Milei y el rumbo de Argentina hacia la estabilidad económica
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Mi reciente visita a Argentina confirmó mi impresión de que el presidente Milei se encuentra en el camino correcto, no obstante las críticas de la izquierda y los escépticos de la derecha.
Como siempre ocurre cuando las reformas de libre mercado se realizan en la vida real en vez de en un trabajo académico o en un aula, las realidades políticas, sociales y del mercado imponen un cierto grado de adaptación estratégica. La estrategia de Milei es clara: poner fin a la inflación mediante la disciplina en las finanzas públicas y eliminar del balance del banco central la deuda acumulada por la imprudente impresión de dinero del gobierno anterior, todo antes de las elecciones parlamentarias de octubre del próximo año. Entonces, suponiendo que mantenga la importante popularidad de la que aún goza a pesar de las dolorosas penurias que la terapia de choque está ocasionando en toda la sociedad, podrá aumentar sustancialmente la representación de su partido. Teniendo en cuenta que en la actualidad su partido controla sólo el quince por ciento del Congreso, obtener más de un tercio del total de los escaños podría ser suficiente para aprobar una vasta cantidad de leyes de libre mercado con el respaldo de diversos aliados y oportunistas «inspirados» por el éxito del gobierno.
Esto indica que no se espera una parálisis hasta entonces. Al inicio de su mandato, promulgó un amplio decreto, cuyos aspectos están siendo dirimidos en los tribunales. Además, recientemente se aprobó en el Senado una versión suavizada de su propuesta original. Esta versión le otorga la capacidad de legislar por decreto en ciertos ámbitos y dentro de específicos límites. Ello implica que logrará avances en el frente microeconómico, crucial para cualquier transformación hacia un mercado libre. La eliminación de obstáculos para ahorristas, inversores, productores, consumidores y comerciantes fomentará una expansión de la inversión en un entorno económico liberado. Podría incluir la privatización o apertura al capital privado de empresas estatales, incentivos para inversionistas extranjeros y flexibilización de la legislación laboral.
La estrategia de Milei decepcionó a algunos liberales clásicos porque aplazó el levantamiento de los controles cambiarios (que también se tradujeron en controles de capital) que heredó. Su promesa de abolir el banco central y dolarizar oficialmente la economía o permitir que compitan varias monedas aún no se ha cumplido. Su equipo económico le ha persuadido de la necesidad de estabilizar las finanzas públicas, sanear el balance del banco central y acumular reservas de divisas antes de implementar estas reformas. Temen que abordarlas prematuramente podría desencadenar una debacle.
Aunque personalmente creo que estos cambios importantes deberían haber sido implementados más pronto que tarde, aún es demasiado temprano para perder la esperanza. La inflación mensual, que llegó a alcanzar el 25%, ha disminuido notablemente y ahora se sitúa ligeramente por encima del 4%, gracias a la reducción del déficit fiscal en un tiempo récord, la eliminación de una gran cantidad de deuda a corto plazo del banco central que estaba incurriendo en tasas de interés astronómicamente altas (y su conversión en bonos del Tesoro a más largo plazo a tasas de interés muy reducidas), y el incremento de las reservas de divisas, que ha contribuido a restablecer las expectativas de la gente. Todo esto ha tenido lugar con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, que sigue expresando su confianza en el plan de Milei y ha desembolsado los fondos que se comprometió condicionalmente a proporcionar a Argentina mucho antes de que asumiera la presidencia.
El principal interrogante involucra la paciencia de los ciudadanos. Con Milei, un país acostumbrado a vivir del Estado ha visto cómo se reducían sustancialmente las jubilaciones, las transferencias monetarias a las provincias, las obras públicas, los subsidios a diversos servicios públicos, los salarios y muchas otras fuentes de gasto fiscal, ya sea directamente o porque han dejado de ajustarse al ritmo de la inflación. Si añadimos el hecho de que los inversores están adoptando una actitud de espera antes de comprometer su capital, que la oposición peronista y de extrema izquierda está tratando violentamente de hacer descarrilar el gobierno de Milei, y que los partidos de centro-izquierda e incluso algunos miembros de partidos de centro-derecha lo están saboteando abiertamente, no es difícil ver por qué algunos de los primeros entusiastas han visto algo reducida su fe en el éxito de Argentina.
Yo no me encuentro entre los que han perdido la esperanza. Es demasiado pronto para hacerlo. Los logros alcanzados hasta ahora en los ámbitos fiscal y monetario son impresionantes. Los argentinos están empezando a experimentar mejoras más allá de la reducción de la inflación, como el resurgimiento del crédito hipotecario y otros indicadores de normalización. Mantengamos la esperanza y otorguémosle más tiempo. El esfuerzo titánico de reformar uno de los países más estatistas del mundo merece que se le conceda una prórroga de confianza.
Traducido por Gabriel Gasave
El autor es Académico Asociado Senior en el Independent Institute.
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