El peso del estatismo

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
“El que está en el gobierno debe procurar ante todo que
cada uno conserve sus propios bienes y que el Estado no disminuya los bienes
privados” Marco Tulio Ciceròn(106-43 a.de Cristo)
En
la Argentina, los sucesos de la vida política cotidiana, parecen enfrentar a veces enfáticamente a diversos sectores sociales, pero en
realidad, hay en todos ellos por motivaciones psicológicas y sociales, una fuerte base común: el estatismo. Ello explica el desprecio por los partidos, la política
y también
el coqueteo con el corporativismo.
Sin duda, desde el primer gobierno de Juan
Domingo Perón, en la sociedad argentina,
las corporaciones, en especial los sindicatos, han ganado un exagerado espacio sobre el conjunto de la sociedad. Estamos
pagando las consecuencias: una creciente desconfianza hacia la clase política y
a las soluciones que ésta puede proponer. El populismo nacionalista y estatista
que todavía nos castiga, se fue
gestando a partir de 1943. Fue resultado
de una alianza entre militares y estratos bajos, hacia donde fluyó la ayuda
estatal y en mayor medida hacia los
sectores sindicalizados.
Desde
que se creó la Secretaria de Trabajo y
Previsión, el 27 de noviembre de 1943, y se empezaron a sancionar y hacer
cumplir por el Estado más leyes
laborales, se prolongó el peso político
de los gremios, al punto que
prescindieron por completo de los
partidos, participando directamente en las tratativas y acuerdos con
el gobierno, el ejército, la iglesia y los empresarios. Esto
reafirmó la propensión de los
trabajadores al estatismo y a aumentar su peso político de los gremios,
el cual será utilizado al principio por Perón y luego, cuando desaparece
su implacable autoritarismo, por los
líderes sindicales. La dinámica
sindicatos-empresa fue suplantada por la de sindicatos-estado. Los
controles draconianos de la economía
limitaron la actividad económica, llevando al autoritarismo político y al constante arbitraje del Estado en los incesantes diferendos entre las
demandas sectoriales.
Perón, fue el responsable de que se desarrollara en
el movimiento sindical la conciencia
estatista, debido al prestigio cada vez más acentuado de las nacionalizaciones, por ello
los gremios concuerdan con los
gobiernos que pretenden reducir el área de la propiedad privada. Se les ha
hecho creer que si el capitalismo es derrotado dejaran de ser explotados por el sistema, se equivocan, según evidencia la práctica de
las estatizaciones, tanto en la
Argentina, como en los países
socialistas.
Es
justo reconocerle a la política de Perón, que el trabajador anónimo se sintió real y
sistemáticamente sostenido en sus derechos jurídicos y asistidos por el Estado.
Esta explica la fidelidad a Perón y por ello al peronismo, más allá de la inflación, la congelación de
salarios, el estancamiento económico y la dependencia e inmoralidad de sus
sindicatos y de su propio gobierno
El
entendimiento entre el Gobierno y los gremios se vuelve peligroso porque hace
posible encoger la propiedad privada y aun hacerla
desaparecer mediante nacionalizaciones. Su existencia es un foco de poder y de fiscalización del gobierno, no es extraño
entonces que los jefes de Estado, con pretensión autoritaria, procuren eliminar
su básica espontaneidad.
La crítica al estatismo no implica una defensa
de la libertad absoluta, a veces son
necesarios ciertos controles, pero
deberían abarcar a toda la sociedad y no solo sobre ciertos sectores, generalmente los más
productivos, como lo está haciendo el gobierno de Alberto Fernández, creando
personas y entidades privilegiadas por
el gobierno y no por el mercado,
impeliendo al empresario a una conducta
corporativista.
La
idea central del corporativismo es
reemplazar los partidos políticos por
las corporaciones como
instrumento para articular las demandas de la sociedad global. Ello
implica, necesariamente, la desaparición, o un severo debilitamiento del sistema de partidos, el cual, en una
sociedad democrática, es el supremo
intérprete y forjador de las demandas sociales, además de moderador de los conflictos y del propio Estado.
Es
importante darnos cuenta, justamente antes de las elecciones, que el corporativismo exige la dictadura, con
el objeto de poner orden en el enfrentamiento de intereses de los diferentes
sectores sociales. Es por ello, que el estado tiende a dominar, sin
limitaciones, al conjunto de la vida
social. En Argentina, los sindicatos, han logrado presionar
directamente sobre el gobierno y lograr
éxito en la medida que son grupos
muy bien organizados. Casi se ha
terminado con la mediación, que en una sociedad es típica de lo político.
Por lo expuesto, flaco favor le hacen
los candidatos al país, cuando
despotrican contra la política y el
sistema de partidos-
El
Gobierno se esmera en aumentar el poder del estado, imitando en muchos aspectos la política de Perón,
la que nos llevó a padecer su dictadura. El aire estatista es ya irrespirable. El
patoterismo sindical, consciente de su
poder de movilización y de los recursos que le proporciona el manejo de los
fondos gremiales, le ayuda a debilitar aun más la
democracia. Ante la crítica situación
tendrían que cerrar filas con las fuerzas democráticas. El repaso de la
historia debería curarlos de su ceguera
voluntaria: más allá de las gratificaciones que Perón les dio a los sindicatos,
les quitó la autonomía, dejándolos
incapacitados para tomar decisiones propias, si afectaban sus planes. Los utilizó para
amenazar o coaccionar, además de fiscalizar a los trabajadores. Las huelgas que
se producían debían ser favorables a su política o eran declaradas ilegales y
sus líderes perseguidos. Prueba de ello fue el ataque contra toda
autonomía de la dirigencia sindical que había seguido a Perón: ya presidente, decide la disolución compulsiva del Partido
Laborista, instrumento y refugio de quienes pretendían mantener su autonomía.
Los líderes, que se oponían a sus
demandas de sumisión, fueron desalojados
de sus cargos y algunos hostilizados y encarcelados. El 8 de febrero de 1947, la CGT entra definitivamente en la línea
de sujeción al Estado cuando un incondicional de Perón, Aurelio Hernández, ocupa el cargo de
secretario general.
La
ley, o los grados de su aplicación adecuada, fue reemplazada por lo que la
autoridad suprema entendía que era su conveniencia, salvo en los aspectos que
resultaba indiferente para el gobierno.
El
fenómeno peronista muestra el amplio consenso que pueden lograr las prácticas
políticas contrarias a la democracia, la libertad y al estado de derecho, cuando ellas se funden
con gratificaciones inmediatas para amplios sectores de la población. El
consenso que recibió esta política corporativista, que implicaba necesariamente
marginar al sistema de partidos, explica
la difusión en el nivel de la práctica y de las ideas, de un autoritarismo
generalizado en la vida social y la cultura argentina.
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