Borrón y tinta nueva…
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.



El país está  en problemas,  asistimos al desarrollo de las medidas de Sergio  Massa  para paliar la situación,   pero se está muy cerca del desborde: hay indefinición en materia económica, escalada inflacionaria, aumento  del dólar y los precios. En el gobierno se nota un ambiente de inquietud en lo relativo a la deuda externa, un clima desmejorado por los tanteos con el FMI , conversaciones recientes para abrir más las negociaciones, mientras, mantener controlada la economía,  nos aísla cada vez más del mundo.
Las políticas de estatizaciones y controles llevan invariablemente  a la dictadura,  porque  evita la elección y participación voluntaria de los ciudadanos en la búsqueda  de sus intereses. Solo la democracia,  tan desprestigiada en la Argentina, fundamenta los límites de la acción del Estado y es garantía de la libertad individual y en el orden  jurídico,  principio fundamental del cumplimiento de los contratos. Para fortalecerla, es tarea imprescindible,  independizar la Justicia  del poder político;   la ley debe limitarse a lo que no debe hacerse,  acorde siempre  con la Constitución Nacional y el sistema democrático.  
 Aunque algunos de los candidatos a la presidencia  intenten  esconderlo, un populismo mitigado,  de tono socialista y estatizante,  se les transparenta en los discursos y reportajes,  pero,  casi todos han aprendido que no es bueno tener grandes déficit. Solo en el Gobierno hay escasa disposición a bajar los gastos,  por el contrario, hubo  nuevos nombramientos,  mas dadivas, actividades  y programas que inciden en el nivel del gasto público,  sin beneficios evidentes.  El gobierno reacciona con imprudencia, sin habilidad política,  irritable,  desmedido en sus expresiones;   el Presidente desgastó su imagen de tanto bajarse los pantalones ante Cristina Kirchner quien,  además de caprichosa  y autoritaria,   temerosa por su situación ante la Justicia, se muestra  más  intrigante y perniciosa,   inflexible ante  los problemas, aumentando la  inquietud por lo que nos aguarda.  Asombra con discursos circenses,  en vez de pensar en  una política clara,  mantiene a la gente  desubicada, sin saber  a qué atenerse. La crisis se  encuentra en pleno desarrollo: el riesgo de una ruptura con el FMI,  nunca debe  descartarse,  aunque más probable,  es que se continúe con postergaciones de los compromisos que le llevaran,  aun más carga,  al siguiente Gobierno.
El proceso de quebranto de la economía al que se nos ha llevado  necesita que se genere un cambio radical en la política económica,  más hondo,  a medida que  se acentúa el deterioro. Está claro que el país  no puede salir con la misma receta, no sale con cosmética,  sino con un  cambio profundo de  las bases de la situación actual, solo así, con un cambio global  que tenga futuro, que sea duradero,   se puede tener una posibilidad de éxito en Argentina, lo  sería también para el candidato que se animara a realizarlo,  le permitiría mantener el apoyo de la ciudadanía y,  seguramente,  incrementarlo. Con una situación política adecuada, y un programa global de medidas de aplicación inmediata y simultánea,  con funcionarios que tengan la confianza de la opinión pública se iría hacia adelante.  Debe mudarse la relación que el Estado mantiene con la sociedad civil, no  es la que manda la Constitución,  tiene que disminuir al máximo los controles para dedicarse a servirle  y concentrarse en sus funciones. .  Es la única manera de permitir a las personas más libertad con lo cual aumentará el trabajo, la creatividad y los niveles de democracia, la cual,  no apareció en el mundo por arte de magia,  sino  como resultado de millones y millones de acciones individuales,  producidas por el mejoramiento del sistema capitalista. Los programas de gobierno  deben tender  a morigerar los efectos recesivos que provocarán las nuevas medidas, llevando lo más rápido posible a una evidente expansión económica para que haga menos peligroso al forzoso  ajuste. Si el  país mejora será una buena señal para el resto del mundo,  la política no debe tener como meta solo la  elección siguiente,  sino salvar al país de un sistema empobrecedor en todo sentido. Hay que dar señales que generen optimismo: uno de ellos es el valor de las cosas, los precios no mienten, muestran si el rumbo es el correcto.
Los argentinos quieren un ambiente sano, seguro para vivir y tener expectativas para el futuro: la libertad de comercio, la propiedad privada, la desregulación, las privatizaciones, el capital extranjero,  conviene  sean metas claves para todos los candidatos,  más allá de las diferencias,  es el consenso al que se debería llegar antes de las elecciones. El cambio de ideas implica darse cuenta que las hipótesis sostenidas no tienen nada que ver con la realidad, hace décadas  que necesitamos un cambio estructural, nadie debería oponerse.
Muy difícil será terminar con las coacciones de los sindicatos,  es clave para fulminar el corporativismo que traba y atrasa las decisiones que necesita el país,  aislarlos como arma política usada contra los opositores por gobiernos irresponsables y con veta antidemocrática, volverlos a sus funciones originales, acabar con la tradición populista peronista de estar peligrosamente comprometidos  con ellos. Los líderes sindicales tiran de la cuerda sin pensar que  también se verán perjudicados por la situación, hay que desmantelar sus prácticas,  habrá que debilitarlos.   Las  ventajas monopólicas que obtienen le dan un poder de coacción que resulta perjudicial a los intereses del país,  las tienen porque los gobiernos se las dan para mantenerlos tranquilos. No hay que esperar para rechazar,  tanto a empresarios prebendarlos  privilegiados  por ser amigos del gobierno,  como a sindicalistas que hacen gala de  ventajas injustificadas.
