Patrón oro: Medio siglo
Macario Schettino

Profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).





Este domingo se cumplirán 50 años del fin de Bretton Woods. El 15 de agosto de 1971, Richard Nixon anunció que EE.UU. no mantendría más el tipo de cambio fijo entre el oro y el dólar (35 dólares por onza). Ese anuncio modificó por completo la economía y política globales.
Bretton Woods es el nombre de un balneario de invierno en Connecticut, en donde se reunieron al término de la Segunda Guerra Mundial representantes de los países victoriosos (de Occidente) para acordar un sistema financiero global que evitara los errores ocurridos al fin de la Primera Guerra. En 1918, los vencedores abusaron de los derrotados, no sólo quitándoles territorio y promoviendo la aparición de naciones en donde no las había, sino obligándolos a pagar cantidades inmensas como reparación por el conflicto. El resultado fue el derrumbe de Europa central, y con ello el caldo de cultivo de gobiernos populistas con orientación totalitaria. Al final, hubo una Segunda Guerra.
Al término de ésta, para evitar la repetición de la tragedia, los participantes en Bretton Woods acordaron un nuevo sistema financiero que intentaba replicar el patrón oro (el sistema previo a la Primera Guerra y sostén de la primera globalización), pero dando ventaja a EE.UU. En lugar de que las monedas tuviesen una relación fija y directa con el oro, lo tenían con el dólar, y éste con el oro. Esa posición intermedia le permitió al dólar consolidarse como la moneda de referencia global que aún sigue siendo. Giscard d’Estaing se quejaba diciendo que era un privilegio exorbitante.
Así fue. Como moneda de referencia, había un incentivo para EE.UU. de producir más dólares de los que realmente podía respaldar con oro, confiados en que otros países absorberían el exceso de moneda. Por esa razón, tanto los programas sociales de Lyndon Johnson como la guerra en Vietnam podían financiarse con déficit, y éste cubrirse con dólares que superaban las reservas en oro con que contaba el país. Esto empezó a ser evidente, y el precio del oro en los mercados, desde 1969, superaba los 35 dólares acordados. Para 1971, ya no hubo más remedio que liberar al dólar, convertirlo en moneda fiduciaria por completo (es decir, sin reserva alguna), y con ello terminar con Bretton Woods.
Puesto que las monedas tenían un tipo de cambio fijo con el dólar, al liberar éste no había forma de coordinar adecuadamente las transacciones, de forma que se llevó a cabo un proceso de negociación (en el instituto Smithsoniano de Washington) que después de varios meses acordó fijar los tipos de cambio de las principales monedas, y con ello el tránsito definitivo a los tipos de cambio flexibles. Los países que negociaron ese proceso, EE.UU., Francia, Reino Unido, Alemania y Japón, conformaron el G5, que después iría creciendo.
La combinación del fin de Bretton Woods y el acuerdo Smithsoniano (finalizado en febrero de 1973), con el embargo árabe de petróleo resultante de la guerra de Yom Kippur (octubre de 1973) provocó un primer golpe de contracción más inflación (estanflación) en Occidente. Los gobiernos reaccionaron como lo habían hecho desde 1946, incrementando su gasto para evitar la contracción, pero ya no estaban en el entorno de Bretton Woods, de forma que le dieron un impulso adicional a la inflación.
Con la revolución iraní de 1979, que multiplicó por tres el precio del petróleo, la estanflación regresó con mayor fuerza. Los votantes decidieron cambiar de gobierno, e impulsaron a Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EE.UU. Ambos iniciaron un proceso de liberalización de sus economías, impulsaron que eso mismo ocurriese en otras partes y promovieron el derrumbe del bloque soviético. A eso le llaman algunos ‘neoliberalismo’.
A veces se olvida el contexto.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 13 de agosto de 2021 y en Cato Institute.


 

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