La llegada de Massa
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La llegada de Sergio Massa al ministerio de economía, agricultura y producción supone la finalización formal de lo poco que quedaba del gobierno de Alberto Fernández.

El presidente no logró terminar, en los hechos prácticos, tres años de mandato: el propio peronismo lo convirtió en un holograma inservible que se limitará de ahora en más a poner la cara para que se la llenen de dedos.

Más allá de las utilidades suculentas que seguramente obtuvo al pactar con el diablo Cristina Fernández de Kirchner, en el fuero íntimo de su dignidad debe sentirse estropeado, humillado por haber protagonizado uno de los papeles más tristes de la historia política argentina.

Massa llega producto de un acuerdo palaciego arrancado por un sector que siempre acompañó al ex intendente de Tigre.

En ese lote de personas se hallan Daniel Vila, José Luis Manzano, Sergio Belocopit, Eduardo Eurnekian, Mauricio Filiberto y Marcelo Mindlin, entre otros. Todos son empresarios de fuerte vinculación con el Estado.

La primera condición que puso Massa fue el desembarco de su gente en varias áreas del gobierno.

Consiguió algunas. No todas.

La primera es la unificación de los ministerios de economía, agricultura y producción, lo cual eyectó a otro triste personaje de la reciente historia argentina, Daniel Scioli, de regreso a Brasil que lo vuelve a aceptar como embajador como aquel amigo que, en las malas, le da una mano a un desvalido.

La ex ministra Silvina Batakis, que acababa de llegar  de los Estados Unidos luego de hablar con miembros de los organismos multilaterales de crédito y algunos integrantes del establishment norteamericano, se enteró de que había perdido su puesto prácticamente en la butaca del avión que la traía de regreso.

Batakis ya había dejado (junto al equipo que la acompañó) una pésima imagen entre los interlocutores que visitó: la mayoría de ellos se sorprendió de la falta de mundo y de familiaridad de la ministra y de sus colaboradores con los diseños de la economía mundial. Al enterarse de los hechos en Buenos Aires, menos de 24hs después de dejar Washington confirmaron que habían hablado con un Don Nadie y que habían perdido olímpicamente su tiempo.

Ahora ha sido degradada a presidente del Banco Nación y como buen bicho del Estado que es,  no le importó nada y aceptó.

Más allá del impacto que pueda tener la llegada de Massa al gobierno, todo sigue girando alrededor de la sacrosanta palabra de la señora de Kirchner.

La vicepresidente ha aceptado la avalancha de los acontecimientos porque estos se manifestaron poco menos que como indetenibles.

Pero no ha tirado la toalla ni mucho menos. Es más, nadie sabe qué hará si Massa la enfrenta con el tipo de programa que realmente habría que implementar en la Argentina.

Supongamos que el nuevo ministro le diga: “debemos iniciar un camino  que revierta el que se ha venido siguiendo hasta aquí en materia de gasto como porcentaje del PIB… Debemos empezar a recorrer un sendero que lleve el porcentaje actual de gasto público sobre el producto (45%) a niveles del 20% (que era la ecuación vigente cuando los Kirchner llegaron al poder).

¿Qué ocurriría en ese caso? ¿Avalaría Kirchner una política económica como esa? ¿Y qué hará Massa? ¿La propondrá?

Si no la propone su gestión será otro parche para intentar llegar a 2023 simulando un escenario de mejora que les permita competir, pero la Argentina no iniciará un proceso de recuperación verdadero. Continuará con sus barquinazos y chapoteando en la pobreza.

Si Massa lo propone y la vicepresidente lo veta, naturalmente estaremos ante una quiebra definitiva de la coalición de gobierno con consecuencias inimaginables en el terreno político, porque el nuevo ministro se retiraría quizás para presentarse él mismo como una opción opositora. Todos sabemos que Massa tiene una cara compuesta por un tipo de material resistente a todo.

Las primeras reacciones de los mercados -si las medimos por el particularísimo termómetro del dólar libre- parecen querer darle una oportunidad al hombre de Tigre.

No vaya a ser cosa que esa cuerda económica que la gente le da al nuevo ministro sea devorada en breve por la “política” que, de la mano de Cristina Kirchner vuelva a incendiar todo en la previa de que un fiscal pida para ella la primera pena de prisión efectiva de las muchas que, si la Argentina fuera un país normal, la señora ya debería estar cumpliendo.


 

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