Está aumentando la decisión de votar por la libertad,  la tolerancia a la crítica,  por el imperio de la ley,  por el respeto a las decisiones del poder legislativo,  por la discusión de los actos de gobierno y el fortalecimiento de las instituciones. La gente está  saturada de autoritarismo y prepotencia, de  Incertidumbre,  discursos antagónicos en el Gobierno,  que en nada ayudan a la posición en el exterior y a la tranquilidad interna. Es esperanzador que dentro de un panorama desolador, el liberalismo se impone,   aun fuera de las filas de los partidos y facciones  liberales y de grupos donde siempre fue reconocido. Quienes despotricaban contra la economía de mercado,  hoy hablan de aprovechar las ventajas  comparativas,  sugiriendo a  los empresarios,  mirar al mundo como mercado. Varios candidatos abandonaron los mitos anteriores, aceptando,  de buen grado,  las medidas de reducción del gasto y el endeudamiento,  atraer capitales extranjeros y hacer la reforma del Estado,  a las cuales  ahora defienden públicamente con la fe de los conversos. Como en el pasado, la inflación desmedida ha permitido una cuota de mesura y racionalidad a muchos políticos y a  una gran parte de la población  que la sufre, por ello se van alejando de la formulas de un populismo difuso. La gente esta distinguiendo entre el pseudoliberalismo y el verdadero, el que  se ha venido pregonando durante tantos años, si el Gobierno que viene es liberal,  aunque tenga cierta flexibilidad,  necesaria en política, lo más probable es que no la  extenderá a las bases doctrinarias,  ni se  desviará de sus principios.
En estos comentarios de cauto optimismo no se puede dejar de ver la terrible situación del país,  recién en las próximas elecciones sabremos qué piensa,  esa  gran masa silenciosa,  que deberá elegir cuál será la marcha de la Argentina.  La puja electoral que se está dando en la oposición debe ser moderada  para no permitir que disminuya el capital político logrado ante los errores del gobierno. Es necesario aclarar-  no se debe olvidar cuando juzgamos acciones políticas confusas-   que estamos ante una gran batalla cultural la cual se libra, con intensidad,  entre el Gobierno y la oposición y  también dentro de una oposición desorientada. Sobre ello hay que trabajar.
 Aunque la economía está muy ligada a la política,  el problema actual es político: se necesita de una trascendente decisión de este tipo,  para dejar atrás un sistema económico que nos ha traído siempre el mismo problema,   la inflación,  muy difícil de combatir cuando se la deja llegar a los niveles actuales. Se requiere un sacrificio,  debe ser aceptado por  una sociedad extremadamente lastimada por las erróneas medidas de funcionarios manipuladores,  equivocados e irresponsables.  El problema no reside en  dejar de crear esclavos y genuflexos con los planes, ni acuerdos o pactos políticos circunstanciales,  sino en respetar el sistema de convivencia,  por el cual,  el poder de decisión  permanezca en manos de los gobernados mediante el libre ejercicio de sus derechos individuales. Cumplir con  la Constitución es dejar de engendrar violencia y demagogia;   en el Congreso es donde deben debatirse las soluciones,   introducir reformas de fondo,  que hacen a la esencia del sistema.
 No tenemos candidatos sabios,  como los que deseaba  Platón, debemos elegir a quienes consideremos mejores para el fortalecimiento de las instituciones,:   que se comprometan a  luchar porque surjan  las fuerzas creadoras que viven en la sociedad civil,   sometidas por el dirigismo estatal,    disminuyan  los controles que la paralizan  para poder  insertarnos en el mercado mundial, consoliden a la opinión pública y debiliten el corporativismo. Esto puede ser realidad si la sociedad desestima el populismo, exige  la recuperación   del texto constitucional liberal como estrella fija de convivencia social y  rechaza  toda forma de violencia como la de los sectores que amenazan con no permitir gobernar.  Necesitamos de la paz social como valor, recordando que  les piden  peras al olmo,  quienes creen que la democracia nos da de comer, es  un método  pacifico para tomar decisiones,  no un programa económico. Por último,  para los descorazonados, como siempre decimos:  es mejor prender una velita en la oscuridad que maldecir en las tinieblas: España con Felipe González, La URSS con la destrucción del Muro, Frondizi y Alsogaray, también Menem,  en Argentina,  nos muestran que un cambio de rumbo es posible. De  los argentinos depende, mediante el voto,    hacerlo perdurar.
Los argentinos están enojados,  es peligroso, se vuelven permeables a los cantos de sirena y a las utopías que nos hacen sectarios y fanáticos. La sociedad abierta estará siempre plagada de incertidumbre,  libertad, errores y creatividad,  en vez de mandatos y ordenes,  como en todas las utopías.



 
 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]