Para no repetir el fracaso hay que atender el contexto
Jaime Correas
Ex Director General de Escuelas de Mendoza y miembro de la Coalición por la Educación.
"La mayoría
de las cosas fracasan porque nuestra especie tiende a pensar en términos de
problemas definidos estrechamente, y suele prestar poca atención a la
característica más importante de estos problemas: el contexto más amplio en el
que están inmersos. Cuando pensamos que estamos resolviendo el problema, en
realidad estamos alterando el contexto. Así, la mayoría de las consecuencias no
serán las deseadas".
Martín Gurri,
"La rebelión del público. La crisis de autoridad en el nuevo milenio"
Cuando en 2006 se
cumplieron veinticinco años del intento de golpe de Estado en España, encabezado
por el tristemente célebre teniente coronel Tejero, un diario italiano le pidió
al novelista Javier Cercas escribir un artículo rememorando aquellas jornadas.
No imaginaba, como nadie puede imaginar en el presente con precisión algo que
vendrá en el futuro, que ese pedido lo iba a llevar tres años después a
publicar uno de sus mejores libros: "Anatomía de un instante". Y
mucho menos que iba a empezar por escribir una novela sobre los sucesos del 23
de febrero de 1981 para finalmente desecharla y encarar una obra muy curiosa
que cabalga entre el ensayo, la crónica periodística y, por qué no, la novela.
Como sucede cada tanto con algunos notables escritores, dan a luz un gran libro
que se torna inclasificable. Y lo más curioso y que define esta obra es que
Cercas construye una investigación minuciosa del contexto de aquella fecha que
hoy es histórica para poner en foco algo extraordinario y aparentemente menor.
Recorre las circunstancias y las personalidades de muchos de los protagonistas
con el único objeto de intentar entender un momento, aprehender una actitud y
valorarla. De ese modo se transforma a lo largo de más de cuatrocientas
cincuenta páginas en una suerte de detective en la búsqueda de una clave.
Los hechos
sucedieron en el hemiciclo del Congreso de los Diputados en Madrid. Allí
irrumpieron los golpistas, armas en mano, intentando frenar el proceso
democrático que se había iniciado tras la muerte del dictador Francisco Franco.
Era por entonces España uno de los países más pobres y atrasados de Europa y
comenzaba el proceso que lo llevaría a estar entre los más adelantados y ricos
de ese continente.
Aquellas jornadas
fueron de enorme tensión y los sucesos se extendieron por todo el territorio
español, sobre todo en las guarniciones militares. Hubo una intervención
televisiva del entonces joven rey Juan Carlos I que, según la versión oficial,
fue determinante para terminar con la refriega y salir con la democracia
fortificada. En los procesos judiciales posteriores surgió también la hipótesis
de que el monarca estaba al tanto de lo que iba a ocurrir y lo dejó correr y
los más osados lo acusaban de haber estado en la conspiración. Ríos de tinta se
han escrito sobre aquellas dramáticas horas.
Curiosamente el
libro más famoso es el de Cercas, que ha trascendido las fronteras ibéricas y
tiene una particularidad enfocada desde el título. Reconstruye las complejas
circunstancias para poner el ojo en un instante. El jefe de gobierno, Adolfo
Suárez, había renunciado y se debía votar por segunda vez la investidura de
Leopoldo Calvo Sotelo para reemplazarlo. La primera votación había fracasado.
Mientras esto estaba sucediendo ingresaron los golpistas armados y cuando
arreciaban las balas dentro del atónito recinto los parlamentarios se tiraron
al piso. Hubo tres excepciones que permanecieron en sus lugares: el general
Gutiérrez Mellado, el líder comunista Santiago Carrillo y el jefe de gobierno
saliente Adolfo Suárez. En tiempos de tecnologías bastante más precarias que
las actuales quedó encendida una cámara de Televisión Española que registró
todo lo sucedido. Y en esas imágenes se puede ver lo que interesó a Cercas:
Adolfo Suárez sentado muy erguido en su banca mientras el resto ha desaparecido
gateando bajo sus escaños. Ese gesto llevó a la revalorización del papel jugado
en aquel proceso, no sólo en ese día, por ese personaje gris que con el tiempo
se transformó en una de las claves del presente español. Ese gesto de hidalguía
marcó a la democracia hispánica y por eso un notable escritor se centró en él y
tituló su libro "Anatomía de un instante", para rendirle homenaje a
su osadía y entereza.
Toda la
indagación de Cercas fue para entender ese momento en que Suárez decidió no
guarecerse y enfrentar el chubasco en su lugar, sin alterarse y marcando la
diferencia con el resto. La actitud de los otros dos personajes, Gutiérrez
Mellado y Carillo, contiene al gesto del ex jefe de gobierno porque eran los
extremos de la España que él intentaba representar: el franquismo que había
entendido lo que se venía con la democracia y el comunismo que intentaba entrar
en el sistema luego de años de proscripción y penurias. Todos ellos deponían
sus posiciones de origen en la búsqueda de un destino común. Algo difícil de
imaginar hoy en España y... en la Argentina. Los españoles lo lograron y
vivieron la llamada "Transición", con sus claros y sus oscuros. Hoy
parecen esmerados en tirarlo todo por la borda, pero esa es otra historia. La
Argentina nunca lo ha logrado porque los "instantes" argentinos
siempre han sido de ruptura y a cargo de personajes rutilantes, llenos de
brillos efímeros. Demasiados dirigentes han hablado de unidad nacional, pocos
se la han propuesto en serio.
