Para ser candidato opositor hay que derrotar primero a Macri
Sergio Crivelli


La dirigencia de Juntos por el Cambio es heterogénea, pero comparte al menos una idea: el año que viene la crisis liquidará cualquier chance de continuidad peronista y la oportunidad de llegar al poder está al alcance de la mano. Cree además que para lograr ese objetivo es imprescindible mantener la unidad.
Ahí se acaban las coincidencias, aunque todos los candidatos menos uno son también conscientes de que para alcanzar la candidatura presidencial tienen que sacar de carrera a Mauricio Macri. En eso concuerdan tanto un amplio sector del PRO como toda la UCR y la Coalición Cívica.
Producto de estas pocas certezas son dos fenómenos que aparecieron en los últimos días: el lanzamiento prematuro de las campañas y la ofensiva contra el ex presidente, figura central de la coalición antiperonista. En la ofensiva se anotaron Facundo Manes y Horacio Rodríguez Larreta con necesidades y arsenales distintos: el primero no mueve el amperímetro de la opinión pública y necesita instalarse. El jefe de gobierno porteño, en cambio, necesita sacarse de encima la tutela de su mentor.
En su debut en el barro de las internas el neurocientífico cometió todos los errores posibles. Quiere presentarse como un “outsider”, pero incurrió en los vicios y chicanas habituales de las peleas de comité.
Acusó Macri de espiar a sus propios aliados y de ser un “populista institucional”. Lo primero fue una copia de las imputaciones con las que el sector más endurecido del kirchnerismo acosó al ex presidente en los tribunales, que terminaron sobreseyéndolo. Con lo segundo, no se sabe qué quiso decir. La expresión constituye una contradicción en los términos que sus balbuceos mediáticos no consiguieron aclarar.
Los efectos políticos de su desacierto fueron negativos para él. En primer lugar encolumnó al PRO en defensa de su fundador. Hasta Rodríguez Larreta se vio en la obligación de desaprobar sus acusaciones.
Logró además el milagro de que el presidente de la UCR, Gerardo Morales, también cuestionara el ataque contra alguien a quien quiere poco y de quien está en las antípodas ideológicas.
También Martín Lousteau expresó su desacuerdo con Manes a quien sólo apoyó el radical bonaerense Maximiliano Abad que padece su mismo problema: la completa irrelevancia. Corolario: unió al PRO, dividió a los radicales y contra sus mejores esfuerzos  sacó chapa de oportunista, de viejo político.
Demostró, además, que no da la talla para enfrentarse con Macri y que se equivoca de adversario. El enemigo al que debe vencer es Javier Milei que le disputa el papel de anticasta, pero que sí mueve el amperímetro; y cómo. En rigor, el problema de Manes consiste en que el lugar que quiere ocupar con su absurdo discurso de tipo autoayuda ya está ocupado por el libertario que aúlla contra la partidocracia.
Distinto es el caso de Rodríguez Larreta que venía viendo cómo Macri ganaba protagonismo, los halcones crecían y su candidatura se había estancado en las encuestas. A diferencia de Manes no necesitaba instalarse sino reaccionar y lo hizo el jueves con declaraciones desafiantes contra su ex jefe político que había prometido patrocinar a quien represente el verdadero cambio (ver Visto y Oído).
La reacción de Rodríguez Larreta fue asombrosa para alguien que cultiva la estrategia de llevarse bien con dios y con el diablo. Sin nombrarlo le contestó que el único apoyo que le interesaba era el de los votantes y que de cambio no le hablaran, porque su gestión hablaba por él.
El jefe de gobierno provoca desconfianza entre los votantes opositores por sus lazos con el peronismo, en particular con Sergio Massa. Haber confundido deliberadamente el cambio que exige ese sector con la eficacia en la gestión fue un sofisma, pero también un aporte argumental novedoso y la primera reacción en defensa de su estrategia de ampliar la alianza de gobierno a sectores populistas.
Rodríguez Larreta sabe que ganar la elección interna y la general son  pequeños pasos comparados con lo que viene después: pilotear la crisis que el peronismo dejará irresuelta. Sabe que necesita un plan de estabilización que involucrará un inevitable costo social. Por eso quiere sumar peronistas a despecho de la fuerte polarización que aconseja lo contrario en la etapa de recolección de votos.
Para tener alguna posibilidad de éxito en esa tarea necesita un fuerte liderazgo porque no está en Escandinavia. No habrá colaboración de la dirigencia peronista si no demuestra capacidad de conductor. Y para empezar a hacerlo debía en primer lugar desafiar a Macri. Parece, en fin, haber entendido cómo se juega ese partido.

Publicado en La Prensa.

 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]