El violador eres tú
Karina Mariani
Directora del CLUB DE LOS VIERNES Argentina.


Se cometió un delito sexual aberrante contra una mujer. La difusión de dicho delito en medios y redes señaló como culpables a personas cuya filiación política e ideológica indicaba que comulgaban de forma muy activa con lo que se denomina “perspectiva de género”. La paradoja evidente de esta circunstancia generó una serie de controversias, cuestionamientos y reproches al conglomerado de instituciones y cargos políticos que basan su existencia, precisamente, en el constructo “perspectiva de género” como baluarte de la defensa de las mujeres frente al subyacente “machismo estructural”. Esto hizo que la máxima autoridad gubernamental en la materia, la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, tenga que salir a defender dicha doctrina. Acá empieza otra historia.
Elizabeth Gómez Alcorta, la ministra en cuestión, puso de manifiesto el eje, el corazón, la médula, el cogollo mismo de la “perspectiva de género”. Lo explicó bien, fue clara y directa. Dijo: «Es tu hermano, tu vecino, tu papá, tu hijo, tu amigo, tu compañero de trabajo. No es una bestia, no es un animal, no es una manada ni sus instintos son irrefrenables. Ninguno de los hechos que nos horrorizan son aislados. Todos y cada uno responden a la misma matriz cultural». Bien por Gómez Alcorta, expuso su hipótesis de trabajo crudamente. 

Esto que dijo Gómez Alcorta, y no otra cosa, es lo que implica la “perspectiva de género” y en consecuencia todo lo que de ella deriva como la tipificación de femicidio, la omnipresencia del concepto de violencia machista, las leyes de paridad y cupo, las regulaciones de discriminación positiva, el lenguaje inclusivo, las catarsis colectivas y eventos sexistas, el #MeToo, la satanización del heteropatriarcado y su consagración extática: el mantra “el violador eres tú”.
No es Gómez Alcorta, sino la totalidad de quienes abrazan la “perspectiva de género”, quienes afirman que el sexo masculino predispone a la violencia y que, por ende, tiende al crimen. El atajo infantil de hablar de una tendencia “cultural” que no “natural” se inscribe en una idea anterior: la de que nada es natural ni biológicamente determinante. Cuestión que les resulta más sencillo decir que esta tendencia del hombre al crimen es un determinante cultural diseñado por otros hombres que también eran malos culturales porque su cultura los hizo así por culpa de otros hombres que diseñaron una cultura patriarcal dominante por otro pretérito determinismo de una cultura anterior…y esto es como el cuento de la buena pipa. 
Al final no sabemos muy bien cuáles fueron los primeros varones que diseñaron esta cultura opresora patriarcal heteronormativa de forma “natural/cultural”, pero daría la impresión que se remonta a las cavernas, cuando los muy malvados dejaron a las mujeres al cuidado de las crías para salir a cazar creando el primer prehistórico techo de cristal. Pero la cosa es que, de ahí en más y según la perspectiva de género, esta cultura machista ha generado un malestar que consiste en que el varón es criado en un caldo de cultivo pro-violencia que, latentemente, lo predispone a maltratar a la mujer simplemente porque ella no es varón. O sea, por ser mujer. La violación, por consiguiente, sería parte del paquete de pulsiones masculinas inherentes a su condición de crianza machista y no su responsabilidad. Lo que la “perspectiva de género” propone atacar es ese caldo cultural prehistórico que vuelve a todos los hombres violadores y criminales.

