Apuntes sobre Eva Perón
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.


¿Cómo era Evita?.... Félix Laíño,  quién fue reconocido periodista del diario “La Razón”,   me la describió como una persona “de un cutis de porcelana, de ojos vivaces  no agresivos y bella,  una flor de hierro”. Creo que la definición es inobjetable.
Evita  provenía de un pueblo de la provincia de Bs. As: nació el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, pero creció en Junín, donde su madre –Juana Ibarguren-  se mudó luego de la muerte del padre de sus cinco hijos, Juan Duarte, un hombre casado. Vivió dentro de un hogar con privaciones económicas, en una ciudad chica donde se criticaba el pasado de su madre y su condición de hija natural. 
Aprendió del cine y de los novelones de la radio que  para algunos elegidos  existía la posibilidad de alcanzar el éxito y la fortuna. No le bastó con soñarlo, se lanzó a la aventura de lograrlo. Consiguió el permiso de su madre para viajar a Buenos Aires, ciudad misteriosa y prometedora. Allí tendría más oportunidades,  no se equivocaba,   pero jamás imaginó un principio tan duro. Fue difícil convertirse en una actriz exitosa: la persiguieron el fracaso y el hambre, no bastaba con tener buena figura y facciones agradables, había que mejorar el tono de voz y el vocabulario. Era imprescindible tener “relaciones”, única forma de acortar el camino. Así fue como desde que llegó a Buenos Aires se acercó a quien pudiera conseguirle un papelito en el teatro.  De a poco obtuvo contratos más importantes como fue en 1941 el de trabajar en Radio Argentina  por 5 años en “La hora de las sorpresas”. Era un  programa radial que patrocinaba la empresa “Guerreño,  le siguieron películas como “Una novia en apuros”  donde trabajaba también Pedrito Quartucci,  al que se la vinculó sentimentalmente. Trabajó en Radio “El Mundo” y  posó como modelo para revistas;  cuentan que tenía  defectos de dicción, cuando decía,  por ejemplo,  “ojebto” y “ecter”,  algunos de sus compañeros se reían por lo cual, pienso que debió pasar duras pruebas antes de convertirse en Eva Perón. 
En Radio Belgrano encarnó a heroínas famosas de la historia universal, con libretos escritos por el periodista Muñoz Aspiri - cuando ya se había vinculado a miembros de la dictadura militar-   dicen que allí adquirió un modelo para sus discursos posteriores. Lo cierto es que progresó en su carrera y además adquirió un estilo que se adecuaba a una gran ciudad. Poco a poco se vistió mejor, adquirió desenvoltura  y pudo elegir con más criterio: desfilaron por su vida  actores, directores y por fin militares vinculados al poder. Así llegó Juan Domingo Perón a su vida: exitoso,  dueño de sí mismo, tenía un pasado semejante al de Eva pues era, como se decía en esa época,  “hijo fuera del matrimonio”. Como ella, creció en un pueblito en el cual todo se comentaba, criticaba,  era imposible esconder secretos de ese calibre. ¿Cómo se conocieron? casi todos  los historiadores coinciden en que fue con motivo de  la recolección de fondos para el terremoto de San Juan o apenas unos meses antes de ese suceso. Poco después,  comenzaron una vida en común - en un departamento en Arenales y Coronel Díaz-  que llevará a Evita a convertirse de Cenicienta a Primera Dama de la República, al punto de dejar luego  de su muerte, una importante herencia.
Eva  fue socia y parte de la política populista de Perón: le ayudó a controlar y dominar al poder sindical que se encontró con su figura y personalidad como competidoras en la captación de la masa trabajadora.  Fue un elemento insustituible de propaganda del Régimen, se tomó en serio el papel más importante de su vida, al lado del Presidente,  alcanzó un puesto que le permitía brillar tanto como él.  Evita vivió un cuento de hadas que ni en sus anhelos de niña pudo imaginar: se convirtió por medio de la propaganda oficial y evidentemente por aptitudes personales de entrega total a la causa peronista,  en el “hada buena de los pobres”, pero  nunca dejó de ser una creación de Perón y un instrumento de su política. Sin ningún aval institucional, pero sí con el de su marido, tuvo un inmenso poder.  Era apasionada y podía dar rienda suelta a su odio o resentimiento gracias al aparato del Estado que le respondía incondicionalmente,  no solo para ensalzar su imagen,   sino también para reprimir a los opositores.
