Obsesiones
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




La ministra de Salud, Carla Vizzotti, en una imagen más desencajada de la que suele mostrar de costumbre, salió a reclamar que “se baje la obsesión por Pfizer”, luego de que, naturalmente, una parte indignada del país saliera a pedir explicaciones de porqué la Argentina no contó en su momento con las vacunas del laboratorio que está vacunando a gran parte del mundo.
Alrededor de esa negociación hay opacidades que, cuando del otro lado está nada más y nada menos que el kirchnerismo, hacen encender todas las alarmas de prevención.
Ya ha sido suficientemente dicho que Pfizer tenía una vinculación privilegiada con la Argentina. El mayor laboratorio humano de pacientes de fase 3 de la vacuna de esa empresa tuvieron lugar en el Hospital Militar de Buenos Aires. Más de 6000 argentinos participaron de lo que fueron las pruebas que terminaron consagrando el éxito de ese inmunizante.
A cambio, el país se había asegurado más de 13 millones de dosis tempranas de ese origen.
Todo el mundo sabe lo que ocurrió después: la aparición fantasmal de la Sra. de Kirchner blandiendo la Sputnik V, la rutilante intervención de Cecilia Moreau agregando entre gallos y medianoche la palabra “negligencia” en la ley de vacunas, y la caída final de toda la negociación.
Todo ello ocurrió antes de que llegara la llamada “segunda ola” de Covid. Cuando ésta comenzó a matar argentinos al punto de hacer alcanzar el número de muertos a casi 80000, fue que comenzó lo que para Vizzotti es una “obsesión”.
Se trata de la “obsesión” por saber que pasó; porque alguien explique porqué se desecharon vacunas que podrían haber salvado la vida de casi 30 mil personas.
Parecería ser esta una “obsesión” bastante justificable, máxime cuando se la compara con otras obsesiones como las que tiene el gobierno que integra la Sra. Vizotti y que consisten en llevarse por delante a los jueces independientes y en terminar con la imparcialidad del Procurador General.
Parecería que, según Vizzotti, la Sra. Fernández puede tener la obsesión de llevarse puesta la Justicia para que un nuevo poder amañado por ella termine, finalmente, declarándola inocente de los crímenes que cometió, pero que la sociedad y la oposición política no pueden tener la “obsesión” de que les explique qué pasó con las vacunas que podrían haber salvado la vida de miles de argentinos.
Hay algo que debe estar muy mal en la Argentina para que se esté desarrollando esta lógica perversa: en medio de una pandemia infame que se llevó puestas (por la impericia, la improvisación y el amateurismo del gobierno) miles de vidas y otras tantas frustraciones económicas, familiares, comerciales y hasta psicológicas, un gobierno sin escrúpulos trabaja día y noche para convertir en realidad y consagrar la aspiración de impunidad de una persona. Resulta que esa obsesión está permitida, pero la de un pueblo pidiendo explicaciones acerca de porqué no hay vacunas en los brazos de los argentinos, no.
La Sra. Vizzotti debería concentrarse en encontrar una justificación razonable para explicar lo que ocurrió. Y el gobierno debería parar con la obsesión de copar la Justicia y el Ministerio Público mientras los argentinos se mueren por Covid y se funden por el encierro.
Es esa obsesión la que repugna. No la de la prensa libre, la de la oposición y la de la sociedad toda que exige saber porqué al gobierno “nacional y popular” en lugar de desvelarlo la suerte del pueblo lo desvela la suerte de su jefa.


Publicado en The Post.




 

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