Homenaje a Armando Ribas
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El próximo 20 de septiembre habrá un evento de
homenaje a quien fue uno de mis queridos
amigos: Armando Ribas. Se realizará, a
las 18 horas, en el auditorio UCEMA, Reconquista 775 CABA. Diana Mondino,
Emilio Ocampo, Alberto Benegas Lynch (h)
Juan Carlos De Pablo, fueron elegidos para recordar sus méritos y trayectoria.
Están todos invitados!
Armando Ribas repetía, a menudo, que si las ideas que expresaba fueran de él
estaríamos aún en la Edad Media. Si aceptamos como valida su opinión, podemos asegurar que eligió muy bien a los
pensadores de quienes se nutrió.
Hoy ocupa un lugar destacado en el panteón de los
intelectuales liberales, amparaba la
autonomía de la persona frente a las imposiciones del grupo y de cualquier
poder; debido a su elevado grado de
individuación se dio el lujo de expresar siempre lo que pensaba. Puede parecer
fácil en cualquier país del primer mundo, en Argentina no lo era, la cultura
política ha sido y es autoritaria y antiliberal. Evitaba las mordazas que vivir en nuestro país
imponía: se animó a criticar al Estado Benefactor, al populismo, al
nacionalismo y a toda la variedad de socialismos. Desde que se fue de su
patria, Cuba, consideraba una
misión la defensa de la libertad, como también, de las ideas y
principios relacionados con ella.
Tanto en Argentina como en todos los países a los
que fue invitado para exponer su pensamiento,
no se cansó de enfatizar la ética
liberal basada en los derechos “lockeanos”
inviolables e inalienables, a la
vida, a la propiedad, a la libertad, y al derecho a la búsqueda de la propia
felicidad, principio reconocido en la declaración de independencia de
EEUU. Eran la vara con que analizaba y
juzgaba la realidad, los consideraba más
importantes que la política y la economía para el progreso del género humano.
Adhirió al liberalismo clásico en cuanto a limitar los poderes del Estado
dentro de leyes universales iguales para todos,
y a las instituciones liberales
que respetan los derechos individuales, la división de poderes, el federalismo,
y la democracia representativa.
Repetía, que de ellas
había surgido la organización económica capitalista, responsable de emerger de la pobreza a
millones de personas en el mundo;
consideraba a la Revolución Industrial una consecuencia del progreso de
la libertad.
Apreciaba la
doctrina liberal porque valoriza al
individualismo y rechaza la arbitrariedad política y el culto romántico
roussoniano al grupo. Por ello mismo,
elevaba la experiencia revolucionaria americana por sobre la experiencia revolucionaria francesa, la
cual dirigía su interés hacia la colectividad,
sustituyendo el poder absoluto del Rey por el poder absoluto del pueblo.
A la libertad se la consideraba ligada a
la meta de terminar con el mal y alcanzar la armonía social mediante
instituciones que educarán creando al hombre pleno. Éste sería capaz de
elegir mediante la infalibilidad de la
razón, lo mejor, lo justo, el bien, la
verdad y la belleza. En oposición a ello, Armando Ribas dedicó toda su vida a
promover el Rule of Law, denominación
dada por los Founding Fathers, en
Estados Unidos, al sistema que permite
la libertad al mismo tiempo que la creación de riqueza, es decir, respeta los derechos individuales y limita el poder político.
No se detenía,
como otros destacados intelectuales,
en el proceso histórico que se dio en Occidente, desde Grecia en adelante, y
permitió surgir a mediados del siglo XIX, en Inglaterra, al Capitalismo, no era objeto de su interés. Comenzaba con la Gloriosa Revolución de 1688
y continuaba con la experiencia norteamericana. No olvidaba, sin embargo, a filósofos anteriores a Locke y Hume como
Platón y Aristóteles a quienes recurría para atacar las sociedades cerradas y
ponderar a las sociedades abiertas, donde la libertad de pensamiento y acción
son posibles. O sea, Ribas partía más que de las causas que posibilitaron
el capitalismo, de las ideas y
consecuencias que lo obstruyen o lo hacen posible.
En todos los ámbitos donde se movía destacaba la
importancia que tuvo EEUU en mostrar al Mundo que un poder limitado es posible,
sin ideologías fanáticas y con el
espíritu de tolerancia que reflejan los valores comunes y la libertad
individual. No descreía del Estado, como John Locke pensaba que éste debía ser limitado y cumplir
con lo que le es propio: velar por la vida,
libertad y bienes del individuo, además de ocuparse de la defensa y de
impartir justicia.
Señalaba el peligro del socialismo de hoy, el
cual, como advirtió Eduard
Bernstein en su discusión con Lenin, se
podía llegar sin revolución y democráticamente. Apuntaba que Aristóteles
estaba presente en función de la
demagogia que entraña el socialismo, al cual se pretendía reconocer como
populismo.
En su libro “Argentina: un milagro de la historia”
el cual se vuelve a editar en estos días,
muestra el progreso que se alcanzó en este país con una dirigencia que realizó,
a partir de 1853, una obra
fantástica, con ideas de base liberal.