Esta es la tesis que sostiene el andamiaje de género y por ese motivo la ministra destacó que «Lo que falta es cambiar la matriz de la sociedad«, y aseveró que «no se trata ni de hechos aislados, ni de hechos que estén vinculados a varones con algún problema en particular«. Segun la ministra, los violadores no son delincuentes específicos sino que cualquier varón en cualquier ocasión puede violar: no es un caso aislado ni cometido por un criminal. Para que entendamos la dimensión de su dislate, Gómez Alcorta se explayó aún más: «es la forma de ser varones, que se aprende desde niños y que define quiénes somos y cómo nos vinculamos, la que habilita, legitima y reproduce violenciasdurante siglos, esa fue la manera en que habitamos la identidad, sobre un pacto implícito que nos define y condiciona«.
Desgranemos un poco más: si violar es un delito y para la ministra “es la forma de ser de los varones que se aprende desde niño”, entonces ser varón es ser delincuente, está inscrito en su forma de ser “natural/cultural” durante siglos. No hay que perder de vista las claves expuestas por Gómez Alcorta ya que de allí deriva el concepto “Violencia de Género” que establece el principio de que, en esta sociedad machista, las mujeres son agredidas estructuralmente por el hecho de ser mujeres. Todo delito de un varón hacia una mujer, bajo esta perspectiva, no se considera por el delito individual en sí, sino en relación a ese consorcio de maldad masculina inherente a la condición sexual del varón anteriormente expuesta. Por eso la expresión “son todos así” establece la idea de que los hombres, colectivamente, se dedican a atentar contra las mujeres en cualquier ocasión porque así están formateados: “el violador eres tú”, aunque no hayas cometido ningún delito, la concreción es sólo una circunstancia menor.
Enfrascado en el mismo marco teórico, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, también se pronunció impulsado por los acontecimientos y escribió: “Las mujeres sufren violencias que los hombres no podemos ni imaginar”. Con esta frase, Rodríguez Larreta va un paso más allá en la tesis de Gómez Alcorta. Los varones no sólo son violentos sino intrínsecamente idiotas, incapaces de imaginar un menú de violencias, que su sola existencia conlleva, exclusivamente destinado al mundo femenino. 

La osadía del alcalde porteño fue más lejos: “Sabemos que todas las mujeres, o casi todas, viven alguna situación de violencia machista a lo largo de su vida. Violencia que va desde la descalificación verbal, el acoso callejero, el maltrato o la violación hasta el femicidio. Como varón estoy convencido de que tenemos que reflexionar sobre nuestras conductas que, a veces, incluyen pequeñas acciones como comentarios, humoradas o «piropos» callejeros. Estas son expresiones de una sociedad machista que tiene como víctimas a las mujeres, y les quita la oportunidad de vivir con la misma libertad”. Sería según él, la condición masculina, un cerco liberticida.
Así como la consecuencia del prisma de la “perspectiva de género” deriva en el concepto “violencia de género”, de este concepto se desprende la degradación del derecho penal a estos fines. Es muy claro Rodríguez Larreta al dejar, con tanto candor, expuesto el mecanismo. El derecho penal ideado para atender socialmente casos graves, pasa a tomar como delito groserías, gritos o insultos si las comete un varón hacia una mujer. Cualquier conflicto en una relación hombre/mujer puede ser judicializado. Rodríguez Larreta incluso establece la escala de la inconsciente maldad machista que conecta “comentarios, humoradas o «piropos» callejeros” con el femicidio. Gómez Alcorta, al lado del mandatario porteño, es un dechado de cordura.
La cadena de razonamientos que con meridiana transparencia describen Gómez Alcorta y Rodríguez Larreta estipula que, si la violencia contra las mujeres es parte de nuestra mismísima civilización, se da por buena la doctrina de la “violencia machista estructural”, lo que implica que la responsabilidad del delito es colectiva. Vale decir que no es responsable quien comete el delito como individuo sino por ser miembro de un colectivo, una característica adosada a su persona, en este caso el ser varón. 
De forma tal que lo que la “perspectiva de género” impone en última instancia es el derecho penal de autor y el delito de autor, una aberración conceptual que determina que existen delitos discriminados según la persona que los comete. Se anula de cuajo el principio de la igualdad ante la ley cuando se discrimina a un sexo considerándolo, inconsciente y estructuralmente, criminal. Cuando se establece esto como verdad oficial (por ejemplo con la Ley de Violencia de Género o con el surgimiento de fiscalías, ministerios y toda la parafernalia destinada a la protección de las mujeres) se está aceptando que las mujeres están en peligro porque los varones en cualquier circunstancia las pueden dañar. 

