Las relaciones peligrosas
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El discurso
del Presidente del día 24 de diciembre pareció dicho para habitantes de otro
planeta, aunque estamos acostumbrados a sus disparates, motivados por su dogmatismo y arrogante
presunción de conocimiento. Vivimos una difícil encrucijada sobre la cual
él, no tiene la suficiente conciencia. Mostró
que no entiende que cuando el Gobierno redistribuye la renta de los ricos a
favor de los pobres, en vez del Mercado, tiene un costo: se reduce la renta del
empresario, de sus trabajadores y de sus clientes. Esperemos que su afición por
negar la realidad no nos lleve a una
catástrofe hiperinflacionaria.
El llamado a la oposición de acercarse al Gobierno, por el bien del país, no debería tenerse en cuenta. Se la pretende
incluir en el estrepitoso fracaso que se le está viniendo encima.
Aproximarse a
un gobierno sordo, ciego y lo que es peor convencido de ideas erróneas, no
puede prosperar ni siquiera al corto ´plazo.
El motivo principal es que no hay correspondencia entre el socialismo y
las ideas más liberales (mal conocidas como de centro-derecha) que deberían ser
aceptadas por esta Administración para comenzar el dialogo.
Mirando atrás, el gobierno del ex presidente De La Rúa, podría haber sido una opción discreta para
continuar y mejorar el programa de
liberación económica llevado a cabo por Carlos Menem, incluso se hubiera morigerado la corrupción
pero, se desintegró por culpa de una alianza que terminó siendo una bolsa de
gatos. Prevalecieron las rivalidades en nombre de la democracia interna.
El surgimiento
de Sergio Massa en su momento, convenció
de que era un candidato potable para competir por la
presidencia de la República,
porque se animaba a decir lo que hasta hacia poco parecía políticamente
incorrecto. Pero, de la noche a la
mañana, se unió a quienes se oponía
frontalmente. La intriga y la deslealtad son moneda corriente en la Argentina,
mientras que la ética y la coherencia política e ideológica son difíciles de mantener, es por eso que
acercarse a un Régimen que tiene la costumbre de destruir al competidor seria obtener un certificado de defunción.
Teniendo en
cuenta ejemplos tan cercanos, Juntos por el Cambio debería ir
depurando sus ideas para acercar, por lo
menos en el Congreso, a partidos o
facciones más afines, sin tener relaciones que siempre serán peligrosas.
Como todos
saben, en Argentina todavía no existe un Sistema de Partidos, los aspirantes a
dictadores hicieron y deshicieron con la intención de que eso no ocurriera: la
división protegió a los gobiernos kirchneristas de la pérdida de poder.
Las elecciones
de medio término han vuelto a resaltar a los candidatos la necesidad, impostergable, de llegar de la mano de una
solida estructura partidaria. Hay que acostumbrarse a votar las ideas que se
encarnan en los candidatos, en vez de hacerlo solo por la personalidad y, los
partidos comprometerse a mantenerlas
dentro de un orden democrático.
A Juntos por el Cambio le conviene tratar de conservar el capital
que con tantas dificultades le costó adquirir exhibiendo una homogeneidad
razonable, tanto de ideas, como de conducta, para aumentar la confianza del
electorado. Expresar, sin dogmatismos,
ideas claras y distintas a las del actual gobierno, dando un giro más amplio hacia un modelo que
permita bajar la inflación, tener un país abastecido y solvente, con posibilidades de crédito, atractivo para
la inversión y el financiamiento internacional.
La opinión
pública está ansiosa por encontrar respuestas a los graves problemas que la
realidad expone diariamente a su
consideración. La situación difícil del déficit plasmada en la cámara de diputados, no es un
hecho circunstancial, sino que forma
parte de una acumulación de acontecimientos negativos que se vienen sumando
desde que gobiernan los Fernández. Fue
una prueba de que el circuito se está cerrando y de que no se remedia la
situación con mayor endeudamiento o emitiendo moneda sin respaldo. Recemos por el precio de los “comodities” los
cuales constituyen buena parte de las
exportaciones del país, porque no perdamos más mercados y las finanzas internacionales afectadas por
diferentes perturbaciones, incluida la pandemia, se recuperen.
