La “elección de tercios” causa más incertidumbre económica y complica sobre todo al kirchnerismo

Diego Dillenberger
Director de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo.
“Es una elección de
tercios, lo importante es entrar al ballottage”. Cristina Kirchner lo dijo como
al pasar en la primera entrevista que dio en más de seis años y sonó como uno
más de esos análisis pretenciosamente intelectuales de la vicepresidenta. Pero
fue una confesión devastadora: la “mujer fuerte” de la Argentina es consciente
de que el peronismo que ella lidera se puede quedar en la próxima elección
presidencial “mirando la segunda vuelta por TV”.
Va de nuevo: ¿podría quien
fuere el candidato del kirchnerismo no entrar a la segunda vuelta? Ya no es
inimaginable y no solo se debe al desastre económico que está dejando el
gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner con Sergio Massa como tercer
socio de la alianza de gobierno y ministro de Economía: por extraño que suene,
las peleas en la propia oposición de Juntos por el Cambio aportan una cuota tan
grande de incertidumbre, que está poniendo en duda cómo sería el resultado
final de esta “elección de tres tercios” (Cristina dixit).
Para comparar: hace ocho
años, cuando Cristina Kirchner se preparaba para cederle la presidencia a la
alianza Cambiemos, con Mauricio Macri a la cabeza, sostenía en sus discursos
que “les dejo un país cómodo”.
Se ve que la inflación y
los datos de crecimiento y pobreza de aquel entonces incomodaban bastante a la
presidenta, porque el INDEC, intervenido por la patota de Guillermo Moreno,
mentía sistemáticamente las estadísticas. Pero algo era cierto: las acciones en
la Bolsa subían, el riesgo país estaba alto, pero estable debajo de los 1000
puntos, y los valores de las propiedades se empezaban a recuperar: los mercados
estaban anticipando un triunfo de Cambiemos y se empezaban a despedir del
kirchnerismo.
Hoy -en el período análogo
a aquel de 2015 en el que se estaba yendo el kirchnerismo- el índice que mide
el rendimiento de los bonos públicos, que se conoce como “riesgo país”, está
tres veces más alto que ocho años atrás. Los valores de las propiedades están
bastante más bajos que antes de que se empezaran a recuperar en 2015 y, sin
embargo, siguen apuntando para abajo. Y lo único que mejoraron algo son las
acciones en la Bolsa, pero es un dato -por contradictorio que parezca- que solo
refleja la desesperación de los inversores: “La suba del Merval de los últimos
días tiene mucho más que ver con el hecho de que, con el cepo cada vez más
agravado, las empresas no tienen muchas otras opciones para refugiar sus pesos
que con expectativas alentadoras sobre el futuro del sector privado”, explica
Rodrigo Gramarci, de la gerenciadora de patrimonios FDI.
Lo único que tiene mayo de
2023 en común con el mismo mes de 2015 es que las encuestas muestran que es
altamente probable que venga un cambio de gobierno a fin de año. Pero ahí se
acaban los parecidos: esta falta de expectativas en el futuro de la economía
argentina que contrasta tanto con el optimismo de mayo de 2015 no solo tiene
que ver con la espantosa herencia que le dejará al que venga esta nueva edición
del kirchnerismo.
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Escenario elección presidencial. (Fuente: Synosis)
En 2015 solo existía la
“tercera vía” del peronismo alternativo de Sergio Massa y no había un fenómeno
como el del economista Javier Milei. A diez semanas de las PASO ni se sabe
quién será el candidato peronista, ni si habrá competencia.
El cóctel tóxico para los
mercados se completa con las peleas y divisiones cada vez más violentas en la
oposición de Juntos por el Cambio: no llama la atención que esta “elección de
tercios” a la que se refería Cristina Kirchner esté generando tanta
incertidumbre en los mercados.
La última encuesta de
Synopsis muestra un triple empate técnico sorprendente. Juntos por el Cambio,
sumando en la primaria a un Horacio Rodríguez Larreta superando agónicamente a
Patricia Bullrich, “ganaría” con el 26,2 por ciento. El Frente de Todos llega a
24,6 por ciento sumando una competencia de Sergio Massa con Daniel Scioli en una
elección interna. Pero si, en lugar de preguntar por “La Libertad Avanza”, se
coloca el nombre de Javier Milei, el economista despeinado se lleva el 25,2 por
ciento de la intención de voto y estaría yendo al ballottage con Juntos por el
Cambio.
Realmente en este
escenario, el peronismo se quedaría “viéndolo por TV”.
Pero se trata de un triple
empate técnico donde los tres están dentro del “margen de error” de la propia
encuesta. De acuerdo con estos números, que están coincidiendo con los de
varios encuestadores, puede pasar cualquier cosa: que a la segunda vuelta
llegue el peronismo con Milei y que los que se queden mirándola por TV sean los
de Juntos por el Cambio.
