Destrucción de empleo
Macario Schettino

Profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).




Si se actúa para ahuyentar la inversión, el resultado es menos empleo. Me imagino que para usted esto no es noticia, pero hay personas que no lo entienden. Creen que el empleo puede generarse sin necesidad de inversionistas que estén dispuestos a poner en riesgo su capital. Esa idea no es nueva, y además se ha comprobado muchas veces su falsedad, pero las creencias aguantan mucho.
En un país industrializado, o que está en proceso de ello, generar empleo requiere cada vez más inversión por puesto de trabajo. Para que una persona sea productiva se requieren más herramientas, más capacidad de cómputo, más metros cuadrados de espacio de exposición, más habitaciones, platillos, espectáculos. No es con trapiches o caminos hechos a mano como se avanza.
El ingreso de México al TLCAN permitió salir rápido de la gran crisis de 1995 y generar empleos aprovechando el inicio de esa industrialización. En el sexenio de Ernesto Zedillo el empleo creció, en promedio, 3,6% por año. Empleo formal, registrado en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Vicente Fox entró con la recesión dot com y le tocó muy pronto el ataque a las Torres Gemelas. El crecimiento del empleo en su sexenio se redujo a la mitad, 1,5% promedio anual. Con Felipe Calderón, a pesar de la Gran Recesión de 2009, logramos una buena recuperación, y el empleo creció, en promedio, 2,6% por año. El más afortunado de estos últimos presidentes fue Enrique Peña Nieto, a quien no le tocó una crisis, ni externa ni heredada, de forma que en su sexenio se logró el máximo crecimiento de empleo, 3,9% anual.
El gobierno actual, debido al tamaño de su triunfo, al control de las cámaras y a la abulia del anterior presidente, entró en funciones desde octubre de 2018. En ese mes empezaron a cambiar el marco jurídico, y en ese mes se canceló el aeropuerto. Había entonces 20 millones 356 mil 179 personas registradas en el IMSS. La pérdida de dinamismo que esa decisión trajo consigo implicó que para febrero de 2020 se habían dejado de crear 820 mil empleos. No hubo caída, pero sí reducción de oportunidades.
Para febrero de 2021, los empleos que desaparecieron o no se crearon suman ya 2 millones 350 mil, 12% de los que existen. Un tercio antes de la pandemia, los demás como resultado de la enfermedad, pero también de la incapacidad del gobierno para impulsar un plan de contención económica o, ya ahora, de reactivación. Hoy estamos 420 mil empleos por debajo del nivel que teníamos cuando se canceló el aeropuerto, o 680 mil comparado con el momento previo a la pandemia, pero casi 2 millones y medio por debajo de donde podríamos estar, si no fuesen tan necios.
Más grave aún, esta crisis está siendo de muy larga duración. En la crisis más seria que tuvimos antes de ésta, la de 1995, la tasa de crecimiento del empleo fue inferior a -3% anual por 12 meses, y un mes más si consideramos tasas inferiores a -2%. En la Gran Recesión, durante 10 meses estuvimos por debajo de -2% y en siete por debajo de -3%. Ahora, llevamos ya 11 meses por debajo de -2%, y 10 por debajo de -3%. Aunque el punto más bajo en esta crisis es menos grave que el de 1995, es el mayor comparado con cualquier otra recesión reciente.
Pero lo más serio es que ya llevamos tres meses en los que las cosas no mejoran. En diciembre la tasa era de -3,17%, en enero de -3,26%, y en febrero de -3,28%. Más claro: no estamos mejorando, estamos estancados.
La caída en la tasa de generación de empleos está claramente asociada al enfrentamiento del gobierno con los inversionistas. Veintiocho meses después, doblan la apuesta. Obvio, la pagarán “primero los pobres”.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 17 de marzo de 2021 y en Cato Institute.
 

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