Los neocarpetazos de los seudoprogresistas
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




Poco se puede esperar cuando se habla desde la doctrina y no desde la mixtura entre ideas y hechos. Resulta peligroso para la calidad de la democracia, si se busca realmente vivir en sociedades abiertas y bajo el control de lo que estrictamente manda la ley, con legitimidad y legalidad en base a la Constitución Nacional, que organizaciones ad hoc se encargan de recopilar información de quienes consideran se encuentran en la vereda de enfrente ideológicamente
 
Aclaremos algo, no es lo mismo investigar, que señalar y enmarcar relaciones personales privadas en pos de lograr la intimidación o el temor de estas. La investigación periodística busca sacar a la luz la corrupción del poder, del gobernante. La indagación sobre la vida privada y las relaciones públicas con fines poco claros busca alentar el escrache, el señalamiento en un sentido negativo. Son dos cosas distintas por sus efectos sociales incontrolables.
 
Vivimos en democracia y sólo en el espacio público se pueden dar discusiones de importancia que tengan relevancia respecto de posiciones políticas, discursos, posicionamientos, apoyos, diferencias. El problema radica cuando todo esto es parte de una base de datos que se da a conocer, parcialmente, dado que seguramente ante el escándalo suscitado, todo el resto, de la información recopilada y relacionada discrecionalmente que tiene esta organización no se dió a conocer.
 
Llama la atención que todo esto venga de un sector y actores que se denominan progresistas. El progreso está relacionado con la expansión de la sociedad, de las diferencias de modo de vida, de la protección de la vida íntima y sus elecciones, de la calidad de vida en materia económica, política y de derechos humanos. Nunca, se hubiera pensado, como algunos queda claro que sí lo piensan, progreso es Estado presente y administración que baje línea sobre cuál es la mejor forma de vida y pensamiento. Esto es retroceso o como bien se ha denominado en la actualidad el retroprogresismo latinoamericano.

Todos quienes buscamos más libertad dentro de la ley y no el señalamiento, el escándalo público, el escrache, entendemos que hay límites entre el Estado, el servicio al estado y gobierno, y la vida cívica,  la vida por fuera de los cánones doctrinarios. Hay esferas que no deben confundirse y deben respetarse.
 
No hace mucho escribimos en estas mismas columnas de Perfil que deberíamos recuperar el sentido común y por esto priorizar a la sociedad civil como el primer sector de nuestras relaciones en donde éstas se den de modo colaborativo, de modo coordinado y en libertad, no bajo amenaza ni coerción o coacción alguna.
 
Esperemos entonces, que en la campaña electoral 2021 que se nos avecina, estos nuevos modos digitales de ciberactivismo conservador como #reacciónconservadora de parte de los seudo progresistas no sean las nuevas formas de carpetazos digitales que hemos conocidos históricamente. Serían ir un paso más allá de la grieta, sería el abismo.
 
Y lo que es peor, que parte de toda esta información no venga o sea producto de relaciones con sectores de inteligencia que colaboran con causas antidemocráticas, que como bien dijo el presidente Alberto Fernandéz, en algún momento de la historia realizó actividades represivas o intimidatorias, de mínima, por no nombrar otras. Ojala esto no sea así, sería lamentable y un nuevo retroceso inexplicable para la seguridad interior y la seguridad personal que es inviolable.
 
Finalmente, creo que la libertad de expresión y publicidad, la libertad de prensa, la protección de fuentes, la actividad del periodismo como cuarto poder, son valores y actos que la democracia constitucional de raigambre liberal y republicana nos legó y consagró pilares institucionales para una vida en sociedad con información de calidad y sin operaciones políticas o macartistas. Esperemos que esto nunca se olvide, sea cual sea el posicionamiento político.
 
Estamos grandes, la democracia espera actos de adultos razonables, no de personas que juegan con el nombre y la reputación de otras personas.
 

Publicado en diario Perfil.

 

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