Habrá que definir
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La sola mención de que Mauricio Macri podría decidirse a se candidato a presidente en 2023 generó un revuelo en el arco político de la oposición.
Parecería que esa coalición no concibe la idea de discernir un candidato de entre muchos.
En la elección que ganó Trump en 2016, el camino en el Partido Republicano se inició en las primarias con 10 precandidatos. 
Nadie sintió que el partido se quebraba y de hecho, muchos de los candidatos se fueron subsumiendo en el apoyo a otros a medida que las elecciones internas avanzaban estado por estado.
Ese proceso de decantación fue posible por la particular organización electoral norteamericana y porque el partido republicano es eso: un partido y no una coalición que, pese a haber superado el obstáculo de perder una elección y seguir unida, no deja de ser una asociación de partidos en muchos casos con profundas diferencias ideológicas.
En ese sentido, Javier Milei, que tiene un escenario mental mucho más claro que muchos de los que integran JxC, describe y explica la situación de un modo mucho más sencillo: “aquí deben quedar los colectivistas de un lado (los radicales, Larreta, Vidal, la Coalición Cívica y las ‘palomitas’ del PRO; y los partidarios de la libertad del otro (Libertad Avanza, Macri, Bullrich, Wolf, el menemismo residual y el peronismo republicano)”.
Muchos podrán decir que se trata de una división simplista y muy primaria que no hace otra cosa que profundizar la grieta. Pero Milei no hace otra cosa que poner en blanco sobre negro y de manera rápida, la real división no solo de la política sino de la sociedad argentina.
El líder libertario, en ese sentido, ha hecho pública una propuesta disruptiva: ha invitado a todos esos sectores a unirse a la Libertad Avanza y a tener una interna en ese espacio, incluyendo en ella al ex presidente Macri.
¿Qué pasaría si esto ocurriera?
La Argentina tiene una larga tradición en materia de no animarse a hacer las cosas o en hacerlas demasiado tarde.
Pero algún día ese letargo debería terminar y el país debería animarse a un cimbronazo positivo (ya que se ha bancado tantos negativos) que haga despertar las fuerzas dormidas debajo de décadas de un status quo enfermizo.
Algo de razón tiene Milei cuando describe a algunos sectores de JxC como seguidores de las viejas recetas estatistas a las que pretenden darles vida por la vía de explicar que cuando el estatismo sea el estatismo de ellos, será un buen estatismo.
Pero en realidad el problema es el estatismo, no el estatismo de algunos.
En ese sentido, no caben dudas que hay en JxC algunas figuras que no comprenden ese concepto. 
Entre ellos, claramente, se destacan Gerardo Morales (un literal peligro) y Lilita Carrió que, detrás de una moralina idiota y amparada por el indulgente “Lilita es así” ha destruido en política más de lo que construyó.
Fue ella quien impidió que Macri designara ministro de economía a Carlos Melconian y le impusiera al aguachento Alfonso Prat Gay responsable del fulminante gradualismo. 
Fue ella quien bochó a Raul Pleé como candidato a Procurador General por una estrafalaria historia con Boca Juniors, que, vista ahora a la distancia y con ese cargo siempre bajo la acechanza del kirchnerismo, uno no puede dejar de ver todo aquel episodio como una lamentable oportunidad perdida.
Quizás sería bueno para el país que se produjera ese cisma. Quizás -nadie lo sabe- sería el preludio para que a un ballotage no llegara el peronismo y JXC, sino JXC y un polo libertario, relegando al peronismo dinosaurio a un tercer lugar, fuera de la definición final.
¿No sería ese el final del peronismo y por ende el principio del final de la peste que quebró al país?
Obviamente para avanzar hacia un escenario como éste hay que tener los testículos bien puestos y jugársela. 
Pero perdidos por perdidos algunos argentinos que están en posición de avanzar en ese sentido, deberían jugarse.
El país no tiene solución dentro del estatismo. Luego de una desintoxicación profunda en ese sentido, podría ir, sí, a un esquema de un partido más partidario de reducir la participación del Estado en el PIB y otro más inclinado a aumentarla un poco.
Pero en el presente contexto se necesita el triunfo electoral de una corriente que desenvenene al país del Estado.
Y ese triunfo debería empezar a moldearse con la construcción de un mensaje claro y contundente que ponga delante del electorado quién está de un lado y quién está del otro.

Publicado en The Post.

 

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