Respiro político y financiero para un presidente apremiado
Sergio Crivelli


Cuando las variables macroeconómicas entraban en el resbaloso terreno de las dudas y su gestión a hacer agua con episodios como el de la distribución gratuita de alimentos; cuando comenzaba a verse arrinconado políticamente, el presidente Javier Milei volvió a respirar con siete días perfectos durante los que se multiplicaron las buenas noticias.
En materia económica la calma volvió a los mercados por el fortalecimiento de las reservas como consecuencia de la renovación del “swap” chino y el préstamo del FMI. El más fiel intérprete de esas novedades fue la bolsa neoyorquina donde bonos y acciones argentinas se recuperaron y el riesgo país volvió a bajar.
La falta de dólares es la amenaza eterna de la economía nativa. Si bien Luis Caputo consiguió comprar 16 mil millones de dólares desde que asumió en Economía, la tendencia se frenó por la falta de liquidación de los exportadores y en algunos casos empezó a revertirse. En ese contexto las noticias de Washington y Beijing trajeron la calma.
En el ámbito doméstico la inflación de mayo fue la más baja de los últimos 28 meses y la cotización de los dólares libres volvió a acomodarse por debajo de los 1.300 pesos. Las dudas empezaron a disiparse.
Se disiparon también los pronósticos agoreros de los sectores corporativos, especialmente los medios, que se oponen a ultranza al gobierno libertario. Eso ocurrió, entre otros casos, con la aprobación de los proyectos oficialistas en el Senado, cuerpo en el que Milei tiene menos del 10% de bancas propias.
Allí La Libertad Avanza consiguió la sanción de la “Ley de Bases” y de la reforma fiscal con una “ingeniería” parlamentaria sin antecedentes. Primero logró los dictámenes con la firma de los senadores no “K” de Santa Cruz. Estos permitieron poner fin a las chicanas opositoras y hacer avanzar las iniciativas durante el análisis en comisión, pero en el recinto votaron en contra.
El siguiente paso parlamentario, conseguir el quorum para sesionar, fue logrado con el aporte de Martín Lousteau que también terminó votando en contra. Por último, la sanción de las iniciativas fue obtenida con el voto de desempate de la vicepresidente Victoria Villarruel. Este malabarismo parlamentario sin antecedentes fue obra de un gobierno que “no entiende nada de política”.
Más insólito aún fue que los santacruceños que habían negado el quorum y después votado en contra de ambas iniciativas, desaparecieran del recinto en el momento en que se votaba el corazón de la Ley de Bases: la delegación de poderes que le permitirán a Federico Sturzenegger pasar la motosierra sin la amenaza de la Justicia.
El peronismo interpuso todas las trabas disponibles en las dos Cámaras. El miércoles en el Senado pidió la vuelta a comisión y un cuarto intermedio, mientras en las adyacencias usaba medios menos parlamentarios: bombas molotov, cascotes y palos para enfrentarse con la policía. El objetivo era hacer la caer la sesión algo que no ocurrió.
Se abrió entonces la puerta a nuevas impugnaciones, pero menos drásticas. Por ejemplo, la oposición sostuvo que el articulado del paquete fiscal referido al impuesto a los bienes personales y a las ganancias no podría ser tratado en Diputados por haber sido rechazado “in toto” por el Senado.
Ese argumento, no obstante, ha sido rechazado por especialistas en el proceso de formación de las leyes. Razonan que lo que puede hacer la Cámara de origen con los cambios a su proyecto es insistir o aceptar. Y eso comprende las partes eliminadas. Así Diputados no estaría adicionando nada, sino simplemente aceptando o insistiendo.
Más allá de las chicanas legislativas, lo que encubre el tenaz obstruccionismo “K” es la lucha entre distintas facciones por encabezar la oposición. La primera reacción de Cristina Kirchner y sus repetidoras fue despotricar contra los “traidores” un recurso que ya debería ser considerado anacrónico, pero que el peronismo lleva en los genes (ver “Imágenes del peronismo”).
Por su parte Martín Lousteau usó su banca en el Senado para diferenciarse del resto de la dirigencia radical. La ex presidenta y su ex ministro de Economía coinciden en un mismo objetivo: presentarse como alternativa si Milei fracasa, algo para lo que contribuyen en la medida de sus posibilidades.
Por último, la larga poda que terminen sufriendo los proyectos oficiales en su largo trámite parlamentario quedará compensado por el aporte a la gobernabilidad que significará su sanción definitiva. El contenido importa menos. Nadie va a comprar Aerolíneas Argentinas porque la venta esté avalada por ley. En primer lugar porque es inviable económicamente y, en segundo lugar, porque el siguiente gobierno, si es peronista, la va a reestatizar, onerosísima expropiación mediante.

Publicado en La Prensa.
 

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