó la Argentina por 10 años y medio. Medio año, cubriendo al renunciante Raúl Alfonsín. Seis años correspondientes a su primer mandato, pues esa era la extensión de los mandatos previos a la reforma constitucional del 94. Y cuatro años más, ya fue re-electo. También es necesario decir que incluso en la primera vuelta de las elecciones 2003 alcanzó el primer lugar con el 24.45% de los votos, seguido por Néstor Kirchner (con el 22.25%). Sabemos que no se presentó a segunda vuelta. A pesar de todo esto, seguimos diciendo –en chiste y en serio- que “nadie lo votó”.
 
Su gobierno se desarrolló en las particulares circunstancias planetarias de la “caída del muro de Berlín” y “el fin del comunismo”. En el contexto de esta oleada  comprendemos algunas de las principales reformas de política económica por él tomadas. A saber (seremos ultra sintéticos):
 
1)    La ya mencionada “ley de Convertibilidad”, que logró maniatar al descontrolado y hambriento Banco Central para contenter –al menos por un tiempo- su adicción a la emisión monetaria y, en consecuencia, terminar con la explosiva hiperinflación heredada.
2)    El “proceso de privatización” de empresas públicas deficitarias, con sobre-empleo público. Este proceso es muchas veces criticado ya que se privatizó empresas pero no desreguló mercados. Es cierto. Pero recordemos que buena parte de las medidas se tomaron en plena explosión hiperinflacionaria. A pesar de ello, las privatizaciones generaron en muchos casos antipatía no por la generación de mercados cerrados, sino porque sectores muy importantes de la población debieron deshacerse de la “beca” que les permitía cobrar sin trabajar productivamente. En este sentido, el ejemplo de YPF es claro: antes de su privatización contaba con más de 55.000 empleados y generaba déficit, y tras su privatización sólo requirió 5.000 empleados para pasar a ser una empresa rentable. No quiero extenderme en este tema, pero situaciones similares se evidenciaron en diversos sectores. Y, a pesar de la ausencia de competencia, la calidad de los servicios mejoró notablemente (recordemos que tomaba varios lustros tener una nueva línea telefónica, y tras la privatización el tiempo se acortó a un mes, por ejemplo).
3)    La “apertura comercial” y el Mercosur. La economía argentina que había permanecido crecientemente aislada del planeta desde la década del 30 experimentó una gran apertura a través de reducciones de barreras arancelarias y para arancelarias. Asimismo, se firmó el Mercado Común del Sur, junto a Brasil, Paraguay y Uruguay, que profundizó el comercio regional (es cierto que puede haber generado desvío de comercio) y sobre todo terminó de pacificar una región (Argentina-Brasil) que estuvo al borde del conflicto bélico (recordemos los conflictos por el canal de Beagle e Itaipú). En 2021, Brasil continúa siendo el principal destino de exportaciones de nuestro país. Y las hipótesis de guerra (incluidas las existentes con Chile, que se transformó de enemigo en socio comercial del Mercosur con un Acuerdo de Complementación Económica) fueron licuadas por el comercio regional.
4)    Las AFJP. El gobierno de Menem intentó sanear el quebrado sistema previsional argentino a través de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFIP), garantizando una mejor vida para los futuros jubilados. Es fundamental señalar que –a pesar de la mala prensa que se le quiere dar- al momento de “re-estatizar” el sistema, aún más del 83% de los aportantes seguían eligiendo al sistema no estatal, es decir las AFJP. Hoy nuevamente el sistema previsional de reparto se encuentra al borde del colapso, tras más de duplicarse la cantidad de jubilados (en muchos casos sin aporte), recibiendo 7 de cada 10 la jubilación mínima y representando casi la mitad del presupuesto nacional.
5)    La estabilidad fiscal y monetaria posibilitó el desarrollo de un sólido mercado financiero, que posibilitó la resurrección del crédito hipotecario que permitió el acceso a un primer inmueble.
 
Debemos decir, que en la segunda mitad de la gestión Menem, el gasto público creció fuertemente, pero no la vía de la emisión monetaria sino a través del endeudamiento público (el mundo le prestaba con facilidad al “milagro argentino”) que “aspiró” –asimismo- crédito del sector privado.
 
 
Cambios formales vs. cambios profundos de valores y hábitos sociales
El paso del tiempo nos permite tener una visión más equilibrada del proceso vivido durante el menemismo. Tal vez el profundo cambio socio-económico buscado y la integración a un mundo competitivo se oponía a los valores sociales y hábitos laborales de una importante parte de la Argentina, que prefería el no progreso, el no riesgo, el no stress, y que en los años siguientes se vio premiado a partir de políticas de subsidios masivos, empresas re-estatizadas, mega expansión del gasto del Estado, jubilaciones sin aportes, etcétera. Aquí vemos una enorme grieta entre dos argentinas (una que crece más rápido que la otra), que no es sólo ideológica sino basada en intereses. Los sectores creadores de riqueza perdieron políticamente frente a los creadores de privilegios, en términos de los conceptos teóricos de James Buchanan y el Public Choice. La argentina “de habitos laboriosos” crece a un ritmo menor que la otra.
 
El premio Nobel Douglass North intentó explicar el crecimiento económico de las sociedades a través de las reglas de juego que las rigen. Pero diferenció entre instituciones formales e informales. Las formales son las más evidentes y tenidas en cuenta: Constitución, normas, agencias gubernamentales. Pero las informales, de perfil psico-sociológico, tienen que ver con los valores, los hábitos (cultura de trabajo, interés en el progreso, cumplimiento de las normas, etc.) de cada sociedad. Tal vez, debamos mirar el subsuelo institucional del país para comprender las posibilidades de cambio. Qué valores subyacen en los distintos grupos sociales, qué grupos sociales se reproducen más rápido, qué discurso desarrollan los políticos para captar ese voto en tal contexto.
 
La crisis 2001-2001 representó un regreso al pasado. A la era del hielo. Desafortunadamente, el intento de cambio fracasó y la vieja Argentina generó los anti cuerpos contra la integración al planeta, el acercamiento a una economía de mercado, y la intención de proyectar un Estado más pequeño y eficiente, etc. La negación al cambio originó el anti-Menemismo y la construcción del mito. 
 
 

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