Antecedentes pre-marxistas del impuesto progresivo.
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.






"El mismo Seligman hace una historia de las diversas iniciativas que en los tiempos primitivos señalaron, aunque sea en forma de esbozo, un intento de materializar el impuesto progresivo. Y en este sentido recuerda el antecedente de Guicciardini, que, en el año 1549, en su obra La décima scala in Firénze, se ocupó ya del tema. Las tentativas se registraron también en los tiempos de la Revolución francesa, bajo cuyo imperio se sancionó una ley de limitación de las rentas. En Francia, precisamente, habían de señalarse los más serios intentos para llegar al impuesto progresivo, mereciendo recordarse a M. Dufay, verdadero paladín, quien en su obra L'impot progressiff sur le capital est sur le renta, dice: "La tributación debe mantener en un justo límite la apropiación particular de la riqueza producida, al menos indirectamente, por el trabajo de todos. Debe mantener entre los hombres cierta igualdad real, corrigiendo y atenuando los efectos del egoísmo individual y la extrema desigualdad natural. En otras palabras, concluye, la misión del impuesto es liberar el trabajo en lugar de estorbarlo y coartarlo, como ocurre en el presente. En consecuencia, debe él restar su excesivo poder al capital y dar al trabajo su poder social, que tiene hoy en grado insuficiente"."[1]
Los franceses han sido histórica y tradicionalmente en su mayoría socialistas, o han tendido hacia esa ideología, a veces más, otras menos. Raras han sido las excepciones, entre las cuales es obligado citar al notable decimonónico Frederic Bastiat y, más modernamente, al notable Jacques Rueff, por supuesto entre otros. Ya hemos visto antes que, Marx y Engels ubicaron en el segundo lugar de importancia de su plan para imponer el comunismo a nivel mundial la creación de impuestos progresivos fuertes a las personas. Y ciertamente no creemos causal que la mayoría de los países del planeta hayan adoptado los mismos sin tener ninguna vinculación con el influjo marxista ejercido y expandido por todo el orbe, inclusive hasta nuestros días. Pero, desde luego, ni Marx ni Engels fueron precursores de este impuesto, ya los hubo antes que ellos.
En Francia siempre ha predominado -desde los tiempos de la revolución francesa en adelante- un socialismo de tipo gramsciano (por Antonio Gramsci, el célebre pensador marxista italiano) que propone la lenta pero persistente infiltración marxista por vías "no" violentas a través de la educación y diversos medios de comunicación social. Su paralelo en Inglaterra ha sido la sociedad Fabiana. Pero las ideas gramscianas y fabianas han tenido mayor repercusión y aprobación en Francia más que en otras partes.  Hoy están extendidas por todo el mundo.
Aceptan el marxismo en sus planteos básicos y fundamentales, y sólo discrepan en la metodología de implementación. De allí que, condenen la propiedad privada de rentas, capitales y patrimonios, y vean en los impuestos la manera más sutil y mejor implementada de expoliación. Mediante la doctrina de la "justicia social" cambiaron la palabra expoliación por expropiación, pero el artilugio es vano para quien lo medite superficialmente: se trata de lisa y llana expoliación. La ley impositiva pende como Espada de Damocles sobre la cabeza del "contribuyente" que vive en una constante amenaza entre pagar o ser severamente castigado.
Desconocen cómo funciona el mercado, y que este es el que mantiene "en un justo límite la apropiación particular de la riqueza producida" mediante el mecanismo de distribución de la misma que, conforme a los mandatos de los consumidores, el propio mercado cumple. Son los consumidores y no los productores los que determinan cuanta riqueza poseerá cada miembro de la comunidad. El impuesto no puede cumplir con esta función porque es contrario a su naturaleza, por eso lo más que puede hacer es destruirla. Esta ruina se consuma mediante la redistribución de rentas y patrimonios llevada a cabo por medio de instrumentos fiscales y otras vías de ataques a la propiedad privada.
Cuando alude al "trabajo de todos" quiere referirse a lo que Marx llamaba el "trabajo socialmente necesario" para producir cualquier cosa fincando el valor de las cosas en esa fórmula. Pero el valor de las cosas no surge del trabajo sino de su utilidad marginal, como hemos explicado en todas nuestras obras.
Paradójicamente para muchos, la "igualdad real" que busca el autor se obtiene a través del "egoísmo individual" como ya lo advirtiera en 1776 Adam Smith en su obra magna Investigación sobre la causa y naturaleza de la riqueza de las naciones. No hay otra manera de acercarse a ella. Este egoísmo -para sorpresa de muchos ignorantes- es también la solución (como la historia lo ha demostrado donde se lo ha dejado actuar) a "la extrema desigualdad natural" y en cuanto a que "la misión del impuesto es liberar el trabajo en lugar de estorbarlo y coartarlo, como ocurre en el presente" es precisamente al revés, y plantea una misión imposible, porque el impuesto jamás ha podido, ni puede, ni podrá nunca liberar el trabajo. Esto es un absurdo. Y lo de "estorbarlo y coartarlo, como ocurre en el presente" es lo que ha sucedido en el pasado y sucederá en el futuro, por cuanto se quiere hacer del impuesto algo que es contrario a su naturaleza. El impuesto es un robo, y por más que se lo adorne con hermosas palabras, frases maravillosas, y los mejores deseos seguirá siendo lo que fue en el pasado y es en el presente: un despojo violento, una expoliación.
Respecto de que el impuesto "debe él restar su excesivo poder al capital y dar al trabajo su poder social, que tiene hoy en grado insuficiente" es una expresión poco feliz, porque al restar el poder del capital resta el del trabajo, habida cuenta que sin capital no hay trabajo, pero la ignorancia económica hace decir sandeces a muchos según se aprecia, como que el capital se "opone" al trabajo y viceversa lo que es algo a luces vista ridículo y pueril. "Combatir al capital" como dice la letra de la marcha peronista -tan celebrada por las masas hoy en día- es destruir el trabajo y multiplicar la pobreza, creando riqueza para los burócratas, sus familias y amigos.
 


[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.


 

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