La verdad existe
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
La
realidad no es una creación del historiador, existe, lo que puede ser difícil
es encontrarla, se necesitan documentos, pero esa dificultad no dice que la
creamos nosotros, funciona independientemente,
solo tratamos de desentrañarla. Si no la hubiera no recurriríamos a la
discusión, ni habría un plano objetivo
para discutir pruebas, siempre dudosas, que apoyaran a una u otra hipótesis, no
se podría convencer a nadie. Existe un método, una secuencia de pasos para
acercarse a ella, ante una infección, por ejemplo, el médico nos ordena primero realizar algunos análisis para
descubrir qué tenemos. En la Ciencia se hace algo similar, se deben dar pruebas empíricas para saber si
las hipótesis son plausibles, aceptables, o contradictorias con los hechos. No
es correcto decir que la verdad es
absoluta o relativa, es la verdad, y hay
grados de acercamiento a ella.
Dicho
esto, es interesante observar cuantas
falsedades se dicen en los discursos políticos, escuchar, por ejemplo, a Cristina Kirchner despotricar contra el sistema
capitalista, como también a otros conocidos
políticos e intelectuales. Ello muestra que son grandes mentirosos o no se han tomado la molestia de averiguar
algo sobre el sistema económico que repudian. Tienen a mano, no solo
buena bibliografía al respecto, sino infinidad de ejemplos, a partir del fracaso del socialismo en la
URSS, para demostrar el papel
importantísimo que dicho sistema tuvo para permitirnos hoy, gozar
de un mundo mucho mejor.
El
gran economista y filosofo, Ludwig von Mises (1881-1973) es uno de los intelectuales que más claramente
explica las bondades del sistema de libre mercado, deja muy claro en sus
libros, que los ciudadanos de los países
desarrollados disfrutan de portentosas
ventajas debido a que piensan y actúan con
mentalidad capitalista. Pero, lamenta que la
mayoría apenas se percata de su funcionamiento, como consecuencia de la
ignorancia atribuyen todo progreso económico a la técnica y a las ciencias
naturales, creen en un impulso automático que hace progresar al que adopte las ciencias experimentales, cuyas realizaciones pueden resolver los
problemas técnicos. El progreso inmenso alcanzado desde mitad del siglo XIX en Occidente, no lo atribuyen al liberalismo y
al capitalismo, pretenden que así
funciona la realidad cualquiera sean las
ideas y el sistema económico de que se
trate.
La
doctrina marxista tuvo tanto éxito porque prohijó esas ideas equivocadas, Marx pensaba que era
imposible detener el progreso histórico y que el socialismo sustituiría al
capitalismo. Utilizó en sentido peyorativo las palabras capitalismo, capital, y
capitalistas, como lo hacen todavía
muchos sectores e incluso muchos intelectuales y medios de comunicación. Sin
embargo, como muestra Mises, tales
términos representan, sin posibilidad de
error, el factor principal que hace la
diferencia entre los países en continuo crecimiento. Ningún adelanto previo se
puede instalar en un país sin el ahorro correspondiente, sin el capital
necesario para poder hacerlo, tan solo
el ahorro, la acumulación de nuevos capitales, ha permitido adoptar los nuevos métodos de
producción. Los empresarios invierten el capital ahorrado por terceros, los
capitalistas, con miras a satisfacer, del mejor modo posible, las necesidades y gustos del consumidor. Los
demás, nos beneficiamos de su
ahorro y creatividad, la economía de mercado permite al hombre
común disfrutar de ajenas realizaciones
y obliga a servir a la inmensa mayoría con mejores productos y bienes.
Es
indispensable explicar y educar para que se comprenda que la acumulación de
capital, el espíritu de empresa y el ingenio técnico, que atraen la prosperidad, no surge por generación
espontanea. Los industriales, en
competencia, tienden a igualar a los hombres, no solo en cuanto a los modos de satisfacer sus necesidades
personales, también en lo que se refiere
a facilitarles distracciones y entretenimientos. En la economía de mercado, empresarios, capitalistas,
y técnicos, prosperan solo en
tanto consiguen satisfacer las apetencias de los consumidores.
