EEUU: Negaron la inflación
Juan Ramón Rallo
Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. 


Durante gran parte del año pasado estuvimos escuchando que la inflación era meramente transitoria y que se debía a los cuellos de botella que había dejado la pandemia y al efecto base de 2020. En pocas palabras, como los confinamientos habían socavado la capacidad de producción de las empresas y como los precios se habían mantenido estancados en 2020, cuando se reabrió la economía en 2021 la oferta no fue capaz de seguirle el ritmo al gasto y los precios aumentaron de un modo aparentemente desproporcionado, máxime si se los comparaba con los niveles modestos de 2020. Casi ya a mediados de 2022, podemos dar por descartada esa teoría: los cuellos de botella de la pandemia de 2020 ya deberían haberse esfumado a estas alturas de la película y el efecto base ya fue corregido en 2021 con respecto a 2020, de modo que no puede volver a apelarse a él.
Dicho de otra manera, la teoría de que la inflación era transitoria y provocada por cuellos de botella ya ha sido retirada por la historia, lo cual no significa que haya sido inocua. A la postre, esa teoría sirvió de coartada ideológica para que los gobernantes no se tomaran el problema de la inflación en serio: mantuvieron los tipos de interés demasiado bajos durante demasiado tiempo y mantuvieron los déficits presupuestarios demasiado altos durante demasiado tiempo.
Y ahora nos lamentamos y ellos empiezan a entonar el mea culpa. Así, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, que para más inri fue presidenta de la Reserva Federal hasta 2018, acaba de reconocer que “se equivocó” al no tomarse en serio la amenaza que constituía la inflación.
Dejando de lado la cuestión de si fue realmente un error o un engaño deliberado para licuar el exceso de deuda pública que se había acumulado durante la pandemia, lo cierto es que este comportamiento de Yellen es harto revelador. Los políticos toman decisiones en función de sus intereses o sesgos ideológicos pero no se hacen cargo de los costes que esas decisiones les imponen a la población. Los políticos, pues, son seres esencialmente irresponsables: toman decisiones de acuerdo con sus intereses o sus sesgos y somos todos nosotros quienes padecemos las consecuencias de sus acciones.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 1 de junio de 2022 y en Cato Institute.

 

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