No todos los caminos conducen a Roma…

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Argentina necesita de programas
sociales basados en la libertad y en la igualdad ante la ley. Los políticos
deben formular los métodos para su aplicación,
deben volver a creer en el liberalismo como fuerza viva del mundo
moderno para intentar, con decisión, transformar sus ideales en realidades.
Las
reformas que se necesitan no se podrán realizar solo con ideas, pero no serán efectivas si faltan. Para que
el Gobierno sea eficaz quienes deseen el bien común, deberán actuar unidos por un ideario y objetivos
afines, convencer a la gente, incluso a
otras fuerzas políticas, demostrar que esas ideas y reformas son
factibles y compatibles con las instituciones, poseemos lo que tendría que ser nuestra estrella fija: la Constitución. Para
saber hacia dónde vamos debemos unir al esfuerzo, la coherencia, y la eficacia de ideas con valor académico, pero también practico. No se puede ir, como hace décadas, de un lado a otro, cambiando los principios para seguir las
desviaciones producidas por acontecimientos políticos circunstanciales.
Se necesitan apóstoles del
liberalismo que le den vigor y unidad a sus esfuerzos, que se opongan a
cualquier acción ejercida contra los derechos civiles. Cuanta más libertad disfruten las
personas para el desarrollo de sus
facultades, más rápido será el
desarrollo social y la democracia se irá
restableciendo sobre principios sólidos.
El socialismo oficial parte del
desdén hacia los ideales de libertad y competencia, demuestra menosprecio por los ciudadanos a
los que se considera se debe tratar como a menores. La base del gobierno es el método de
cooptación, conducen sin mostrar el fin
perseguido, hasta que ya sea demasiado tarde para volver atrás, parecen
poseídos por los demonios, han puesto al
país al borde del derrumbe, nada tiene que ver con la democracia o la libertad.
Pretenden un sistema por el cual el gobierno sea el encargado de decidir por
cada hombre la forma de cómo ha de trabajar, como ha de vivir.
Salvo pocas excepciones, el auxilio contra la pobreza esta en uno
mismo, corresponde a cada persona
proporcionarse lo necesario para él y su familia, si no puede,
el Estado hace el esfuerzo de
ayudarlo. Pero la mejor manera de proteger a los pobres es sacarlos de la beneficencia pública; los últimos años nos mostraron el mal de los
planes excesivos, se aminoró el
incentivo de emanciparse de la pobreza y de la ayuda estatal. Se suplió el
esfuerzo personal con la ayuda de los demás,
el verdadero camino para mejorar,
es incentivar la iniciativa privada, de ese modo aumentaría la eficacia del trabajo y la
remuneración regular, se incitaría a
los trabajadores a velar por sí mismos,
en vez de esperar el favor permanente. Contaríamos con halagüeñas
esperanzas para el futuro, se iría gradualmente a una situación de
independencia económica y, gracias a
ello, se podrían afrontar los riesgos de la vida sin que sea a costa de los contribuyentes.
La permanente asistencia ajena
destruye a la persona, la hace depender
de la benevolencia de otro o del Estado, disminuye el valor del esfuerzo
individual porque actúa en ambientes de desesperación. En cambio, los derechos
igualitarios los disfruta el que triunfa en la vida como el que se siente
vencido. La beneficencia pública debe proporcionarse al indigente, pero su
suerte debe ser menos deseable que la
del trabajador independiente. No debería
consistir en caridad aminorar el sufrimiento humano, salvo que sea imprescindible; todos deben
trabajar, hacer algo útil para la sociedad, no se puede continuar con los planes, expoliando a quienes se esfuerzan, diariamente,
por aumentar su patrimonio.
En Argentina, muchos hombres honrados, de capacidad normal, se ven imposibilitados de hallar medios de
vida por medio de un trabajo útil. Ello
refleja el mal gobierno actual, que les hace tropezar con infinitas
dificultades, el problema encierra un
sistema económico errado que necesita un
cambio de rumbo. Las enseñanzas de la
experiencia obligan a ser consideradas por los próximos candidatos a administrar el país: no hay
alimentos módicos a pesar del control de
precios, las trabas al comercio han hecho que la gente no pueda ahorrar para
mantenerse ni para hacer frente a contingencias, como enfermedades, falta de
trabajo o ancianidad. Este Gobierno
actúa con cinismo y codicia sin que impere la razón, olvidó la responsabilidad
pública, preparó el camino para la crisis
general actual, pretendió curar al paciente exterminándolo. Se ve muy remota la
perspectiva de independencia económica basada en la competencia individual de los
trabajadores.
Nos puede salvar el próximo gobierno, si hace buen uso de la inteligencia para
dominar las pasiones y, siempre y cuando la mayoría apoye las ideas y el proyecto que
traiga la prosperidad de la Nación. Para
ello se deben atraer voluntades,
convencer a la opinión pública de cambiar de rumbo, no se podrá hacer de otro modo que generando
esperanza en un futuro mejor, llevando a
todos los hogares el sentimiento de responsabilidad del sufragio, el cual debe dejar de ser pasivo, como el actual, utilizado
por gobernantes inescrupulosos, a su antojo. El voto responsable libra al
ciudadano de la tiranía del charlatán y del intrigante, en la aventura de vivir hemos comprobado el poder benéfico y saludable de la libertad, la responsabilidad, y la justicia, por ello hay que erradicar la práctica de intrigar con
los sentimientos populares. Se debería comprender el significado de los
problemas de la vida pública, abandonar la actual indiferencia, la ignorancia
y la irresponsabilidad. Si la sociedad calla, el gobierno no podrá saber cuáles son sus
necesidades, por lo cual será
desatendida o se cometerán errores que la afectará negativamente.
Si la fuerza que gane las
próximas elecciones, se conforma con
mantener el orden, tomar medidas para aminorar el delito y la violencia, garantizar
el derecho de propiedad y el cumplimiento
de la ley igual para todos, el resto se
dará por añadidura. Los intereses privados son los que garantizan la
productividad, si se termina con los controles artificiosos podrá haber más
trabajo, más ocupación y de acuerdo a la capacidad de cada uno. El interés
personal extiende una armonía social entre el individuo y la sociedad, por eso se debe mejorar la educación para aumentar las
capacidades, y el Gobierno interferir lo menos posible en esa fructuosa
relación.
El próximo presidente deberá ocuparse de que
haya menos enfrentamientos políticos en
relación con los problemas que necesitan solución, y más contribución al desarrollo de la vida
civilizada mundial. Ojalá el cielo nos envié un estadista, el cual no se preocupe solo de la economía, sino también,
del honor de su país, que reconozca deberes y obligaciones y no cierre
los ojos ante el sufrimiento en las tiranías, que sea portavoz de la Justicia,
protector de los oprimidos y un ejemplo de mandatario liberal.
No cabe duda que en la mejora del sistema
democrático, las ideas liberales ejercen una influencia permanente y echan los
cimientos de la prosperidad. La pregunta es si el liberalismo, que está mostrando la cara, es una ola pasajera o es una corriente
constante que impondrá una unidad de acción. Y si la democracia continuara
herida, manejada a su capricho por un
gobierno que a cada rato muestra sus excesos, o surgirá, con entusiasmo, modelando una sociedad libre y participativa.
La experiencia nos ha mostrado que la
esperanza es mejor estimulo que el temor, la confianza mejor aliada de la inteligencia, que la incertidumbre. No podemos continuar sin
tener una situación más estable, para que podamos desarrollarnos con mayor
eficacia, con características de una vida normal, que disminuya la carga pesada que cada
argentino lleva en su vida.
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