Es tanto el caos que hasta el embajador de EE.UU interviene
Sergio Crivelli


El proceso político se está acercando a una bifurcación del camino. O se toma otra vez el sendero del populismo que vota de manera invariable la mayoría o se intenta un cambio estructural para poner fin a las crisis a repetición con su secuela de decadencia, pobreza y deterioro de la calidad de vida de casi todos los sectores.
La proximidad de esa bifurcación es la que provocó una poco diplomática reacción del embajador de los Estados Unidos. El jueves pasado Marc Stanley reclamó a los dirigentes de las fuerzas mayoritarias ante la “crème” del círculo rojo la reconfiguración de la alianza oficialista para evitar un nuevo colapso. No se recordaba un intervencionismo tan grosero desde los tiempos de Braden.
¿Por qué lo hizo? Por razones obvias. La primera es la disfuncionalidad del esquema de poder convertido en una especie de triarquía  --CFK, Massa y el presidente—que da señales contradictorias y demora las decisiones indispensables para sortear los frentes de tormenta que convergen inexorablemente sobre el ministro de Economía.
El primero de esos frentes es el dólar y la pregunta clave, hasta cuándo alcanzarán las reservas del BCRA. Los cálculos de economistas independientes y de la oposición dan un plazo apremiante: entre 30 y 60 días.
El segundo es el de una situación fiscal en la que el gasto crece más que la inflación y en la que por falta de crédito el único camino es la emisión. Nafta echada sobre el fuego de una carestía generalizada que superó el 7% mensual.
El anuncio del aumento por ley para jubilados y de bonos de emergencia hecho la semana pasada por Massa costará unos 150 mil millones de pesos, más que el ahorro fiscal por el aumento de las tarifas. Pero las marchas de sindicalistas y piqueteros dejan poco margen para seguir postergando la actualización de sueldos y subsidios que reclaman los socios del oficialismo. En particular los incrementos para estatales y piqueteros de fuerte impacto sobre las cuentas públicas. Por eso el cuadro es apremiante.
Otro frente es el de los gobernadores que temen por el ajuste de Massa y se reunieron el viernes en La Plata con Axel Kicillof. Eran una decena e hicieron el gesto público de juntarse para mandarle una señal al ministro. Su solidaridad política es directamente proporcional al monto de las partidas que reciben del Tesoro Nacional. Ignoraron al presidente.
El ministro, por su parte, deja trascender que para resolver las complejidades cambiarias y fiscales puede contar con las liquidaciones de los productores agrarios y  con créditos de organismos internacionales, porque el sistema financiero privado resulta inaccesible para la Argentina.  Pero las liquidaciones siguen demorándose y de los organismos tiene que eliminar al FMI porque ya auxilió en su momento a Mauricio Macri y ahora sólo ofrece derechos de giro.
Bajo estas circunstancias y en la antesala de varios viajes oficiales a los Estados Unidos Marc Stanley dijo lo que dijo. Tanto Massa como Alberto Fernández ya saben lo que les espera. Cristina Kirchner no viaja.
El presidente tiene planeado entrevistarse con Joe Biden y presentarse ante la ONU, mientras que el ministro de Economía hará viajar a su equipo para que se entreviste con funcionarios del FMI. Después él hará otro tanto con Cristalina Georgieva y posteriormente cono el presidente del BID para ver si puede conseguir algunos dólares como los que le concedió la CAF. Plan mano extendida con la palma hacia arriba.
¿Qué quieren los Estados Unidos? Que Massa ordene la gestión. No importa que Alberto Fernández ante la Celac defienda dictaduras indefendibles(Cuba y Venezuela), lo central es que el gobierno se defina sobre la penetración de China en Argentina.
En cuanto a la oposición, la alianza con el massismo no cayó bien. Antes que Stanley había hablado en Consejo de las Américas Horacio Rodríguez Larreta con la habitual cantilena de una alianza del 70% de las fuerzas políticas para hacer los cambios necesarios, pero el jefe de gobierno porteño no quiere “ya” el acuerdo. Primero quiere ser candidato y ganar.
Fue llamativo en este plano la denuncia de Elisa Carrió la semana anterior cuando advirtió que dirigentes de Juntos por el Cambio trabajaban en las sombras por un entendimiento con Massa. La exposición pública de los nombres generó un escándalo y la situación cambió: ahora la “opo” manda al ministro a buscar acuerdos en el Congreso.
Llamó también la atención el silencio de Mauricio Macri que espera mantenerse alejado de la crisis, mientras siga su curso actual. Continúa de recorrido por el conurbano midiendo el nivel de su imagen negativa que tiende a bajar a medida que el gobierno desbarra, pero que todavía le pone un techo a sus pretensiones. Si concibe alguna alianza será para después de que las urnas registren el deterioro sufrido por el peronismo. No antes.

Publicado en La Prensa.

 

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