El paso del elefantito
Carlos Rodríguez Braun
Catedrático, Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Para la película ¡Hatari!, de 1962, Henry Mancini compuso un tema delicioso: “El paso del elefantito” –aquí con el flautista James Galway.
Lo recordé cuando, a propósito de la última visita a España del rey emérito, se volvió a hablar de su viaje a Botsuana a cazar elefantes, por el cual se disculpó con su famosa frase: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Han pasado diez años, y la vida privada y pública de don Juan Carlos ha atravesado toda clase de vicisitudes. De algunas, sin duda, se habrá arrepentido. Pero en mi opinión no hubo, ni hay, nada malo en cazar elefantes en Botsuana.
La caza ha sido perseguida y prácticamente identificada con el asesinato. Pero no abordaré hoy ese debate, sino un asunto económico que podría acercar a los amigos de la caza con sus enemigos. En efecto, todos son conservacionistas, todos desean evitar que los animales se extingan. Pues bien, para evitar que lo hagan, la caza legal representa una gran ayuda. Del mismo modo que la fiesta de los toros preserva al toro de lidia, el animal más bello que existe.
El libro En busca de la libertadEl planeta en peligro, de Manuel Fernández Ordóñez, que comentamos el domingo, es ilustrativo para entender el caso de los elefantes. Apunta el autor: “aunque parezca paradójico, prohibir la caza de elefantes, la venta de marfil y la venta de pieles, condujo de hecho a una aceleración en el exterminio de estos animales”. El motivo es que cuando se prohíbe la caza, no es que desaparece la actividad, sino que solo se mantiene la caza furtiva, que tiene incentivos a matar los animales, no a cuidarlos y reproducirlos, que es lo que sucede cuando la caza es legal.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 11 de octubre de 2022 y en Cato Institute.

 

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