El malestar en la cultura y en la economía
José Verón

Se ha dedicado a investigar en las ciencias sociales, especialmente en el derecho, la economía, la administración, la psicología social y  el periodismo.  Su actividad principal es la docencia, en la que ejerce desde 1997, y la mediación, desde 2002.



Son muy conocidas las conceptualizaciones de S. Freud (1856-1939). De hecho,  cuando se ocupo de estudios culturales, marco un sendero de expansión—por usar una terminología cara a la microeconomía y a la escuela austríaca--- muy importante para las ciencias sociales, y se lo siguió en las distintas disciplinas y saberes disciplinares, por lo menos hasta donde pareció de pertinencia y pertenencia, a esos saberes. Sus formulaciones, planteos y proposiciones vertidas en “El malestar en la cultura” (1930), obra discutida y receptada no siempre de manera amplia,  cobran relevancia cultural y social. Y también económica
      Freud plantea, de manera fundamental, que hay un límite superior a la gratificación, la satisfacción y el bienestar humano, dado por las restricciones que, con carácter típico y necesario, nos plantea la cultura, y que son, en buena medida al menos, insalvables. Esto viene dado porque el humano es hedónico según Freud (también para el predomina el egoísmo en la acción humana) y este hedonismo nunca puede ser totalmente satisfecho en el marco de la vida en sociedad y en comunidad. Y el humano vive estas limitaciones (estas “heridas narcisisticas”) con dramatismo que, aunque soterrado e inconsciente, es ciertamente importante. Esto aplica tanto personal como socialmente

     Y como también aplica socialmente, lo podemos, al menos hasta cierto punto, trasladar a la economía, que es también un entramado social e institucional. Hay una utopía de perfección, de optimalidad total, en distintas vertientes, que, aunque concebibles, imaginables y hasta delineables teóricamente, no lo son, o de hecho no lo son, prácticamente, a los efectos prácticos. J.M. Keynes enuncia alguno de sus pasajes de la Teoría General (1936) más conocidos diciendo:   “…Nosotros podemos, al menos teóricamente…”, y quizá la clave sea este “al menos teóricamente”. A los efectos prácticos los modelos de optimalidad terminan quizá haciendo agua, muchas veces, o no dando todo el resultado o todo el provecho que de ellos se esperaba o se planificaba
      Los economistas lo entrevieron: cuando se hacen modelos de “second best”, (atribuido originariamente a Lipsey-Lancaster, 1956) en el plano económico y social, se está pensando en modelos o en diseños más realistas, que, acogiendo y contemplando la complejidad, tanto de lo real, como de la realidad, se hagan cargo de que, si bien se podría imaginar y planificar modelos más óptimos, de mayor optimalidad, de mayores ganancias netas de eficiencia, de mayores excedentes sociales, de mayor eficiencia neta, y hasta de mayor creación de valor, en la realidad, en la práctica y en el cotidiano suponen muchas condiciones y demasiadas convergencias que muy difícilmente se den todas juntas, y, consecuentemente, se prefiere modelizar y planificar sobre bases más realistas y menos exigentes, de mas realismo de los supuestos y las proposiciones

        La optimalidad, en el plano empresarial, en el socio-economico, o hasta en el plano socio-político, no está exenta de dificultades, complejidades y perplejidades. No diríamos algo tan fuerte como que, directamente, no es posible (se la consigue hasta cierto punto en investigación de operaciones y por “temporadas” en la socio-economía; es probablemente inviable en lo socio-político), pero sí que su consecución es muy difícil y ardua y que, las mas de las veces, no es factible

          Si estamos dispuestos a receptar en una proporción significativamente mayor los modelos y los diseños de “second best”, en lo económico y quizá en lo socio-político y, tal vez, en lo empresarial y comercial, quizá también necesitemos pensar en otras premisas, que también devienen necesarias
       Primero, en cualquiera de estos planos, se impone-- cuando sea pertinente-- la “planificación” indicativa o de directrices a la imperativa o exhaustiva-acuciosa; esto es decir, siempre que se “planifique”, siempre que se lo juzgue útil y necesario, y que se considere—con verosimilitud—que los beneficios de planificar son mayores a los costos, cuestión ciertamente en principio discutible, parecerá preferible que la planificación “peque por defecto” y no “por exceso”. Esto es particularmente claro en lo socio-político cuando sea concebible y pareciera serlo también en lo económico. Es posible que sea también adecuado empresarialmente. Es que parece fútil, a todas luces, embarcarse por ejemplo en vastos, minuciosos y abarcadores “planes quinquenales”, al estilo dirigista, a los que, muy posiblemente, la realidad no se condecirá o hasta refutará. Además de las obvias limitaciones a la libertad de todo tipo que plantearía; este que presentamos es otro argumento en contra del dirigismo económico también, ciertamente difícil de compatibilizar con la economía de mercado y su necesario clima de libertad  
     Segundo, y más fundamental, más relevante, pensemos en las consecuencias de diseños institucionales y socio-económicos de “second best”, adoptándolo como, verdaderamente, “lo mejor que tenemos”, o en términos de teoría de juegos, nuestra “estrategia dominante”, o sea, la mejor estrategia, cualquiera el contexto y las circunstancias 
      En lo socio-político, por un lado, quienes crean (todavía!) en utopías colectivistas tendrán otro argumento u otro raciocinio para pensar que, de todas maneras, y sin abjurar de los propios sistemas de creencias, aquella utopía no es posible y mejor apostar a una sana democracia con pluralismo político y a una floreciente economía de mercado que genere excedentes y sea eficiente. Y desde cualquier ángulo, cualquier diseño institucional tendría que tener en cuenta también la complejidad de lo real y de la realidad y de lo humano, no cayendo en la tentación de diseñar mecanismos y estructuraciones propios de relojería
     En lo económico, los diseños y los planeamientos de los policy-makers, y los asesoramientos de los policy-advisors, en este entendimiento, quizá deberían notificarse de veras de la importancia y la fuerza de las “pujas distributivas”, por así decirlo, como para pensar o programar diseños de “optimo”, y con mas realismo, buscar consensos básicos que puedan ser al menos un “segundo mejor”
       En lo empresarial y comercial, ¿Modelos de stocks, inventarios y costos de “segundo mejor”?  ¿Modelos financieros y de rentabilidad de segundo mejor? Y, en tal caso, este mayor realismo de los planes, los programas y hasta de los presupuestos (¡), ¿ ayudara en los hechos y en la realidad cotidiana al logro de los objetivos empresariales de rentabilidad y facturación? ¿Percutirá favorablemente en la productividad y en la competitividad?  Preguntas abiertas

         En cualquier caso, es importante recordar que el realismo en los supuestos y en los diseños y los planteos, no está contraindicado, al menos no necesariamente, con la sana, saludable y también motivadora ambición en las metas y en los objetivos, y con el optimismo y la positividad de los emprendedores; y siempre en un clima amplio de libertad, respeto a las normas e institucionalidad 

 

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