Le asignaba un papel fundamental a Justo
José de Urquiza quien permitió que la
Constitución de 1853 diera el puntapié inicial para el mejoramiento de la
calidad de vida de los argentinos, a
punto tal, que a principio del siglo
XX Argentina estaba entre los diez países más prósperos del
mundo.
Si el ejemplo
de EEUU le ayudaba a Armando Ribas a mostrar las bondades del “Rule of
Law”, Cuba, por otra parte, le permitía ejemplificar los males del
sistema comunista impuesto por Fidel Castro. El vivió allí antes de la Revolución de 1959, sabía cómo se vivía en ese entonces: la isla
poseía una amplia y productiva clase media. Era el primer país, en América Latina, en uso de televisores, el tercero en números
absoluto de médicos, el quinto en calidad de dieta alimenticia, el tercero en
cantidad de autos por habitante y en radiorreceptores. Ocupaba el cuarto lugar
en teléfonos y el primero en uso de
energía y en asistencia al cine, entre otros muchos indicadores. Sin duda podía
afirmar que el país donde nació era uno de los lugares más prósperos de América Latina, sin dejar de reconocer que
el sistema político era deficitario. Aún
hoy Cuba sufre la opresión y la pobreza
consecuencias de que el 90% de la propiedad,
con la Revolución, pasó a manos
estatales. Fidel Castro prohibió
cualquier tipo de iniciativa
individual, por ello miles de personas
se vieron afectadas, perdieron sus bienes y negocios. Estatizar, militarizar, fidelizar fue la tragedia revolucionaria. Ribas lo
sufrìa! Desilusionado con las experiencias latinoamericanas, de años de inestabilidad política,
consideraba a la democracia desgastada por el decolorante de la demagogia. Es
así que se manifestaba favorable a La República y con desconfianza hacia las
democracias, sobre todo,
latinoamericanas. Como John Adams y James Madison, uno de los más
grandes defensores de la Constitución norteamericana, la percibía como un
peligro para las minorías. Sostenía que la
propiedad privada siempre se vería amenazada donde no existiera o
estuviera deteriorado el Estado de Derecho.
Lo ejemplificaba con los sistemas
socialista, nacional-socialista y fascista,
donde no lo hubo: la razón de
Estado- y no la ley- era la que mandaba, la justicia siempre consistía en dar
razón al Estado o a los que gobernaban, no había respeto por las minorías. Lo expresaba Ribas, recurriendo a James Madison:
¨…cuando la mayoría puede desconocer los derechos de
la minoría nos encontramos como en el estado de naturaleza, donde el más débil
está a merced del más fuerte¨
Alertaba
sobre el error de creer que el sistema capitalista puede funcionar
alejado de una ética liberal: Entendía que no solamente en él se reconoce el
papel de la empresa y de la propiedad
privada de los medios de producción, sino también la importancia de un marco
jurídico consustancial con los derechos
individuales y con las instituciones liberales. Resaltaba que solo la seguridad
jurídica podría atraer nuevamente la
inversión necesaria para lograr la necesitada recuperación económica. Por ello
remarcaba el papel fundamental de la Corte Suprema como garante de los derechos
individuales, para que ninguna ley fuera
contraria a la Constitución.
En cuanto a los niveles altos de presión impositiva,
alertaba sobre una de sus necesarias consecuencias: el mantenimiento de la
evasión como última alternativa viable para mantenerse en el mercado”; respecto al excesivo gasto público, lo
condenaba como el responsable de niveles altos de inflación.
Se debería
tener en cuenta, cuando se lo
recuerda, que si bien Ribas comulgaba con el pensamiento de Adam Smith, Locke, Hume y
Madison, entre otros defensores del
liberalismo, recurría a Juan Bautista
Alberdi, más que a menudo. Uno de sus
aportes importantes fue volverlo a la
vida, era casi un desconocido en la República Argentina. No se cansaba de
recomendar sus libros y de resaltar su figura.
Aunque fue un gran observador e implacable crítico
de la realidad, Armando Ribas era
optimista, creía que
vivíamos en un mundo mucho mejor que los
del pasado. Así se pronunciaba con
palabras de Karl Popper:
“Yo no digo
como Leibniz que nuestro mundo es el mejor de todos los mundos posibles.
Tampoco digo que nuestro mundo social es el mejor de todos los mundos sociales.
Mi tesis es meramente que nuestro propio mundo social es el mejor que haya
existido, el mejor al menos de los que tenemos un conocimiento histórico”. Esto
se había escrito - explicaba Ribas- hace mucho más de cincuenta años y no se podía negar que en estos últimos se
había producido el mayor adelanto tecnológico de la historia, con el
consiguiente, enorme, mejoramiento del nivel de vida.
A éste, su
mundo, lo disfrutó día a día, la muerte
no lo encontró ocioso, siempre ocupado en lo que le gustaba: la escritura, el
deporte, los amigos, la música, y otros
muchos placeres. Como decía Vinicius de Moraes :
“E a coisa
mais divina
Que ha no
mundo
È viver cada
segundo
Como nunca mais”.
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