Comprando esclavos
Macario Schettino

Profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).



En su reciente viaje a Cuba, el Presidente decidió volver a contratar médicos de ese país. Eso significa entregar al gobierno de Cuba una cierta cantidad de dinero, que no es pequeña, para que envíe a quienes considere conveniente. Tal vez sean médicos, tal vez no, como ocurrió durante la pandemia, que muchos de los llegados no tenían calificación para, por ejemplo, intubar pacientes.
El trato del gobierno de Cuba a sus médicos ha sido calificado de trata de personas por instituciones internacionales. De la cantidad que se paga al gobierno, apenas una pequeña proporción llega a los bolsillos de los trabajadores de la salud, que deben viajar adonde se les envíe, y en las condiciones que sea, so pena de represalias contra ellos y sus familias.
Imagino que la razón de López Obrador para esta nueva contratación no tiene que ver con la salud de los mexicanos, porque en realidad no se requieren 500 médicos adicionales, sino que es una forma de entregar dinero a un gobierno que considera amigo, que está en la penuria. Sin embargo, para defender su ocurrencia, ha vuelto a insultar a los médicos mexicanos, a los que acusa de conservadores (como acostumbra).
La bajeza es impresionante. Durante la pandemia, López Obrador, respaldado por el lacayo López-Gatell, decidió no vacunar a los médicos y enfermeras, y no entregar equipo de protección suficiente, al grado que fuimos el país con más pérdidas humanas entre personal médico de todo el mundo. Contrataron personal sanitario por unos meses, por la urgencia, y después los corrieron sin mayor trámite. Ahora los acusan de conservadores y, si se quejan, pronto les dirán traidores a la patria.
Para sostener su acusación, dice López Obrador que los médicos mexicanos no quieren ir a Guerrero, o a otros lugares alejados. Es muy probable que haya pocos médicos dispuestos a irse a meter en zonas de conflicto entre grupos del crimen organizado, abrazados por los militares. Tal vez los cubanos no tengan empacho en hacerlo, pero lo más probable es que ni siquiera sepan a dónde los van a enviar, ni puedan, en su caso, quejarse. Son mano de obra esclava del gobierno de su país, comprados temporalmente por el nuestro.
No faltan ejemplos de personal médico que ha sufrido vejaciones, ataques, e incluso ha sido asesinado en lugares como los mencionados. La causa, como es obvio, es que el gobierno mexicano no puede garantizar la seguridad pública en diversas áreas del país. Precisamente de eso nos hemos quejado recientemente, del abandono del territorio que el Presidente ha aceptado como parte de su ‘política de seguridad’. Incluso hemos dicho que esa actitud lo convierte en una amenaza a la seguridad nacional. No sólo no corrige, ni piensa hacerlo, sino que además se molesta de que haya médicos que tienen una extraña preferencia por seguir vivos.
En otros países, en otros momentos, el envío de ‘médicos cubanos’ que llegan a zonas complicadas es en realidad una cobertura para activismo foquista, ése que hizo famoso Guevara hace 65 años. Si fuese el caso, el Presidente mexicano habría escalado un peldaño más en la alerta de seguridad nacional. Me parecería extraño que fuese así, considerando que el secretario de la Defensa lo acompañó en el viaje. ¿Podría acaso el general secretario favorecer la incursión de la inteligencia cubana en nuestro territorio? Yo creo que no.
En cualquier caso, la situación pinta a López Obrador de cuerpo entero: no tiene empacho en contratar mano de obra esclava, siempre que sea con un gobierno ‘amigo’; los gobiernos ‘amigos’ son autoritarios; no tiene empatía alguna con el personal de salud de México; cuando le reclaman, responde que son conservadores, y que no aceptan ir a los lugares que él, como Presidente, sabe que son inseguros, y así los deja estar. No hay nada bueno en él.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 18 de mayo de 2022 y en Cato Institute.

 

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