Los votantes quieren la verdad, pero los políticos dicen que no la soportarían
Diego Dillenberger
Director de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo.



“Si les decía lo que iba a hacer, por ahí no me votaban”. La frase la pronunció Carlos Menem ante una pregunta periodística al final de su mandato sobre por qué durante la campaña electoral no adelantó nada sobre las privatizaciones y desregulaciones de la economía que emprendió en su mandato en los 90 y marcarían esa década.
La “confesión” de Menem se convirtió en una suerte de máxima que domina hasta hoy el marketing de campaña electoral en la Argentina: si hay que emprender reformas procapitalistas o promercado, mejor no decirlo, porque los votantes se pueden espantar.
No es la única sentencia que domina el marketing político argentino que, según muchos analistas, es tan culpable del fracaso económico argentino en sus 40 años de democracia como los políticos mismos.
Pero esta célebre “confesión” del peronista riojano tiene una peculiaridad: está basada en una “mentirita”. Carlos Menem no sabía en la campaña electoral de 1989 cuál iba a ser su plan económico. Lo fue encontrando a los tumbos y después de dos años de gobierno, con la convertibilidad de Domingo Cavallo.

Carlos Menem era pícaro

¿Por qué debía admitir que cuando se largó a la campaña presidencial no tenía la más mínima idea de que iba a terminar abrazando fanáticamente la economía de mercado para salir de la híper que le estaba dejando Alfonsín? Mejor dejar para la posteridad la idea de que no era un político improvisado, sino más bien un líder visionario.
Hoy los equipos de campaña de muchos de los políticos que se largaron para las próximas elecciones siguen al pie de la letra la máxima de Menem. El ecuatoriano Jaime Durán Barba, exgurú de Mauricio Macri que hoy está asesorando a Horacio Rodríguez Larreta, lo dijo al arrancar el gobierno del ingeniero en 2016: “Ya no se puede hacer un gran ajuste económico y sacar los tanques a la calle, porque la gente opina en las redes sociales. Hay que ir avanzando gradualmente”.
Era el momento en el que nacía la fracasada estrategia del “gradualismo”, que cuatro años más tarde, desembocara en el regreso del kirchnerismo.

Hoy muchos asesores de Juntos por el Cambio sostienen algo similar: “La gente dice que quiere curarse, pero no quiere tomar los remedios”, sostienen.
La semana pasada se reunieron los líderes de Juntos por el Cambio con sus principales referentes económicos, y el único punto de acuerdo que dejaron trascender es que no están a favor de una “dolarización” de la economía, como la que pregona el economista libertario Javier Milei, que con su prédica de dolarizar y aplicar el “Plan Motosierra” con el gasto público no para de crecer en las encuestas.

¿Quién tiene razón?

Milei promete “sangre” contra la “casta”. El marketing político “tradicional” prefiere no dar demasiados detalles de qué hacer en materia económica para no espantar a potenciales votantes? Es la pregunta central de esta campaña presidencial que debaten los asesores de marketing político.
Ahora una encuesta nacional de FGA, la encuestadora del consultor Federico González, arroja algo de luz sobre esa pregunta y muestra que, previsiblemente, los votantes dicen que quieren que les digan la verdad en la campaña electoral. ¿La verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad? El 92 por ciento está de acuerdo con la afirmación “un político debería siempre decirnos la verdad, aunque sea cruel y dura”. También la amplia mayoría (87 por ciento) sostiene que “la mayoría de los políticos no cumple sus promesas de campaña”.
Por el contrario, ante la afirmación de “en la política, como en la vida, no se debería mentir, pero tampoco se puede decir toda la verdad, porque hay verdades que resultan insoportables”, sólo el 40 por ciento acuerda con esta frase que representa fielmente la estrategia de los consultores políticos argentinos: demasiado realismo puede resultar insoportable, opinan.


