La política concentrada en la rosca política en vez de pensar en el largo plazo
Roberto Cachanosky
Economista. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Desde que el kirchnerismo llegó al poder, Argentina vive al borde riesgos institucionales y, además, hace 11 años que no crece, ni se crean puestos de trabajo.
La oportunidad la tuvo Cambiemos en 2015, hoy Juntos por el Cambio, pero la debilidad parlamentaria y, en particular la ausencia de un plan económico consistente hizo desperdiciar esa oportunidad.
Lo cierto es que el riesgo institucional condiciona permanentemente la política económica. El argumento de JxC es: si avanzamos con las reformas estructurales corremos el riesgo de perder las elecciones y que gane el kirchnerismo e imponga una autocracia. Es más, estando en el gobierno la apuesta siempre fue a mantener la grieta como forma de ganar las elecciones. El tema económico no era considerado como una opción para ganar espacio político. Mantener la grieta era el negocio. Y finalmente fue un pésimo negocio.
¿Por qué existe el riesgo institucional? Porque la democracia se ha transformado en un proceso electoral en el cual, en forma delirante, se vota si los argentinos vamos a vivir en un sistema autocrático donde uno solo tiene todo el poder al estilo de las antiguas monarquías y se anulan los derechos individuales, o el que llega al poder se limita a administrar la cosa pública respetando los derechos individuales. Parece demencial, pero en Argentina llegamos al absurdo de ir a votar para decidir si se van a violar los derechos consagrados en la Constitución Nacional o si esos derechos se mantendrán.
El miedo a perder esos derechos lleva a paralizar a la oposición en materia económica y prefieren mantener el mismo populismo que se hereda del kirchnerismo evitando reformas económicas y, sobre todo, presentar un discurso que le otorgue a la población un horizonte de prosperidad. Fue por eso que Cambiemos continuó revoleando planes sociales durante cuatro años en vez de impulsar la cultura del trabajo y lanzar un discurso de vuelta a la cultura del trabajo.
Durante el fin de semana se supo que JxC le pidió a Lousteau que hiciera un resumen de varios trabajos de la colación. Los papers que presentaron UCR, CC y PRO. Eso demuestra que en JxC siguen sin entender el problema económico. La economía no se resuelve tomando un poco de lo que dice uno, otro poco de lo que dice otro y otro poco de lo que dice un tercero porque de eso sale una ensalada rusa.
Haciendo ese ensayo podrán quedar todos los sectores políticos conformes, pero solo de casualidad podrán tener una propuesta consistente. Lo más probable es que semejante mezcolanza termine siendo un colador por donde le lluevan las críticas por inconsistentes.
En el libro El economista y la política, de William Hutt, el autor tiene el siguiente párrafo que parece describir perfectamente el fracaso económico de los argentinos. Dice Hutt: muchas veces, el economista acepta las restricciones que le establece el político y termina asesorándolo para que actúe como si no lo hubiese asesorado un economista.
Puesto en otras palabras, aceptando las restricciones que le establecen los políticos, algunos economistas terminan armando un esquema económico tan inconsistente que, antes que empiecen a aplicarlo, se sabe que va a hacer agua.
Lo que se puede percibir sobrevolando el mundo de la política, son los escasos conocimientos que tienen los políticos sobre la economía. No resisten más de 30 minutos analizando el problema económico. Los entretiene más la rosca política que formarse en esa disciplina. Por eso luego salen en los medios hablando superficialidades o inconsistencias sobre la economía. Pero no solo no tienen conocimientos, sino que tampoco tienen convicciones. Creen que la política está por encima de la economía y que esta debe subordinarse haciendo lo que la política necesita. Puro voluntarismo. El sí se puede de Cambiemos que terminó siendo Continuemos.
Bajo estas condiciones, siempre hay algún economista dispuesto a aceptar esas restricciones políticas y terminan sustituyendo reformas estructurales por piruetas financieras y monetarias que finalizan en una crisis cambiaria e inflacionaria. No es casualidad que Argentina viva de estallido en estallido. Es la combinación de políticos desinteresados de la economía y de economistas que arman esquemas explosivos para conformar a los políticos lo que lleva a un estallido detrás de otro.
La realidad es que dada la magnitud del desajuste macroeconómico que tiene Argentina, requiere de un mínimo de medidas económicas que supera a cualquier otra crisis. No es lo mismo la crisis de 1975 que la actual porque en 1975 no se habían destruido tantos signos monetarios, ni se había llevado el gasto público hasta los niveles actuales, ni se habían confiscado tantas veces los depósitos y los ahorros, ni la carga tributaria llegaba a los niveles actuales y, como corolario, el colchón social era mucho mayor en 1975, donde la pobreza, la indigencia y la desocupación llega a niveles eran mucho menores a los actuales.
En otros términos, a medida que va pasando el tiempo, va creciendo el mínimo de medidas económicas a aplicar. Por ejemplo, en los 60 tal vez no era necesario hacer una reforma monetaria para poner la economía en funcionamiento. Hoy sí se requiere esa reforma porque Argentina no tiene moneda.
Luego de tantos fracasos, los políticos deberían entender que hay un mínimo de medidas que hay que adoptar en este contexto político y social para poder salir de las continuas crisis económicas y no estar pendiente siempre de si el kircherismo rompe todas las instituciones para establecer una autocracia.
La función del economista es decir cuál es ese mínimo de medidas para que el plan sea consistente y no quedar colgados del pincel una vez más, como ya le ocurrió a Cambiemos con el gradualismo que le vendieron los sectores progres de Cambiemos. Y, a su vez, los políticos entender que tienen que darle respaldo político a esas medidas.
Un gobierno de coalición, para tener éxito, tiene que amalgamarse en una política económica consistente, no en una ensalada rusa que deje contentos a todos, pero con un plan que sea un adefesio.
Es curioso como los políticos se sienten cómodos con políticas económicas que ya fracasaron y después se preguntan por qué la gente no los acompañó.
Tal vez sea porque en Argentina hay demasiados políticos entretenidos en la rosca para ganar las próximas elecciones, pero son incapaces de pensar una propuesta de largo plazo. No están intelectualmente preparados, ni interesados para hacer ese esfuerzo.
Por eso, de pensar siempre en la rosca política, es que hace casi 20 años que se buscan alianzas para ver cómo se frena el proyecto autoritario k y la sombra de la autocracia paraliza una y otra vez la vida de los argentinos.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 6 de julio de 2021.



 

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