La igualdad ante la ley constituye el pilar básico de la democracia y su consecuencia es que un delito se define por la naturaleza del acto y no por el colectivo social al que pertenece el victimario. Pero la “perspectiva de género” y su derivada “Ley de Violencia de Género” violan este principio al establecer el delito de autor. Este paradigma legal fue el aplicado, por ejemplo, en Alemania durante el nacionalsocialismo, que establecía penas para actos cometidos por judíos que no aplicaban a quienes no lo eran; y está vigente en países islámicos donde existen penas para mujeres por actos que no son condenables en varones. Romper la igualdad ante la ley es una traición a las conquistas liberales.
Para poder cometer semejante traición es que se establece toda la argumentación sobre la perspectiva de género, una cosa prepara la otra. Se establece una sociedad en pugna en el que toda relación varón/mujer es una relación de dominación y sometimiento: “todas las mujeres viven alguna situación de violencia machista” o “Como varón estoy convencido de que tenemos que reflexionar sobre nuestras conductas” o “una sociedad machista que tiene como víctimas a las mujeres, y les quita la oportunidad de vivir con la misma libertad”. A partir de ahí ya se puede pisotear todo principio republicano bajo la idea utilitaria del derecho como un instrumento al servicio de la ingeniería social. Nada que no se haya hecho antes, en los subsuelos más oscuros de la humanidad.
La seguridad no se puede conseguir prohibiendo derechos humanos como la igualdad ante la ley. Es cierto que estar seguro es un deseo atávico que históricamente se ha explotado siendo la excusa para suprimir derechos y libertades. Pero cuando se asume que los derechos y libertades son una dádiva del Estado que puede suspenderlos para derrotar al mal, entonces se abre la puerta al abismo del abuso seguro. No existe el delito cero, ni la enfermedad cero ni la seguridad absoluta. Pero el Poder siempre usará el anhelo de seguridad como arma.
Por eso, cuanto más se universaliza la “perspectiva de género”, más se pueden manipular las estadísticas. Si se establece que haber sido “víctima” de un chiste o un piropo es “violencia de género” entonces todas las mujeres han sido víctimas de este mal y de la inseguridad que deriva. Con la misma patraña podríamos decir que todos los ancianos, los niños o los varones son víctimas. Cuestión de sensibilizar a la sociedad para que considere que es violento un señor que se sienta con las piernas abiertas o que señala la dirección de una calle. Luego viene la alarma mediática que se relame con la aceleración estadística y el círculo vicioso está servido.

Que una característica (religión, sexo, poder adquisitivo) defina al individuo y adjudique o suprima derechos es una traición al pacto democrático (https://faroargentino.com/2022/03/ley-micaela-el-quiebre-del-pacto-democratico/) y que esta doctrina falaz y segregacionista sea lo que se enseña en la Educación Sexual Integral (ESI) es una condena social. Y es que, justamente otra de las asombrosas coincidencias entre Gómez Alcorta y Rodríguez Larreta fue que la solución que demandaron para que no se repitan casos como el delito que dio pie a sus paralelas reflexiones, era la necesidad de profundizar la ESI. ¡O sea que convirtieron una materia escolar destinada a informar sobre métodos anticonceptivos y prevenir enfermedades venéreas, en un milagroso crecepelo que puede terminar con el meollo de todos los males instituido hace siglos!
Ahora bien, que el kirchnerismo suscriba a falacias colectivistas como la perspectiva de género, va de suyo. Es propio de su ideología, de su forma tribal, conspirativa y confrontativa de entender la sociedad. Pero que formaciones con supuestas convicciones republicanas disparen contra principios democráticos básicos es para ponerse a temblar. Y que haya incluso políticos liberales que suscriban semejante ideología es inaceptable.
La ministra Gómez Alcorta sostuvo que “la (ESI) es clave frente a este tipo de delitos ya que se trata de prácticas que fueron aprendidas”. Y el Jefe de Gobierno Rodríguez Larreta dijo que “es central el compromiso con la educación de nuestros hijos e hijas y la correcta aplicación de la ESI, mi intención más genuina con este mensaje es expresar mi preocupación, angustia y compromiso para la reflexión sobre las prácticas normalizadas que constituyen el día a día de nuestras relaciones y vínculos”. 
Ambos funcionarios afirmaron que fue la sociedad machistamente violenta la que enseñó a violar en manada y que semejante conducta es modificable con un proceso de adoctrinamiento que modifique a esa sociedad. O sea que, tanto para Gómez Alcorta como para Rodríguez Larreta, del altar de sus puestos de poder es desde donde debe emerger la ingeniería social que adapte a la sociedad a la cosmogonía que ambos comparten. Este desgraciado razonamiento, que se cristaliza con la imposición del delito de autor, es lo que estos funcionarios están enseñando a los niños. De allí surgen los mensajes que luego son un hit musical: “el violador eres tú”, gritado a nuestros hijos, padres, abuelos, amigos, maestros. Difícil que una educación en el odio mejore a ninguna sociedad.

Publicado en El Faro.

 

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