Las peleas en más frentes
entre larretismo y bullrichismo son cada vez más sangrientas. Aunque todos en
Juntos digan que van a seguir unidos, no solo se los ve cayendo en intención de
voto a la par del peronismo, sino que ahora empezaron a surgir dudas: ¿quién
gane la PASO en Juntos contará después con el acompañamiento del derrotado? Y
si al final gana, tendrá el acompañamiento necesario para gobernar y conseguir
mayorías en el Congreso?
Todas estas preguntas
mantienen deprimidos los mercados y agravan la ya trágica crisis económica que
destruye las posibilidades electorales del kirchnerismo gobernante.
Se acerca el momento
definitivo de las dos (o tres) vueltas: PASO en agosto, elecciones en octubre
y, eventualmente, ballottage en noviembre. No falta nada y todavía no hay nada
claro: ¿quién será el candidato del peronismo?, ¿habrá competencia interna o
será un candidato único?, ¿en Juntos por el Cambio ganará Rodríguez Larreta
-por dos puntos-, como muestra la encuesta de Synopsis? ¿Podría haber en la
PASO un voto sorpresa hacia Milei? ¿Ese voto “bronca” hacia el melenudo podría
provenir de votantes potenciales de Patricia Bullrich y terminaría favoreciendo
a Rodríguez Larreta?
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Escenario de las PASO hoy. (Fuente: Diego Dillenberger)
Si nos remontamos a cuatro
años atrás, cuando perdió Mauricio Macri y volvió el kirchnerismo, contábamos
con dos tipos de encuestas que circulaban profusamente: unas marcaban un
“empate técnico” entre Macri-Pichetto y Fernández-Fernández que fogoneban desde
la Casa Rosada. Otras –más serias- marcaban una diferencia clara de 7 u 8
puntos a favor del kirchnerismo.
La sorpresa con la que no
contaba ningún encuestador es que en la PASO el peronismo terminó derrotando a
Macri por 17 puntos. Había un voto no confesado que se manifestaba indeciso y
que quería castigar al macrismo.
Finalmente, en la elección
de octubre, Macri terminó perdiendo por esos 7 u 8 puntos que pronosticaban los
encuestadores serios: los votantes decidieron su voto castigo a último momento
o mantenían en secreto ese “escarmiento” para el macrismo que no les estaban
confesando a los encuestadores.
¿Algún castigo análogo a
lo que vimos en 2019 podría sorprendernos ahora? Un voto protesta oculto hacia
Milei podría cambiar radicalmente el escenario. Si se cumple el temor de
Cristina Kirchner y su kirchnerismo no entra al ballottage, ¿ella mandaría a
sus militantes más fanáticos a votar por Milei con la intención larvada de
obstruir y boicotear a un gobierno sin sustento parlamentario del economista
para derribarlo lo antes posible y volver?
A la salida del acto
kirchnerista por el 25 de Mayo en la Plaza, algunos militantes decepcionados
con la insistencia de su jefa en sentirse “proscripta” y no querer competir,
declaraban a los medios: “Si no está Cristina, voto a Milei”.
Una encuesta de la
consultora cordobesa Delfos indica que de marzo a mayo se duplicaron los
indecisos, de 5 a 10 por ciento; los que no quieren votar a “ninguno”, subieron
a 4,7 por ciento y el voto en blanco sube de 1 a 3 por ciento: suma casi 20 por
ciento indefinido. El de la Argentina 2023 es un rarísimo caso de electorado
que aumenta su nivel de indecisos más cerca de las elecciones.
Ante tanta incertidumbre,
los mercados no sienten el más mínimo optimismo, y la intención de voto del
oficialismo y las chances del ministro de Economía, Sergio Massa, de ser el
candidato “menos malo” del kirchnerismo, se diluyen con la caída de las
expectativas económicas.
Para llegar menos
maltrecho a las elecciones, el kirchnerismo debería rogarles a los de Juntos
por el Cambio que no se peleen más.
Después de todo, en 2015
habían logrado que Macri eligiera el ominoso “gradualismo” porque tanto él como
sus asesores sentían que no debían explicar mejor la “herencia” porque la
opinión pública no tenía tan clara la catástrofe económica que dejaba el
kirchnerismo ya por entonces: la omisión de Macri fue el primer paso para el
regreso del kirchnerismo cuatro años más tarde.
Hoy los de Juntos ya ni
tienen que hacer el esfuerzo que no quisieron hacer en 2015 de explicar mejor
la “herencia”. Alcanzaría con dar la sensación de que esta vez cuentan con el
plan económico adecuado para salir de la crisis y mostrarse más civilizados en
las peleas internas.
Tanta incertidumbre, al
final, no juega ni a favor de Juntos por el Cambio ni del peronismo.
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