La suba del dólar
José A. Esteves
Fundador y Miembro del Consejo de Administración de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




Detrás de la expresión generalizada “sube el dólar” se esconde un arma utilizada por los políticos para desentenderse como responsables de tal dramático fenómeno (en las magnitudes en que lo vive la sociedad argentina). Para quienes comprenden los fenómenos de mercado es claro que tal expresión es solo un recurso literario simplificador de un proceso más complejo, pero no para el resto. Pero el análisis de la naturaleza de este proceso tiene en realidad implicancias profundas. ¿Por qué? Porque si fuera verdad que el dólar sube no existiría ninguna responsabilidad por parte de las autoridades monetarias argentinas. Sería como decir “sube el precio del barril de petróleo”. Contrariamente, si dijéramos “el peso pierde valor respecto de otras monedas” o “la moneda del país continúa devaluándose” ambas expresiones harían referencia a que es el Banco Central el causante de dicha situación, que tiene un enorme impacto en la vida de la gente. Incluso de aquellos que no compran dólares. ¿Por qué? Las razonas son varias. En primer lugar, si el peso pierde valor respecto de las monedas extranjeras (entre ellas, el dólar), subirán los precios de los bienes importados. Es decir, que si predevaluación una persona necesitaba un mes de salario para comprar una heladera, tras la devaluación necesitará más de un mes de trabajo. Lo mismo sucederá en bienes producidos localmente con componentes importados. Al mismo tiempo, si la persona antes utilizaba un 10% de su salario mensualmente para comprar carne para alimentar a su familia, tras la devaluación utilizará un porcentaje mayor porque –el caso del ejemplo de la carne– nos muestra la situación de un bien producido localmente, pero con un precio de referencia internacional. Es decir, en moneda dura, como el dólar.
La Argentina es un país rico en experiencias inflacionarias y devaluatorias. En algunos momentos, la inflación y la devaluación van al mismo ritmo. En otros, la devaluación va delante y la inflación luego. En otros, como ahora, la inflación va a un ritmo marcadamente superior a la devaluación: en los últimos 12 meses el IPC marca que los precios crecieron casi un 43%, mientras que el dólar (en términos de pesos) se encuentra prácticamente planchado desde diciembre. La intención del Gobierno será mantener “calmada” a la moneda extranjera hasta las elecciones para evitar el impacto político, pero el desafío es difícil. En los actuales meses, los ingresos de exportaciones sojeras (con precio internacional récord) contribuyen a tal situación, pero falta mucho tiempo para la incierta fecha electoral de medio término, en un contexto de voluminosos vencimientos de deuda pública.
En síntesis, la expresión “sube el dólar” esconde la mano del responsable de tal fenómeno de degradación monetaria que es –lamentablemente– parte de la cultura política argentina, y que tiene fuertes implicancias sobre el poder de compra de los ciudadanos, incrementando los niveles de inflación y profundizando la degradante pobreza ciudadana.

 

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