Es hora de desterrar ideas tan ridículas como
las que defendía Perón, quien desafió a
la potencia mundial más importante del momento, EEUU, la cual pretendía que
Argentina rompiera con Alemania. Lo hizo recién al final de la Guerra para
poder quedarse con la administración de las empresas alemanas. Fue un
oportunista que siguió siendo fascista, por eso aisló a la Argentina del resto de Occidente, tal como quiere hacerse ahora, apoyando a
regímenes nefastos como el de Cuba y Venezuela.
Se pretende hacer creer aún, que
por ser dependiente económicamente de otros países estamos en manos del imperialismo; EEUU nunca nos obligó por la fuerza a seguir
sus indicaciones como si lo hizo la URSS, el último imperio, “detrás de la cortina de hierro”. No son
vasallos quienes están en situación de
dependencia voluntariamente, un país puede estar en una posición económica
superior circunstancialmente, los grados de interdependencia se modifican según los vaivenes históricos. Sin
embargo, en nuestro país, por inercia
cultural no son pocos los que, como los
socialistas y comunistas, siguen
creyendo en la explotación de los países ricos, movilizando a las masas- como lo hacía Perón- en sentido anticapitalista.
Circulan locuras
también por las redes, teorías conspirativas en las cuales se alerta sobre la concentración de capitales de grandes
empresas, las acusan de querer dominar al Mundo para convertirnos en
marionetas.
Es incoherente
querer un mundo mejor y a la vez desear
destruir al sistema que puede conseguirlo y que ha dado pruebas de ello, pero lo es más, apoyar a Estados que al monopolio de la
violencia, unen el monopolio institucional y económico como lo hace el gobierno
de Alberto Fernández. Su política se
dirige a reducir a niveles mínimos la sociedad civil, a diluir la persona exigiendo, coactivamente, la sumisión al grupo oligárquico que dirige el Estado.
El dinamismo
político y económico solo lo puede traer una democracia capitalista, si continua en el poder el gobierno
kirchnerista se va a perder el proceso de democratización que se inició en 1983 en un agiornado
populismo fascista. Es por eso que la lucha por mejores ideas es fundamental, importa
para que podamos vivir mejor que crezcan las dimensiones de los mercados y
su capacidad adquisitiva, la apertura al comercio y a las inversiones y
tener una infraestructura que lo permita.
Debemos aprender de una vez por todas,
que los déficit gubernamentales son perdidas que deben ser atendidas
mediante presión impositiva a la población o por mayor endeudamiento y que
tarde o temprano terminan en crisis como la que estamos viviendo.
Este gobierno
es el arquitecto de nuestro destino actual, no puede negarlo. Si se pierde la
oportunidad de cambio que tendremos en las próximas elecciones, se resentirán las practicas de interacción
modernas, porque serán difíciles y costosas,
continuará fortificándose el
Estado en su estructura burocrática y volveremos a escuchar los discursos, como el del 24 de diciembre, sobre la grandeza nacional y nuestro gran
destino, que no llegará. Aumentará el Gobierno la injerencia en la economía
mediante el proteccionismo y su aplicación desde el Estado, también las
rivalidades con los países democráticos, nos quedaremos aislados, El potencial emprendedor
del capitalismo seguirá siendo sacrificado en aras de la perduración de una
vieja herencia cultural peronista, anticapitalista, que aun tiene fuerza política porque es de
vigorosa raíz tradicional.
Iremos hacia
un período barbarizante, ya vivido en la Argentina: nacionalismo popular como oferta política
vetusta que nos acercara, si lo permitimos, al paroxismo del totalitarismo y al
olvido de nuestra condición de ciudadanos del Mundo, el gobierno promocionara
conductas adaptativas a ese sistema, necesariamente coactivas, disminuirá la
igualdad jurídica y la participación política.
Solo queda la
esperanza de un cambio de gobierno y quienes lo reemplacen tengan otras ideas con
el sostén necesario para llevar una transformación convincente y a fondo, que
sea mantenida en el futuro.
Se necesitarán
acuerdos políticos de enorme trascendencia, entre gente responsable, ya que la tarea es de complejidad extrema, sin
exigencias políticas que anulen las buenas intenciones. Tendrán que decidir cuál será el sistema monetario y en cómo liquidar los excesos y distorsiones de
la actual Administración; hay destacados
economistas, con experiencia política, quienes podrán ayudar a recorrer el nuevo
camino, lo deseable sería comenzar cuanto antes. La oposición tiene un papel
preponderante si tiene en cuenta que el
conocimiento, como nos alertó Karl Popper, es labor de conjetura, disciplinada por la crítica racional.
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