Los
partidos izquierdistas aunque tengan algunas diferencias, coinciden todos, en que el constante progreso material
constituye un proceso automático. Los
sindicalistas, por su parte, pretenden que es natural el nivel de vida del
cual disfrutan, no se plantean la
inquietud de si la acción electiva y la menor sujeción a las imposiciones de
normas y valores, propios de las
coacciones colectivistas, tienen que ver
con condiciones y posibilidades de vida mejores. Por el contrario, como Cristina Kirchner, creen a
pie juntillas que los empresarios encarnan las injustas pretensiones
de “los explotadores” en el intento de despojarles de lo que les corresponde.
Tampoco se les ocurre pensar que el aumento de la productividad del trabajo se
debe a las mejores herramientas y maquinas utilizadas pero instaladas gracias
al capital acumulado e invertido.
Lejos
de elogiar las rabietas del Presidente, cuando escucha argumentos en contra de la necesidad de aplicar políticas liberales, entiendo que lastiman su
inteligencia los vacios y demagógicos
argumentos, con que muchos políticos y
sindicalistas intentan hacer creer que la verdad es la irrealidad. Como bien
los describe Mises “para ellos, el rico nunca tiene razón, porque es rico y el
pobre siempre la tiene, porque es pobre, suponen que la riqueza es un crimen, de ahí viene la indigesta noción de reparto
que caracteriza al populismo.
La
contaminación de la inteligencia nos dice Mises, ha producido daños en buena
parte irreparables, se tendrá que
trabajar sin descanso en la difícil tarea de dominar esa epidemia de ideas, conseguir
que se acepte la medicación salvadora. El
reino de la razón no ha sido entronizado, el error y la superstición socialista
todavía son aclamados, con entusiasmo, en Argentina y en buena parte del mundo.
Las
políticas anticapitalistas que pregonan kirchneristas y socialistas van en contra de
la naturaleza humana, el sello del hombre consiste en nunca cejar en sus
esfuerzos por mejorar su bienestar. Siguiendo al afamado economista lo malo es escoger medios inadecuados para alcanzar
objetivos, ideologías espurias desorientan a las personas y favorecen
políticas contrarias a su propio interés. No hay duda que si el Estado ahoga a la sociedad civil, aniquila la capacidad de acción y creación de
las personas y, por ende, de la sociedad, disminuye también la capacidad
para atacar los problemas. Lo
sabe Javier Milei, ojalá no se equivoque y lleve adelante el cambio
liberal correcto, impulsando las inversiones al ritmo necesario
para alcanzar una mejora evidente, lo antes posible. Encarar los problemas que tiene Argentina
requiere, no de pocos hombres,
sino de muchos, con ideas claras, que se
animen a acometer las dificultades con tratamientos creadores. De radical importancia es contar con una
institucionalidad que se los permita, la caída de las experiencias socialistas muestra
el fracaso institucional y ético de su ideología, ocultado por muchos
intelectuales y políticos cegados por un dogmatismo casi religioso. Esperemos que en Argentina, nunca más,
estemos en manos de gobernantes similares a Cristina Kirchner y otros
políticos que adhieren a una caótica
colección de conjeturas derivadas de doctrinas falaces y conceptos erróneos, los cuales le han dejado al país, como consecuencia, decadencia
y el sufrimiento de tanta gente.
La esencia del capitalismo consiste en ser un sistema
de producción en masa para la satisfacción de las necesidades de la mayoría, ha
elevado el nivel medio de vida a una altura que en épocas anteriores no se pudo ni siquiera soñar.
La
filosofía preparó el terreno para la
implantación del liberalismo, patrocinador de la libertad económica, plasmada en la economía de mercado y en su corolario político, el gobierno representativo. Los problemas
básicos de la existencia humana no pueden ser resueltos por el Estado, por ello,
es preciso estimular la formación de personas mucho más responsables que
en el pasado. Si triunfan las ideas
liberales gozaremos de mucha más autonomía, por lo cual tendremos que estar
preparados para asumir las responsabilidades inherentes a ella.
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