Mundial de Qatar 2022: entre el oasis y el espejismo para el gobierno de Alberto Fernández
Diego Dillenberger
Director de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo.


“Puro pensamiento mágico”, dice uno. “Pan y circo, funciona siempre”, dice otro. “Dependerá del resultado”, matiza un tercero: ¿La “scaloneta” y Lionel Messi podrían salvar al gobierno kirchnerista de la derrota electoral que están pronosticando casi todos los encuestadores para 2023?

El 60 por ciento de los encuestadores y asesores políticos cree que la copa de Qatar podría cambiar sustancialmente la imagen del gobierno de Alberto Fernández, pero siempre y cuando la Argentina gane o, por lo menos, haga un buen papel en la cancha, según un sondeo de la revista Imagen entre profesionales de ese sector.
El otro 40 por ciento de ese panel de encuestadores, consultores y directivos empresarios de Asuntos Públicos no coincide con la afirmación “Qatar le dará al gobierno una pausa política que empalma con las Fiestas y las vacaciones”.

El Mundial, hito y mito

El mito -o la esperanza- a la que se aferra el gobierno y, muy especialmente, el ministro de Economía, Sergio Massa, es que todos los mundiales acaparan la atención de los medios de comunicación y la gente se distrae.
Como el Mundial de Qatar es el primero que se juega antes de fin de año, por el calor del desierto árabe, calza justo con las Fiestas. Esta “teoría conspirativa” culmina con que el verano, con sus largas vacaciones, puede ser algún tipo de continuidad del descanso para la vapuleada imagen del gobierno y el pésimo humor social que hoy registran las encuestas. Continúa esta teoría con que gracias a Qatar podría establecerse una suerte de “puente” de buena imagen para llegar a marzo.
En ese mes lentamente se empieza a liquidar la cosecha gruesa, que es la que le aporta al Banco Central el grueso de los pocos dólares que consigue retener en medio de la desconfianza de los mercados. Y la teoría que entusiasma a algunos en el gobierno cierra con que, ya en marzo, con los primeros dólares de la cosecha y la “magia” de Massa, el peronismo podría llegar mejor en cuestión de imagen y humor social a las próximas elecciones.

¿No será otro espejismo en el desierto?

El gobierno de Alberto Fernández, antes que tener una política económica con las reformas estructurales imprescindibles para terminar con la inflación, prefiere generar muchos espejismos para distraer a la opinión pública. El problema es que el propio peronismo se la pasa confundiendo sus propios espejismos con oasis de tranquilidad llenos de agua.
Uno de esos falsos oasis podría ser Qatar: la Selección ganó su segundo mundial en el 86, con Diego Maradona, y un año más tarde el presidente Raúl Alfonsín perdió las elecciones intermedias. Motivo: la alta inflación y la crisis económica.
En el de Brasil 2014, la Selección de Sabella llegó a la final con Alemania. Pero tampoco alcanzó para que Daniel Scioli, candidato de Cristina Fernández, ganara las elecciones el año siguiente. El motivo: hacer “copy-paste” del párrafo anterior.

Siempre el motivo es crisis más inflación

En Italia 1990, la Argentina, con Maradona y el “pájaro” Caniggia, hizo un excelente papel y llegó a la final. Pero aquella vez también perdió con Alemania (otra historia repetida para hacer copy-paste), y los festejos en el Obelisco se convirtieron en graves desmanes. El gobierno de Carlos Menem transitaba su propia hiperinflación y solo empezó a mejorar en imagen cuando, medio año más tarde, dio con Domingo Cavallo y su Plan Convertibilidad.
Algunos atribuyen el mito de que un Mundial “compra tiempo” a que el de Corea-Japón 2002 habría ayudado en algo al fugaz presidente Eduardo Duhalde a conseguirle tiempo para que la gestión económica de Roberto Lavagna lograra parar la caída libre de la economía que se produjo con el fin de la convertibilidad. Futbolísticamente a la Selección de Bielsa no le fue bien: no superó la fase de grupos.
Pero en el último Mundial, Rusia 2018, hasta en el gobierno de Mauricio Macri se entusiasmaron con mejoras o distracciones en el humor social con la Copa. Nada de eso cambió la opinión pública negativa que generaban los malos resultados de sus políticas económicas. A eso hay que sumarle una performance futbolística mediocre de los once de Jorge Sampaoli.
Pero en el gobierno ya se empiezan a entusiasmar con que el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella y la consultora Poliarquía repuntó de 1,12 a 1,28 puntos. La escala llega a 5.
Incluso Ricardo Rouvier, un encuestador vinculado antiguamente a la izquierda peronista, pero que en los últimos tiempos no tuvo buenas mediciones para el gobierno, muestra ahora un ligerísimo, casi imperceptible rebote en su sondeo de octubre. En opinión sobre la gestión del gobierno, la negativa bajó del 68 al 67 por ciento, y la positiva mejoró medio punto porcentual, de 26,5 a 27 por ciento. Y a eso hay que sumarle que se viene un mundial y con Messi.