Los votantes quieren la verdad, pero los políticos dicen que no la soportarían

Pero a juzgar por el crecimiento de Milei en intención de voto, el economista despeinado está interpretando algo que los asesores de los políticos tradicionales no ven. Un sondeo de la revista Imagen a un panel de encuestadores y consultores políticos muestra que dos tercios de ese panel de 54 profesionales cree que “en esta campaña no conviene detallar demasiado un plan económico, porque puede espantar votantes y comprometería al candidato a la hora de gobernar”.
Muchos de los consultores políticos encuestados sostienen que el voto es mucho más emocional que racional y que los votantes no toleran “tanta verdad”. El dilema es complejo: Mauricio Macri fue efectivo en la campaña electoral 2015 prometiendo “pobreza cero, inflación de un dígito y lluvia de inversiones”. Pero el ecuatoriano Durán Barba le recomendaba por entonces que no explicara que, para lograrlo, debía emprender una serie de reformas económicas que podían sonar impopulares.
El resultado de esa táctica electoral: Macri ganó, pero cuando se sentó en el Sillón de Rivadavia sintió que “no tenía mandato para hacer grandes reformas”, según confesó después en su libro Primer Tiempo.
El ingeniero se refería a un mandato más bien simbólico: para qué te votan para ser presidente. Nunca se le ocurrió que podría haber cambiado su discurso de campaña de “no vamos a privatizar nada” una vez sentado en la Casa Rosada, apelando a que la herencia económica era mucho más grave que la que creyó durante la campaña electoral.
Hoy Macri parece estar convencido de que se equivocó: “Se necesitan voces con coraje para decir lo que se piensa sin medias tintas”, dijo después de la última cumbre del PRO el Macri modelo 2023, criticando al de 2015 y, como un tiro por elevación, a las “palomas” identificadas con Horacio Rodríguez Larreta.

Los votantes quieren la verdad, pero los políticos dicen que no la soportarían

¿El electorado o los políticos?

Quizás Milei captó algo que sus rivales de Juntos por el Cambio no están viendo en el sentir del electorado: ¿realmente son los votantes los que no quieren ajustar el gasto público y emprender reformas estructurales o son los políticos que se desentienden y miran para otro lado, culpando a los votantes?
En la jerga de la psicología casera, un término inglés invadió todos los idiomas: “gaslighting”. Literalmente significa iluminar a gas. Viene de una película de los años 30 que tuvo numerosas remakes: Gaslight (Luz de gas), en la que un marido trata de que su esposa enloquezca haciéndola dudar de sus propios razonamientos y tergiversando sus propias percepciones de qué estaba pasando a su alrededor. Llevando la idea del gaslighting al marketing político tradicional argentino: “son los votantes los que no quieren el ajuste, por eso no se puede cambiar demasiado el sistema económico argentino”.
Milei logra su éxito porque invierte la carga de esa estrategia, convenciendo a los votantes de que los que no quieren el ajuste “son los de la casta”. Probablemente si no dejara en tantos votantes tantas dudas sobre su capacidad de obtener suficiente gobernabilidad, hace rato que el economista despeinado estaría ya liderando las encuestas, según están midiendo los encuestadores de todos los partidos en sus focus groups. Hoy las encuestas cuantitativas lo muestran cada vez más cerca de un triple empate técnico con el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, pero con un “techo” más bajo.

¿Será hora de que en Juntos por el Cambio empiecen a copiar algo de la estrategia de Milei para despegarse del pelotón? A Macri, le funcionó en 2015 el truco de no revelar que no pensaba tener un plan económico de reformas y que incluso directamente eliminaría el ministerio de Economía. El ingeniero llegó gracias a la idea muy instalada de que, al ser un hombre del empresariado, ya sabría qué hacer con la economía. Pero como al final fracasó, sus “herederos” Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta ahora no tendrán más remedio que mostrar un poco más las cartas: deberán tener alguna versión propia del “Plan Motosierra” si aspiran a despegarse de esa situación de triple empate que están mostrando las encuestas.
De hecho, entre el fracaso económico de Macri, que llegó gracias al fracaso anterior de Cristina Kirchner, que ahora volvió a fracasar instalando en la presidencia a Alberto Fernández, la opinión pública argentina se volvió irreconocible, cuando se la compara con el estatismo que predominaba en 2015.
Quizás los políticos deban recordarles a sus asesores de marketing de campaña el poema de Antonio Machado cantado por Joan Manuel Serrat: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.


Publicado en TN.











 

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