Reducir la inflación con más inflación
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La Ley de Reducción de la Inflación recientemente aprobada por el Senado es un acto de analfabetismo económico y financiero que uno tendería a asociar con los políticos argentinos, no con el Parlamento de la única superpotencia del mundo. El líder de la mayoría del Senado la ha caracterizado como "una hazaña legislativa del siglo XXI". Uno se pregunta qué estaba fumando. O quizás tenía razón y esto se convertirá en un paradigma duradero de la incapacidad de los políticos estadounidenses para aprender alguna de las lecciones de los últimos cien años.
Para empezar, cualquier ley destinada a combatir la inflación que tenga 755 páginas es una afrenta al sentido común. Sus disposiciones pretenden frenar la inflación incrementando el gasto público a una escala colosal; no hace falta decir que la Reserva Federal tendrá que "imprimir" más toneladas de dinero para abonar la factura fiscal. La brillante idea, entonces, es combatir lo que fue causado por una masiva expansión fiscal y monetaria con... una masiva expansión fiscal y monetaria. Es similar a lo que los políticos hicieron tras la crisis financiera de 2007/8 y a raíz de la pandemia de Covid hace dos años.
¿Por qué las consecuencias serían diferentes esta vez?
La Oficina Presupuestaria del Congreso proyecta que, tal como están hoy las cosas, los ingresos sumarían un total de 56,5 billones de dólares en la próxima década, pero el gasto superaría esa marca en 15,7 billones, un déficit acumulado mayor que el tamaño de la economía de China (alrededor de 1 billón más grande). Esto asumiendo que la economía estadounidense crecerá saludablemente el próximo año, y el siguiente, y así sucesivamente, sin ninguna recesión a la vista en la próxima década, de modo que el PBI acumulado sumará 311,6 billones de dólares, y también asumiendo que la inflación bajará al 2,3% el próximo año (utilizando el deflactor PCE*).
Incluso si estas grotescas suposiciones resultasen ser ciertas, el proyecto de ley antiinflacionaria aprobado por el Congreso para domar el déficit previsto sólo lo reducirá en el equivalente al 0,1% del PBI a lo largo de la década.
Contempla 485.000 millones de dólares de gasto adicional y exenciones fiscales (la parte del león es el gasto), sobre todo en energías limpias (sin tener en cuenta los efectos que las regulaciones de las energías limpias han tenido sobre el precio de la energía en los últimos años al inhibir la inversión en petróleo, gas y otras fuentes, limitando así su oferta) y en sanidad.
Para compensar esto, la ley nos asegura que los nuevos ingresos y ahorros sumarán 790.000 millones de dólares. Incluso si la proyección resultara exacta, el resultado final apenas afectaría la trayectoria actual del déficit. Pero parece muy poco probable que la proyección resulte correcta, dado el origen de los ahorros y los ingresos adicionales. Por ejemplo, una disposición para la "Financiamiento de la aplicación de los impuestos" promete obtener 124.000 millones de dólares duplicando el número de agentes del IRS, con la idea de que por cada dólar gastado en la contratación de nuevos funcionarios el gobierno obtendría 2,55 dólares de ingresos adicionales. ¿Por qué no quintuplicar el número de agentes y resolver el déficit por completo? ¡Buena suerte con eso!
No es de extrañar que todas las organizaciones que analizaron este proyecto de ley de Alicia en el País de las Maravillas llegaran a la conclusión de que es una receta para más inflación. La Tax Foundation, una organización sin fines de lucro que asesora a los gobiernos, estima que la Ley de Reducción de la Inflación reducirá el rendimiento económico en un 0,1 por ciento y eliminará el equivalente a 30.000 puestos de trabajo a tiempo completo en los EE.UU. También reducirá los ingresos medios de los contribuyentes en general. Una reducción de la capacidad de la economía para producir bienes y servicios significará menos ingresos, más déficit. ¿Exactamente cómo lleva esto a una menor inflación?
Hemos entrado en una era de alta inflación; según todos los indicios, ha llegado para quedarse, por cortesía de Washington.
Nota del Traductor:
*Sigla en inglés para Gastos de Consumo Personal.
Las cifras consignadas como miles de millones y como billones en español, corresponden respectivamente a billones y trillones en inglés.
Traducido por Gabriel Gasave
El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute.  Sus libros del Independent incluyen Global CrossingsLiberty for Latin America y  The Che Guevara Myth.

 

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