De ilusiones también se vive

El problema es que el gobierno se “intoxica” demasiado seguido con ilusiones o generando batallas contra molinos de viento. La última quimera fue intentar combatir al reality Gran Hermano porque el “Señor Alfa” en medio de la madrugada con casi nada de rating opinó que Alberto Fernández es corrupto. Solo le sirvió a la Paramount para levantar el grado de conocimiento del programa de TV. El Presidente demostró una vez más que lo importante, para él, no es la inflación, sino lo que opinen de él en un reality.

A la periodista Silvia Mercado la impericia de la vocera y experiodista, Gabriela Cerruti, también la ayudó a promocionar su nuevo libro, El Presidente que no quiso ser. Ahí describe supuestos “vicios secretos” del primer mandatario, y la portavoz la amenazó con una demanda civil. La vocera remarcó que el Presidente no bebe y es abstemio. Así nos enteramos del libro de Silvia Mercado. Y que ahí sostiene que el presidente es alcohólico.
Otra de esas guerras simbólicas que libra el gobierno y cree ganar es la de los billetes: para Alberto Fernández mandar a imprimir un billete de mayor denominación, como por ejemplo, de 5.000 pesos, como el que tenía listo al salir el gobierno de Mauricio Macri, sería perder la batalla simbólica contra la inflación. En el gobierno creen -sostiene el espejismo- que así la gente no se entera de que hay inflación.
Lo único que consigue es que la gente se dé cuenta de que la quieren tomar por tonta, y sume un enojo más al sufrimiento que ya le causa el flagelo de la inflación. Para el gobierno es otro espejismo, si así cree que tiene a la gente engañada y se puede ahorrar el plan antiinflacionario.

El gobierno no pega una

¿Le dará Qatar ese respiro que no se da a sí mismo con tantos goles en contra? “Es pensamiento mágico, no lo vas a querer más a Alberto, porque ganemos la Copa”, sostiene Analía del Franco, una consultora que suele encuestar para gobiernos peronistas.
“Todo efecto es perecedero en esta opinión pública líquida”, dice su experimentado colega Carlos Fara.
Del otro lado, Orlando D’Adamo, hincha fanático de Racing y uno de los consultores argentinos más demandados en el exterior y que da clases en universidades como Salamanca, sostiene que “hacer pronósticos de noviembre a marzo con esta inflación galopante y en medio de las tensiones sociales al interior del propio peronismo, sería demasiado aventurado”. Pero D’Adamo es de la mayoría que cree que el fútbol puede generar cierta relajación en la opinión pública “sobre todo, si Argentina va pasando rondas” porque “la Selección es una de las pocas cosas con las que podemos sentirnos identificados positivamente con el país”.
Sondeo revista Imagen.

Sondeo revista Imagen.
Otro confeso futbolero, Sergio Berenzstein -hincha de River- cree que todo dependerá de la propia dinámica de la crisis económica y política, “además de que tiene que entrar la pelota”, sostiene el historiador y analista político.
¿Podría -aunque más no sea- aprovechar el gobierno alguno de los partidos para conseguir alguna ley clave y bochornosa en el Congreso?
Otro confeso futbolero, Sergio Berenzstein -hincha de River- cree que todo dependerá de la propia dinámica de la crisis económica y política, “además de que tiene que entrar la pelota”, sostiene el historiador y analista político.
¿Podría -aunque más no sea- aprovechar el gobierno alguno de los partidos para conseguir alguna ley clave y bochornosa en el Congreso?
Queda el recuerdo del atentado a las Torres Gemelas, del 11 de septiembre de 2001, día aprovechado por el peronismo para conseguir en el Congreso el sobreseimiento del controvertido juez federal Norberto Oyarbide en un juicio político: toda la atención de la sociedad estaba puesta en Manhattan y Washington.
Por las dudas, habría que prestarle atención a la tarde del miércoles 30 de noviembre, día en que podría sesionar la Cámara de Diputados y la Argentina juega en Qatar un partido clave por la fase de grupos con Polonia.
El problema es que después del partido muchos deberán ir al supermercado y se toparán con los precios, que seguirán aumentando.
Un consultor encuestado en el sondeo de la revista Imagen sostuvo que la Copa puede ayudar algo al gobierno, “pero no tendrá la eficacia de otras veces, ni aún saliendo campeones. El gobierno se volvió una máquina trituradora de eventos”.
A falta de políticas públicas, el gobierno genera sus propios espejismos que termina confundiendo con oasis. El de Qatar puede ser uno más.

Publicado en TN.


 

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