Las piezas del rompecabezas peronista
Diana Ferraro
Escritora



Mauricio Macri y Cristina Kirchner tienen algo en común: no quieren ni a Perón ni al peronismo. Eso no les impide a uno, tratar de seducirlo tardíamente para sustituirlo como partido popular, y a la otra, continuar con la invasión ilegítima del PJ para intentar concretar su proyecto socialista y montonero, específicamente defenestrado por Perón. En un año electoral, las semejanzas y diferencias cuentan. El peronismo sigue siendo la manzana de la discordia, o, lo que pocos ven hoy, la posibilidad de una salvación definitiva si vuelve a organizarse tras las ideas correctas.
De Macri, solo se puede decir que es una pena que no haya recogido la herencia liberal peronista de los años 90 para repetir el éxito. Si llegase a ganar de nuevo las elecciones, quizá repetiría el mismo error, quizá no, pero, su política económica tibia no haría nunca peligrar a la Argentina, ya que tiene las ideas que a la Argentina le convienen en materia de encuadre internacional y de orientación general hacia una economía abierta.
En cambio, Cristina Kirchner, enamorada del poder autocrático en Cuba y Venezuela, arrodillada ante China y Rusia para obtener una protección que no sabe dar al país de otro modo, y convencida de sus ideas estatistas y antiliberales, por más que una y otra vez la lleven al fracaso, representa un peligro para el desarrollo y crecimiento normal del país, que corre el riesgo además de quedar atado a una alianza geopolíticamente muy desfavorable. Donde mandan los ideologismos, no manda la realidad, esa que el kirchnerismo ve, pero desea torcer hacia un lado que no favorece ni a la Nación, entorpeciendo su crecimiento ni al pueblo, sea este empresario grande o pequeño, trabajador asalariado o no, o pobre de toda pobreza y fuera del sistema.  
Los argentinos elegirán sus representantes entre aquellos que quieren una sociedad libre y aquellos que hoy están consiguiendo un país ahogado en su estatismo. Los antiperonistas de siempre sonreirán ante esta frase, que parece describir la antinomia creada a partir del primer y segundo gobierno de Perón. Aquel estatismo e incluso autoritarismo revolucionarios, sirvieron para organizar a los trabajadores y reconocer sus derechos, elevarlos a la clase media, y salvar a la Argentina de tener sindicatos socialistas y comunistas. La revolución peronista fue un éxito. Hoy, otros, usurpando el PJ,  quieren hacer una nueva revolución, opuesta a aquella. Intentan otra vez lo que no lograron en los años 70. Y es por esto que hoy, el peronismo genuino no está del lado del estatismo, sino del lado de la libertad, donde viene estando desde que el General Perón volvió a la Argentina en 1972, defendiéndola hasta su último día de todo socialismo o comunismo.  
 La gran pregunta es por qué el peronismo encarnado en  los gobernadores, los sindicatos o en dirigentes relevantes como Sergio Massa, sigue sin reaccionar como tal, sin trazar y defender un nítido espacio peronista. Miguel Pichetto lo intenta, dentro de una Alianza con Macri, pero eso no es suficiente. Ya está Guillermo Moreno juntando peronistas sueltos, en teoría en contra del Presidente Fernández y en la práctica a favor de Cristina Kirchner, repitiendo la estrategia colectora de peronistas que la llevó a la vicepresidencia y otra vez al poder.
Intriga la falta de conciencia de muchos peronistas antikirchneristas que no defienden el PJ, como una posesión por lo menos histórica, que debería estar en manos de los afiliados por medio de elecciones libres y no sujeta al dedo de alguien que se declara peronista por conveniencia y no convicción. El robo del partido es descarado: los usurpadores lo quieren, además, para hacer antiperonismo. Algunos intendentes se dan cuenta de esto y hacen lo que pueden, aunque siempre sospechados de hacerlo en interés propio y no en defensa de la causa superior del peronismo.
Intriga también, a propósito del interés propio, la escasa empatía que muchos peronistas siguen demostrando por el único gobierno exitoso de la era democrática, el gobierno peronista de Menem con Cavallo, y que, en vez de exhibirlo con orgullo por sus múltiples logros y hacerlo propio, se lo tape con ideologismos tan nocivos como los de Cristina Kirchner, aunque envueltos en la antigua fraseología discursiva de un Perón que, en vida, ya se había editado a sí mismo.
Importa para el destino argentino, no tanto la omnipresente puja del macrismo y el kirchnerismo por predominar en las próximas elecciones, sino la actitud final de un peronismo que no termina de asumir correctamente su pasado, ni su cada día más vigente misión hacia la Nación y hacia su pueblo.
El peronismo genuino hoy no es solo republicano, es también liberal y se enmarca dentro de una alianza continental amplia, que incluye a los Estados Unidos y a Canadá, y dentro de la alianza occidental global, con Europa en primer término.  Favorece la inversión como único modo de crecimiento y de creación de trabajo e insiste con su promoción de los sindicatos como instrumentos de contención y progreso de los trabajadores, modernizándolos y dándole nuevas funciones dentro de una economía abierta y facilitada. Es trabajo de los dirigentes y aspirantes a dirigentes de un peronismo fiel a su misión de engrandecer la Nación y hacer feliz a su pueblo, de difundir estas ideas sencillas que se oponen en un todo al proyecto socialista de asfixia de la economía capitalista y su paulatina estatización.
Las diversas piezas dispersas del peronismo se reconocerán en su validez por su adhesión a este ideario modernizado y harán más fácil la discriminación electoral en las próximas elecciones. Unidas en un espacio común y otra vez en alianza con el liberalismo como en los años 90, ofrecerán en las posteriores elecciones presidenciales de 2024, una alternativa a los partidos de izquierda, incluyendo al kirchnerismo, y al radicalismo ampliado con el PRO y otros partidos afines.


 

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