 En varios de los libros que cuentan su vida se insinúa que su poder se enfrentaba con el de su marido. Con su imagen y acción,  tendiente a convertirse en la “madre de los necesitados” constituyó un poder alternativo sobre las masas al de Perón, pero de ninguna manera opuesto al de él. Con el aparato estatal que estuvo a su disposición le ayudó a obtener los medios con los que pudo hacer beneficencia, aunque la mayoría de los ingresos de la Fundación Eva Perón,  creada para ayudar a los sectores  más pobres de la sociedad,  procedían de las donaciones hechas por empleados y sindicatos,  no eran de Eva ni de Perón.
En innumerables ocasiones,  Eva hizo valer su poder para,  injustamente,  hacer despedir funcionarios, sindicalistas,  o cerrar empresas, como fue el caso de la fábrica “Mu-Mu”. Los directivos se negaron a hacerle una contribución gratuita por lo que los persiguió con inspectores hasta que,  desprestigiados por los medios gráficos al servicio del Régimen,  debieron cerrarla,  previa exigencia de pagar una multa a la Fundación. También la fábrica argentina de Alpargatas debió pagar un millón de pesos como donación ante la exigencia de “la Señora”. La Fundación exigía no solamente contribuciones forzosas sino que además se quedaba con las multas impuestas arbitrariamente. Los laboratorios Massone fueron otras de las víctimas, sus dueños debieron emigrar a Montevideo. Expropió en nombre de la asistencia social  varios establecimientos,  como ocurrió con la estancia de los Pereyra Iraola, en el camino a La Plata,  la cual se convirtió en el Parque de la Ancianidad. Otra de las arbitrarias  medidas que el Gobierno tomó para aumentar los ingresos de la Fundación fue,   en 1950, la de obligar a donar  a todos los empleados y trabajadores del país,  dos días de sus jornales.
Los almacenes de la Fundación se diseminaron por distintos barrios de la ciudad. Allí se guardaban los artículos que Eva regalaba a los más necesitados: zapatos, camisas, maquinas de cocer, pantalones, baterías de cocina  de aluminio, bicicletas y retratos de Eva. También, medicinas y libros,  entre los que se contaban miles con  la doctrina peronista. Se enviaban paquetes a todo el país.  Se construyeron escuelas y hospitales y por su intermedio se subieron los salarios de los que ella llamaba “sus cabecitas negras” pero - como Perón- ella también exigía la sumisión total a sus deseos y órdenes. 
Lo cierto es que la política peronista destruyó el espíritu caritativo benefactor de la sociedad argentina, antes,  colegios, orfanatos, Iglesias, eran obra de los Unzué, Anchorena, Alvear y otros. Muchos dilapidaban su dinero en París, pero hacían caridad, obras de bien. Un ejemplo de ellas lo podemos ver en el Museo de Bellas Artes, dónde la mayoría de las obras son donaciones de familias patricias. La compasiòn de Evita era diferente: se imponía a la fuerza, no era una caridad cristiana ni pura filantropía.  En la beneficencia privada se hacía obra espontánea: sa Fundación sustituyó a la Sociedades de beneficencia que impulsaban la caridad por iniciativa propia y no por obligación y coacción para comprar votos.
Eva no se olvidó de su familia: su hermano Juan Duarte se convirtió en el secretario privado de Perón, uno de los maridos de sus hermanas fue senador de la provincia de Buenos Aires,  otro   Director de Aduanas,  y un tercero  miembro de la Suprema Corte. No faltó un puesto para el amigo de su madre Oscar L. M. Nicolini,  nada menos que  el de Ministro de Comunicaciones. Tanto Perón como su señora utilizaron puestos y dádivas para entronizar a personajes “amigos” en cargos que debieron ser ocupados por personas idóneas: premiaban la fidelidad en vez de la capacidad.