Desde aquellos
tiempos del 23F a la actualidad mucho ha cambiado. Sobre todo con la irrupción
de internet y las nuevas tecnologías que han mutado la relación entre los
gobiernos y los ciudadanos. Cuando se piensa que en aquel entonces debió quedar
una cámara prendida para que se conocieran los hechos y hoy hubieran sido
cientos los celulares grabando y múltiples las cámaras televisivas, se
comprende la dimensión del cambio. En ese entonces se veía poco de los hechos
públicos más profundos, hoy se ha creado la falsa ilusión de que se ve todo. En
1981 no hubo casi conexión entre el adentro del hemiciclo y el afuera. Todavía
son célebres el mensaje del rey intentando frenar el golpe y una edición del
diario "El País" que inundó Madrid como elementos determinantes en
favor de la democracia. Esos hechos pertenecen a una Atlántida perdida. Hoy un
discurso en televisión y un diario papel pasarían desapercibidos en el río
caudaloso de internet, donde todo es confusión e infinito. Las mentiras y las
verdades se multiplican sin parar, al punto de confundirse y confundir al
público. Los seres humanos que antes recibían mensajes identificables hoy son
bombardeados por un sinnúmero de estímulos imposibles de procesar. El ser
humano está empachado y no hay tirada de cuerito a la vista.
Cercas se propuso
reconstruir el contexto para hacer foco en un instante a fin de encontrar la
clave del papel de un personaje decisivo en un tiempo pasado. En la cita que
encabeza estas líneas, Martín Gurri, autor del imprescindible ensayo "La
rebelión del público. La crisis de autoridad en el nuevo milenio", analiza
premonitoriamente el tiempo en que comenzaba a ser decisiva la influencia de
las redes sociales y los celulares en la vida de las personas y de los
gobernantes. Y explica por qué fracasa casi todo a raíz de ese empacho humano
que se topa con el fracaso de las gestiones para resolver los problemas
concretos. Igual ocurría antes, según la hipótesis de Gurri, lo que sucede es
que ahora el fracaso transcurre a la vista del público y en tiempo real. Su
hipótesis es que justamente se hace lo contrario de lo propuesto por Cercas. De
algo particular se deviene lo general y se olvida el contexto. Por eso muchas
de las rebeliones actuales son la amalgama de problemas individuales detrás de
consignas colectivas difusas. Y los resultados son decepcionantes. Mientras que
los cambios positivos tardan en llegar, los fracasos son inmediatos porque los
plazos se han acelerado y las insatisfacciones corren más de prisa que las
soluciones.
En ese contexto
la Argentina vive un proceso novedoso. Javier Milei es el típico caso de estos
tiempos de un presidente que ha llegado al poder en un mundo muy diferente al
del 23F español. Hoy son importantes las redes sociales y la institucionalidad
está debilitada. La incidencia de la prensa es mucho menor que en el pasado y
la dirigencia está desorientada. Pero sin embargo su ambicioso proyecto de
reformas se ha topado con ese pasado como muestran las trabas que está
padeciendo en el Congreso. Sus propuestas van más rápido que las posibilidades
de concreción de alguien que no tiene la cantidad adecuada de legisladores y
que no ha dado pasos efectivos para conseguir el suficiente apoyo. Más bien lo
ha espantado.
Apenas asumido,
Milei puso en marcha el riguroso programa económico que avanza y a pesar de las
inclemencias desatadas recibe enorme apoyo. Él está obsesionado con el déficit
fiscal y quienes lo apoyan valoran la bajada vertiginosa de la inflación. Por
mucho menos, presidentes del pasado hubieran volado por el aire. Pero también
están ahí sus menguadas Ley Bases y el DNU 70/2023 que apuntan a los verdaderos
cambios de fondo, sin los cuales el equilibrio fiscal no se corporizará en
mejorías reales para las vidas de los ciudadanos. El avatar de esas piezas
legislativas ha demostrado que todavía existe una arcaica institucionalidad a
respetar. Y más allá de las múltiples extravagancia del presidente nadie puede
objetarle que estos temas no vayan por los carriles correctos, los mismos de
antaño: ahí están el Congreso y las trabajosas negociaciones. Se le puede
achacar impericia política, pero no haber tomado atajos antidemocráticos.
Haciendo historia contrafáctica se podría decir que sin tanta intervención
presidencial a lo Milei mucho de lo que se discute podría estar más avanzado y
con más apoyos.
Este panorama
actualiza la cita de Gurri del principio y abre interrogantes. Milei parece
tener muy enfocada la economía. Si está acertando o no lo dirá el transcurso
del tiempo. Tiene apologetas y detractores. Y a todos los alimenta con su
decisión y osadía para ponerlos de un lado o del otro. ¿Tiene enfocado el
contexto en los términos que plantea Gurri? Eso implica conocer el país, su
diversidad, su historia, sus circunstancias, la importancia de temas como la
educación y la salud, por sólo nombrar dos cruciales. Hay quienes creen que la
economía lo es todo y desprecian el resto, creyendo que la política y el
devenir cultural de la sociedad dependen sólo de ella y marcharán con sólo
arreglarla. Milei por ahora parece enrolado en ese grupo. Especulan que
solucionándola todo el resto se encaminará. La bendita omnipresencia del
mercado. Otros, como Gurri y Cercas, saben que las sociedades transitan un
estrecho camino que une lo individual con lo colectivo y que están inmersas en
contextos complejos. Contextos que no son sólo de cifras macroeconómicas. Y que
hay fracasos económicos por la política, así como hay fracasos políticos por la
economía. De la buena lectura de los gobernantes de turno depende que se superen
las dificultades y se conquisten los objetivos. De que logren hacer sintonizar
del modo más armónico posible el contexto con los ciudadanos depende el futuro.
Ese que nadie puede prever aunque todos deseen que vaya en una dirección o en
otra.
Publicado en Mendoza Post.
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