El impostor de los Derechos Humanos

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
Hace unos días, José
Schulman, presidente de la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH),
abandonó el ostracismo de su carguito ñoqui de correctismo político, pagado con
tus impuestos y saltó a la fama al quedar escrachado en un video en el que se
lo ve insultando y golpeando a una empleada de la terminal de ómnibus de Santa
Clara del Mar.
De este episodio se
desprenden varias cosas por analizar, comencemos de menos a más.
Primero, el energúmeno
este se encontraba en el interior del local con el barbijo por debajo del
mentón, como si se tratase de un babero.
Más allá de lo que yo opine acerca del uso de los barbijos, claramente
este distinguido miembro de la progresía reinante debería ser consecuente con
su credo, pero como es sabido, para estos sátrapas, ser consecuente, resulta ser
algo impensado.
Este personaje
despreciable resulta ser un prepotente que apela a su cargo para amenazar a la
empleada con hacerla llevar presa, le toma una fotografía a otra cliente allí
presente invadiendo su privacidad, insulta a la trabajadora y a continuación
ingresa a su espacio de trabajo y le propina un golpe.
Solo un mononeuronal
recurre a la violencia para hacerse escuchar.
Está pésimo que alguien golpee a otro salvo en defensa propia, si a esto
le sumamos que se trata del presidente de la LADH, entonces el episodio está
agravado por el cargo que ocupa este farsante e inservible servidor público.
Golpeó a una mujer y
por ello se le imputó desde la fiscalía los delitos de amenazas y lesiones leves agravadas por mediar violencia de género. Acá debo levantar mi queja.
Considero las carátulas
de violencia de género como un insulto a las mujeres, es una forma de ningunearlas,
de considerarlas “un ser inferior o desvalido” al que hay que tenerle pena y una
contemplación extra. Es interesante cómo
se pretende, desde el estado y desde la progresía, apropiarse e imponer el
respeto y el buen trato hacia las mujeres, conducta que ya se promueve desde
hace cientos de años desde las normas de cortesía y de buena conducta. Me dirán que estas normas sociales del pasado
fracasaron, quizás, pero los desquicios del feminismo radical han mostrado aún
peores resultados.
Les feministes condenan
el abrirle la puerta a una mujer, el correrle la silla para que se siente o
incluso el grito “primero las mujeres y los niños” de un naufragio por ser
ejemplos del patriarcado que las menosprecia y somete, y acto seguido, corren a
refugiarse al abrigo de papá (macho) estado y piden que las protejan con un
trato diferencial… son incoherentes.
Por último, este
cretino pidió licencia en su cargo, ¡en vez de renunciar!, y peor aún, ¡se la
aceptaron y no lo echaron!, esto demuestra que semejante idiota no es más que
uno más de los tantos que pululan en estos organismos.
¡Y no ha de
sorprendernos!, solo debemos recordar a la docente desquiciada que le gritaba
al alumno (le dieron licencia y ya retornó al trabajo) o a la trastornada de
Hebe de Bonafini quien proponían probar las Taser en niños con absoluta
impunidad.
Como frutilla de
postre, quiero dejar una observación tangencial de este episodio que de ninguna
manera justifica a este demente, pero que creo debe llamarnos a la reflexión.
Estamos viviendo en una
sociedad con los nervios crispados, una sociedad reactiva y violenta que
responde al menor estímulo con ferocidad. Yo me pregunto: ¿tendrá algo que ver el Estado
ausente? Ausente en la falta de
seguridad, ausente en la falta de justicia, ausente de estadistas.
¿O será por el estado
presente? Presente en nuestros bolsillos
para saquearlos, presentes en una educación adoctrinadora y embrutecedora,
presente en una salud estatal mala y cara, presente en corruptos, en demagogos,
en burócratas que con tal de justificar sus puestos te llenan de trabas y te
hacen la vida imposible… burócratas imbéciles como José Schulman.
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