Cuba y la Argentina
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Los episodios que ocurrieron en Cuba durante el domingo, el lunes y tal vez sigan ocurriendo ahora (no lo podemos precisar porque el régimen cortó el servicio de electricidad y de internet para que los cubanos no pudieran informar lo que está sucediendo) son una expresión de hartazgo y de rebelión contra el yugo comunista de más de 60 años.
La gente no tiene literalmente nada: ni comida, ni luz, ni agua, ni medicinas: solo tienen miedo, escasez, miseria, degradación y envilecimiento. En ese escenario, los más jóvenes han decidido lanzarse a las calles de todo el país (no solo de La Habana) para expresar su rebelión contra la servidumbre y la pobreza.
Han visto sobrevivir -porque nadie “vive” de hecho en Cuba- a sus padres, sumergidos en las privaciones y en los miedos más absolutos. Sin poder hablar, sin derecho a decidir qué vida querían vivir, sin sueños, sin aspiraciones… Presos de una opresión material y psicológica que los condenó de por vida a subsistir en una inmensa cárcel.
Muchos han visto como algunos, jugados por jugados, se lanzaron al mar  con la esperanza de remar hacia la libertad. De algunos volvieron a tener noticias desde las orillas de la civilización. De otros nunca más se supo nada.
Todos ellos, hayan alcanzado o no el objetivo de las suaves playas de Key West, consideraron que era mejor alternativa morir en el intento de vivir una vida libre que permanecer vivos pero como esclavos de un régimen atroz.
Ese régimen ordenó reprimir a los manifestantes con lo que llamó una “orden de combate”. Lanzó a las calles a las fuerzas de choque conocidas como “boinas negras” y luego dijo que los manifestantes habían recibido la respuesta que merecían.
En este contexto el presidente lacayo de la Argentina dijo que no sabía lo que estaba sucediendo en Cuba pero que “había que terminar con los bloqueos”. Cuba no está sometida a ningún bloqueo que no sea el de un régimen salvaje que le clausuró a su pueblo la posibilidad de soñar, de tener aspiraciones, de tener ilusiones, en suma: de vivir. Ese es el único bloqueo que sufre Cuba. La sanción económica de los EEUU es un embargo comercial (que además no incluye ni alimento ni medicinas que pueden seguir siendo enviados a la isla) y no un “bloqueo”. Fernández, en esto, no es más que otro idiota útil que actúa como polea de trasmisión de la idea gramsciana del comunismo de trasmitir la subliminal idea de que la 7ma flota norteamericana rodea la isla para matarla de inanición. Falso. Cuba puede comerciar con todo el mundo si quiere. Solo tiene impedido el comercio con EEUU. Algo que no debería ofenderlos toda vez que lo consideran un imperio del mal. Si tan exitoso fuera su régimen podrían demostrarlo aun sin comerciar con EEUU y así probar su superioridad social, económica y hasta moral. Pero no. Prefieren levantar una bandera falsa para tener una excusa de victimización: “nos morimos de hambre no porque padecemos un régimen que, además de inhumano, es completamente inútil, sino porque EEUU nos bloquea.
La nomenklatura comunista argentina, a su vez, que especula con empiojar la paz social constantemente con manifestaciones a las que muchas veces ni sus propios integrantes saben a qué van, no dijo una palabra sobre la brutal respuesta del régimen cubano a un reclamo por la libertad.
Ese régimen asesino mantiene bajo el yugo comunista a un pueblo paralizado por la hambruna y la falta de servicios esenciales. La pandemia sirvió para desnudar aún más la escasez en la que sobrevive esa gente. Nunca se sabrá cuánta gente murió porque en los hospitales no hay insumos, ni remedios, ni siquiera calmantes.
Que esta lacra aspire a dominar la región, a sentar sus reales sobre la Argentina, a someter a nuestro país a la profundización de las privaciones a las que, en muchos casos, ya lo sometieron, es lisa y llanamente incomprensible.
Que un conjunto de ignorantes y resentidos promueva instalar aquí una réplica de ese modelo de miseria, temor y servidumbre es sencillamente una locura.
Sin embargo, si no se hace algo rápido hacia allí va el país. Es más, ya se han producido avances notorios en ese sentido. La destrucción del espinazo productivo del país, la declaración de guerra a la clase media (el sostén típico del músculo social, la franja de la sociedad que por su empuje y por sus ganas de estar mejor genera un torrente de oportunidades para todos), el atroz adoctrinamiento escolar, el embrutecimiento generalizado de los jóvenes, el empobrecimiento adrede de los chicos, la trasmisión de una sensación que la gente no puede mejorar, que eso que tiene es lo máximo a lo que pueden aspirar, que el barro en el que viven no se puede cambiar y que, encima, es la culpa de un grupo de dañinos que dispuso que ellos vivieran así, constituyen mojones innegables en el trayecto de instaurar una dictadura de nomenklatura.
Ver una foto aérea de La Habana hoy, exime cientos de palabras de comentario: edificios enmohecidos, parcialmente destruidos, envilecidos por el tiempo y la falta de mantenimiento son el fiel reflejo de lo que también le pasó a la gente que vive en ellos. Están allí sujetos a toda clase de privaciones, igualados en una miseria que los hunde en la indignidad.
Contra eso se levantaron el domingo los cubanos. El dictador Diaz-Canel, el amigo de Alberto Fernández, culpó a los Estados Unidos por las revueltas. Es casi cómico, si no fuera trágico.
¿Cuándo van a abrir los ojos los argentinos? No queda demasiado tiempo ya. Es de la mayor prioridad develar con todas las letras lo que significa el comunismo y, a los comunistas, decírselo en la cara, con todas las letras: ¡comunista asesino, si no de personas, al menos de sueños, de ilusiones, de aspiraciones!
El neocomunismo kirchnerista debe ser desenmascarado. Algunos han arribado a él porque, como ya lo advirtiera el cínico de Néstor Kirchner, “la izquierda te da fueros” y eso es un salvoconducto para robar y volverse rico a expensas de un pueblo ignorante hundido en la miseria.
El daño cerebral que ya han materializado constituye, sin dudas, el principal escollo para acabar con ellos. Tan maquiavélicos son que saben que inundando de odio clasista las mentes de los jóvenes se aseguran la carne de cañón que los defenderá de aquellos que reclamen derechos y libertad.
¡Que Dios proteja a quienes desafiaron los servicios más crueles de la Tierra y se lanzaron a pedir lo más esencial que necesita un hombre: libertad para decidir la vida que quiere vivir! ¡Y que Dios se acuerde de la Argentina, que urgentemente necesita advertir que el odio solo es funcional a una casta millonaria que vive de expoliar al pueblo!


Publicado en The Post.



 

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