Argentina de la parabola a la realidad
Armando Ribas
Abogado, profesor de Filosofía Política, periodista,
escritor e investigador. Nació en Cuba en 1932, y se graduó en Derecho en la
Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. En 1960 obtuvo un
master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas,
Texas. Llegó a la Argentina en 1960. Se entusiasmó al encontrar un país de
habla hispana que, gracias a la Constitución de 1853, en medio siglo se había
convertido en el octavo país del mundo.
Argentina y Cuba son dos ejemplos
parabólicos en el sentido compartido de parable
en inglés y parábola en castellano. ‘Parable’ significa: “Una simple historia
que ilustra una lección moral o religiosa”. En castellano la definición del
diccionario es similar y dice: “Narración de un suceso fingido del que se
deduce por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral”.
Conforme a estas definiciones The Economist publicó un artículo que tituló: “La
parábola Argentina; lo que otros países pueden aprender de un siglo de
declinación”. Me he permitido incluir a Cuba en el análisis pues allí también
se percibe la falacia de la izquierda que asuela al llamado mundo Occidental y
Cristiano.
The Economist reconoce los logros argentinos
en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, tal como me permitiera
describirlo en mi libro “Argentina un Milagro de la Historia ”. Si bien no voy
a considerar en esta oportunidad otros factores favorables que toma en cuenta
The Economist, tales como el clima, la belleza de su población y la
productividad de la
Patagonia , voy a insistir en el reconocimiento de que todas
estas aparentes virtudes desaparecieron a partir fundamentalmente de 1943. The
Economist reconoce que la actual crisis argentina se debe al gobierno actual,
pero señala que ésta no es más que la última etapa de una secuencia de
populistas económicamente iliteratos que comienzan con Juan y Eva (Evita) Perón
(sic). Al mismo tiempo destaca que a principios del siglo XX, Argentina era el
país del futuro, crecía más que Estados Unidos y tenía un PBI mayor que
Alemania, Francia e Italia.
Inteligentemente The Economist señala que
las causas que determinaron la declinación argentina son el mayor peligro que
enfrenta hoy Occidente, pues el comunismo leninista habría desaparecido como
alternativa política, con la caída del Muro de Berlín. Hasta cierto punto
comparto ese criterio, y la Unión Europea
es el mejor ejemplo del proceso de deterioro económico que está teniendo lugar
en función del Estado de Bienestar que determina un nivel de gasto público
insostenible. Así The Economist se preocupa y se pregunta qué pasaría si se
destruye la Euro
zona.
Las consideraciones de The Economist son de
la mayor envergadura para comprender la realidad de la historia argentina y así
como de la crisis actual. Es evidente que la política argentina por más de
setenta años ha ignorado las razones éticas y políticas que la colocaron entre
los primeros países del mundo a principios del siglo XX. La Argentina en aquella
oportunidad, le mostró al mundo que no era necesario ser ni anglosajón ni
protestante para lograr la libertad y el éxito político y económico. Me voy a
permitir insistir que si aquel éxito se debió a la Pampa húmeda, parecería que
se humedeció en 1853 y se secó en 1943.
Todo parece indicar que hoy en el ámbito
político se ignora que el factor determinante de la Argentina que fue, fue
la instauración y el cumplimiento de la Constitución de 1853, y su declinación la
consecuencia de su pertinaz violación. Ya parecería que invocar los derechos
que garantiza la
Constitución es ser de derecha y por tanto descalificado
éticamente por estar a favor de los ricos. Consecuentemente nadie en la
oposición parece reconocer ese hecho trascendente que determinó la decadencia,
y así han imperado el fascismo y su generador el socialismo violatorios de los
derechos individuales. La izquierda también en Argentina tal como señala Thomas
Sowell ha monopolizado la ética, en nombre de la supuesta igualdad y los
derechos del pueblo. Se ignora así la sabiduría de Alberdi cuando escribió: “El
egoísmo bien entendido de los ciudadanos, solo es un vicio para el egoísmo de
los gobiernos que personifican los Estados… Hasta aquí el peor enemigo de la
riqueza del país es la riqueza del fisco”. A los hechos me remito.