Rodeada de nuevos amigos y adulones,  Eva se empeñó, apoyada desde el gobierno, a reducir activamente la vida democrática de los argentinos. Comenzó con medidas que  acallaban a la opinión pública, uno de los resortes más caros a un sistema democrático: en 1947 compró el diario “Democracia” convirtiéndose en el principal diario oficialista. Desde sus páginas se aduló permanentemente a  Perón y a su persona y se atacó a  sus enemigos con verdadero ensañamiento.   Puede apreciarse,  en uno de sus artículos,  como se ensalza a Mussolini con una de sus expresiones:
“…la oposición no es necesaria en el funcionamiento de un sano régimen político,  es superflua…¿Esto es temor señores? No es temor,  es apenas rigor, es higiene social, profilaxis nacional…”
El camino para silenciar a la prensa fue transitado rápidamente y sin escrúpulos: “La Vanguardia” debió transformarse en un diario clandestino luego de soportar multas y clausuras.  “Crítica” tuvo que ser vendido a Perón, lo mismo que “La Razón”,   “La Prensa”  fue expropiada en 1951.  A “La Nación”,  que luchaba por conservar su independencia, le redujeron las cuotas de papel hasta el punto de que sus lectores tenían que recurrir al mercado negro para obtener un ejemplar. 
 Los pocos diarios que quedaban,  para mantenerse y brindar algo de información,  acordaron informar sin hacer oposición, salvo veladamente. Se les obligaba a seguir las consignas de la Secretaría de Prensa y Difusión: no molestar a Evita, quien ya comenzaba con “la ayuda social” y no nombrar a los opositores. Por ejemplo,  si los diputados radicales criticaban al Gobierno en el Congreso, debía salir en el diario de esta forma: “habló un diputado opositor” y punto. 
Algunos diarios hacían trampa cuando podían.  Félix Laiño, desde “La Razón”,  enviaba mensajes disimulados que no siempre tuvieron éxito.  Me contó,  en una de las muchas entrevistas que tuvimos en el Hotel City, que en cierta ocasión en que Evita y Perón pronunciaron un discurso que escandalizó a la oposición, intentó lo que él llamaba una picardía. Como el día  fue muy caluroso tituló su artículo: “Hoy hemos vivido una jornada bochornosa”. El castigo apareció rápidamente,  en el diario oficialista “La Época” se desató una campaña en su contra en la que lo acusaban,  incluso,  de drogadicto: se afirmaba  que consumía “extractos hepáticos”. El reconocido periodista  se reía  de semejante expresión. 
Las editoriales de los diarios ingleses debían aparecer en inglés  y castellano,  para facilitar el control.  por otra parte, se constituyó La Asociación Literaria Editorial Argentina de la que Evita era la principal tenedora de acciones. Adquirió Noticias Gráficas y la editorial Haynes que editaba el diario “El Mundo”;  en 1948 todas las radioemisoras del país se hallaban bajo la intervención del Estado. 
No  se puede obviar resaltar  la capacidad enorme de trabajo y dedicación que Eva Duarte tenía,  la enfermedad que comenzó a aquejarla despiadadamente, aumentó su necesidad de trabajar desde muy temprano, quizá para no pensar en ella. Dormía poco y tomó su trabajo como una misión;  era  tratada como a una santa por los que accedían a  la dádiva estatal.
Félix Laiño me refirió una anécdota cargada de humor, la cual traza muy bien el carácter de Evita: querían poner un director en el diario “Democracia” y  Raúl  Apold, Secretario de Prensa  y Difusión,  lo buscó a Laiño para llevarlo ante la “Señora”. Fueron,  donde entonces era el Concejo Deliberante,   allí se encontró con una antesala terrible: un hombre en camiseta fumaba un toscano, chicos jugaban en el piso, había gente en silla de ruedas: todos esperaban los favores de Evita,  era -según Laiño- una especie de infierno humano, donde todo olía a transpiración y a ropa sucia. La señora del presidente lo sobrellevaba sin ninguna queja,  él también formó  parte de lo que se llamaba “la amansadora”  hasta que Eva Duarte lo recibió. Cada cual de un lado del escritorio tuvieron el siguiente dialogo:
- ¿Así que Usted es el famoso Laíño?
