Al “milagro económico” hay que ayudarlo un poco
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.



Las ventajas comparativas del  país fueron desperdiciadas durante décadas por gobiernos izquierdistas, incluyeron programas de bienestar social, redistribución de ingresos y se controló el comercio exterior para aumentar la recaudación.  Aumentó enormemente el sector público, también los impuestos a tasas confiscatorias;  en las campañas electorales todos los partidos compitieron por ofrecer aumentos en los subsidios, beneficios sociales, empleos públicos, y extender el intervencionismo. Se  sucedieron varias crisis cambiarias, las cuales  terminaron en controles de cambio y restricciones comerciales, el objetivo era una economía de tipo socialista,  en lo económico al menos,  como era de esperar el deterioro del país fue la fatal consecuencia.
El cambio necesario que está produciendo el Gobierno provoca dificultades porque sectores productivos tradicionales, gremios y corporaciones,  pierden peso relativo en el conjunto de la estructura social y específicamente en el mercado. Los cambios sociales acelerados originan acomodamientos en corto tiempo como es el caso del desarrollo industrial,   altera las conductas tradicionales, exige redefiniciones creando inseguridad e incertidumbre. Es por ello que escuchamos críticas intransigentes y pesimistas acerca,  no solo del presente,  sino también del futuro.
Hasta en el Congreso cuesta confiar en  que las fuerzas del mercado traen mayores recompensas  que la vida económicamente indiferente, ineficiente, controlada por el Estado. Apurar la estabilidad económica   permitiría,  a los  empresarios,   tener una visión de largo alcance  necesaria para adaptarse a  políticas económicas y fiscales. Ya tenemos asegurado un sector productivo, el campo,  el cual no necesitó aferrarse al Estado para desarrollarse, con  liberarla de las retenciones  la producción agrícola - ganadera crecería aun más.  
La estrategia del Gobierno debería  ayudar a dirigir la industrialización  hacia la exportación,  mediante  incentivos económicos que atraigan inversiones nacionales y extranjeras;  el crecimiento está ligado a aumentos rápidos en la formación de capital, la inversión privada juega un papel esencial en este campo. La  evolución de la industria de exportación crearía numerosos puestos de trabajo,  desaparecería la  indigerible situación actual de desempleo. Conseguir competitividad en los mercados mundiales para los bienes producidos en Argentina tendría que ser una de las metas de la política laboral.  Cuando los salarios puedan aumentar y haya una mayor elección de empleos,  cualquier deseo de apoyo  de los obreros a los agitadores sindicales va a disminuir abruptamente. Se precisa un movimiento laboral pacifico,  los sueldos acordados a los trabajadores deberán exceder a las perdidas por la inflación, pero sin llevarlos a  impedir competir a la Argentina en el exterior. Los costos laborales demasiado elevados desaceleran el proceso de industrialización y la creación de empleos, tal vez convendría mantenerlos, por un tiempo,  por debajo de la tasa de mercado, evitaría que un movimiento laboral organizado consiga pactos salariales excesivos de las empresas.
Un tipo de cambio correcto enlaza los precios internos a los mercados mundiales basados en una producción eficiente  de menor costo,  sobre una base competitiva. Es ineludible  terminar  con las distorsiones impuestas a los exportadores:    liberar y liquidar  el sistema de cuotas para importar, además de los controles para hacerlo, estimular la inversión.
 Existe el llamado “desempleo tecnológico”, el cambio tecnológico exige nuevas formas de cooperación en la unidad productiva donde se crea o aplica, supone una constante redefinición de la división del trabajo y como consecuencia una constante reasignación de recursos en el mercado laboral. Si los empresarios pretenden una base tecnológica elevada que ayude al crecimiento y a la producción,  deberían,  como algunos lo hacen,   pagar más a trabajadores altamente capacitados incentivando, de este modo,  a mejorar a los de baja calificación y bajo salario,  además,   solventar su capacitación.
Es preciso que las fuerzas de la oferta y la demanda prevalezcan en los mercados de la mano de obra, sin  imponer leyes de salario mínimo ni medida alguna que aumente su costo. De este modo las mejoras en el sistema económico permitirán,  pronto,  que aumenten los salarios reales.  La idea debería ser crear empleos, muchos empleos,  para lo cual es imprescindible lograr el modo de disminuir  las tasas impositivas para generar crecimiento.
 La expansión de las exportaciones es el motor que habrá de mejorar la economía,  para ello,  la actividad privada es esencial,  se la debe impulsar. Tal vez ayudaría  darle crédito preferencial,  como se hizo en otros países,  a los exportadores, o exoneraciones indirectas de impuestos sobre insumos y ventas para la exportación.  También relevación arancelaria sobre materia prima y equipos importados para la producción exportable, quizá  zonas libres exentas de impuestos,  las cuales generaron,  en pocos años,  millones de empleos en muchos países,  tal  como Taiwán en los 60. No hay que hacer de lado al sector privado, ni que los impuestos desestimulen el trabajo, el ahorro y las inversiones, únicamente cuando crezca el ingreso nacional la gente podría darse el lujo de pagar más impuestos.
  Las sanas políticas económicas y fiscales son importantes para progresar:   darle importancia a las empresas privadas, abrir la economía, desarrollar lazos con la economía internacional y con los gobiernos dedicados a lograr el crecimiento.  Solo así  se puede reducir la pobreza y   fomentar la prosperidad a todos los niveles del ingreso.  Una política basada en disminuir la tributación,  elimina las presiones inflacionarias y promueve un régimen de precios estables.   Solo los mercados libres y la empresa privada pueden desarrollar un ambiente competitivo y los incentivos necesarios para impulsar la actividad económica,  sin  mencionar los errores,  es lo que pretende el Gobierno.   
Considerando los fracasos de los métodos de desarrollo  anteriores, la gente  cansada de sobrellevar el estancamiento económico,  debería  insistir que en vez de subsidiar el consumo se fomenten  las inversiones. También apoyar las reformas que incluyen la liberalización del comercio internacional y una economía de mercado libre en  que el sector privado juega un papel primordial. Los argentinos para mejorar deberíamos aspirar a una  sociedad civil  que asuma muchas funciones,  hoy,   lamentablemente  delegadas al Estado, incluso  para que éste nos cueste menos y  mejore  sustancialmente  en transparencia y rigor administrativo.

 
 

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