Es hora de que surja una oposición
argentina que rescate los valores de su historia, así como lo ha hecho The
Economist, para lograr que vuelva a ser lo que fue. Toda la labia de la
izquierda que se funda en los derechos del pueblo, de hecho significa la
violación de los derechos individuales y la suma del poder político absoluto,
para satisfacer el egoísmo de los gobiernos. En el momento en que la
Sra. Carrió aparentemente ha dado un vuelco
filosófico político a su postura inicial y propone la necesidad de que la
oposición llegue a un acuerdo con el PRO, ella ha sido rechazada por el
representante de la izquierda, su socio político el Sr. Pino Solana. Por
supuesto esta oposición se debe a la ética de la izquierda conforme a la cual
cumplir con la
Constitución es ser de derecha y por tanto estar a favor de
los ricos.
El otro aspecto del cinismo universal que
se manifiesta en la política internacional es el aparente desconocimiento de
los crímenes de Fidel Castro y de su hermano por más de 55 años. Así aparece
claramente en la última reunión del CELAC en la Habana donde los
presidentes de América Latina le rindieron pleitesía. Y traigo a colación la
situación de Cuba pues la considero la otra parábola en América. Cuba en 1959, a la llegada de los
Castro, era el país de América Latina con el mayor standard de vida. Era el
tercer país en televisión y el mayor productor de azúcar. Producía 5 millones
de toneladas por año; hoy produce cien mil. Y puedo reconocer que hoy compite
con Haití por ser el país más pobre de América.
Cuba,
al igual que la
Argentina , mostró que el sistema que reconoce los derechos
individuales es determinante del éxito político y económico. A diferencia de la Argentina donde se creó
en virtud de la sabiduría filosófico política de sus padres fundadores de la Constitución de 1853,
en Cuba llegó por ósmosis. Es decir, por la relación directa con Estados Unidos
y por tanto toda la actividad económica estaba en manos privadas. Por ello
cuando llegó la Revolución
del 26 de Junio, me atrevería a decir que no sabíamos a donde íbamos, por más
que Fidel se explayó al respecto en su discurso de La Paloma donde expresó
claramente su propósito de romper con Estados Unidos. Hoy el pueblo cubano
padece hambre y falta de libertad, pero ello se ignora en el mundo. Tanto así
que la Unión Europea
ha propuesto un diálogo con los Castro, y
también el Sr. Kerry desde Estados Unidos en representación del
presidente Obama para derogar la falacia del embargo en la actualidad, y que la
izquierda falazmente denomina bloqueo. Me permito recordar una frase de martí:
“Ver cometer un crimen en calma, es cometerlo”.
Todo parece indicar que Venezuela con
Maduro a la cabeza desde la democracia mayoritaria insiste en seguir los pasos
de Fidel Castro tal como lo había propuesto Chávez en su Socialismo del Siglo
XXI. Lo único positivo de este lamentable proceso es que a diferencia del caso
de Cuba, no solo los venezolanos están teniendo conciencia de esa realidad,
sino que asimismo parece percibirse en el mundo. Al respecto de esta
problemática vale destacar el comentario de Esperanza Aguirre en su artículo “El
Escándalo de Cuba” refiriéndose al CELAC, donde dijo: “Lo verdaderamente
asombroso de esta cumbre es la naturalidad con la que todos los dirigentes de
los países participantes han rendido su tributo de admiración a la dinastía de
dictadores que sojuzga a Cuba desde hace 55 años”.
Entonces volviendo a la Argentina , creo
indispensable que surja en el ámbito político una voz que rescate la verdadera
historia argentina. O sea proponga claramente la imperiosidad del cumplimiento
de la Constitución
de 1853, y consecuentemente el respeto por los derechos individuales que ella
garantiza. “La vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la
propia felicidad”. Como bien señalara Alberdi: “Las sociedades que esperan su
felicidad de manos de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la
naturaleza humana”. Y en ese sentido puedo decir que ese derecho lo reconoce el
artículo 19 de la Constitución
Nacional. Gracias The Economist por recordarnos la grandeza
de la historia argentina, y esperemos que la recuperemos.
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