-Laiño sí,  famoso no sé, respondió el conocido periodista
-Bueno vayamos al grano -le apuntó Eva-. Yo lo mandé llamar porque se va a hacer cargo del diario Democracia,  Usted es el indicado porque sabemos que es un trabajo que sabe hacer.
Felix Laìño  permaneció en silencio mientras Eva tomaba de un recipiente, que se encontraba sobre el escritorio, lo que él creía eran escarapelas. Cuando Eva intenta ponérsela en la solapa del traje, éste reconoció al escudo peronista,  entonces , dando un paso hacia atrás, le manifestó, evitando que se lo prendiera:
-No Señora! Yo soy periodista,  no peronista!
Evita, indignada,  gritó con gesto enérgico, vivo, a uno de los que la protegían:
-Che fulano,  sacáme a este negro de mierda de acá. El negro de mierda- me contaba,   entre risas, Laiño- era él.

Pudo evitar la venganza de Eva porque,  más tarde,  presentó a una persona para ocupar el lugar que le habían  ofrecido.
Sabina Olmos,  actriz y cantante de esa época,  en varias ocasiones  estuvo con Evita y además conoció a su entorno como integrante del “Ateneo Cultural Eva Perón”,  institución que ayudaba a las actrices. Allí se les daba de comer mientras esperaban conseguir trabajo, me dijo,  en una entrevista, que la obsecuencia en ese lugar era moneda corriente,  como en todas las instituciones oficiales.  Según sus propio relato,  recibió ayuda del Régimen, se pudo comprar un “Mercury” a precio de costo, se regalaban autos a cambio de favores. Su marido, el inolvidable cantante de tangos “Charlo”,  consiguió que se creara el “Sindicato de Artistas de Variedades”  que representaba a los que trabajaban como él y Sabina en “números vivos”. Sabina vio trabajar a Eva incansablemente en el Concejo Deliberante, recibir a indigentes a los que  abrazaba y  besaba.  La actriz admiraba a Evita y la consideraba muy bonita, con una linda mirada melancólica,  reconocía que tenía un carácter muy fuerte y que podía ser muy dura con los que no le caían en gracia. 
Estos son unos pocos ejemplos de la política peronista y del avance que esta tuvo sobre la sociedad civil en el intento de extenuarla. Los que disentían   debieron recurrir a panfletos clandestinos y a hablar en voz baja cuando querían censurar al Gobierno.
A Eva Perón no la aceptaron los sectores altos,  como tampoco aprobaron a la mujer del presidente Alvear, por ser una artista,  pero aquella lo supo sobrellevar de otra manera. A Evita le provocó ingente resentimiento esta actitud,  pues había padecido desde niña desaires y privaciones. Cuando llega a ser Primera Dama pudo vengarse de actrices, actores y personas que no fueron de su agrado,  o que al molestarla con sus críticas o indiferencia,  avivaron su dolor y despecho. Tampoco contó  con la simpatía de los militares,  éstos tenían un reglamento que no les permitía tener una situación familiar irregular;  mientras Evita fue la concubina de Perón este fue criticado y le impidió - mientras perteneció al servicio activo del Ejercito-  regularizar su situación,  ya que era mal visto vivir con una actriz . Estuvo en condiciones de casarse recién cuando lo destituyeron de sus cargos,  antes de que lo enviaran preso a Martín García. Con respecto al casamiento,  Miguel Unamuno,  me aseguró que Perón la quería y que se jugó por ella porque no la condenó  a seguir siendo una manceba. La asume y se casa cundo la suerte todavía no estaba echada. Primero, Perón  menciona el casamiento desde Martín García y luego, después del 17, cumple con ella y lo realiza.
Una anécdota define  a Perón como más adelantado,  en este aspecto,  que sus congéneres: le preguntaron cómo podía casarse con una actriz y Perón respondió: ¿Quieren que me case con un actor?.
 

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