Los mercados ignoran la anarquía política y le creen al presidente
Sergio Crivelli
El miércoles pasado se libró un duelo entre el gobierno y la oposición por el sueldo del personal universitario. Su primera parte transcurrió en la calle con la movilización de la dirigencia política, sindical y de las universidades. Marcharon para exigir al presidente Javier Milei que no vetase el aumento otorgado por la oposición parlamentaria sin fuente de financiamiento genuino. Como había prometido, el presidente lo vetó.
Al día siguiente se libró la segunda parte del duelo: los operadores apoyaron inequívocamente al gobierno en los mercados. La cotización de los dólares libres descendió (el blue y el MEP por debajo de los $1.200), el Central siguió sumando reservas, los bonos subieron, el riesgo país siguió cómodo por debajo de los 1.300 puntos y la Bolsa de Buenos Aries tuvo un desempeño perfecto. Hubo razones económicas de esta performance, pero las señales políticas también resultaron decisivas.
El abrumador despliegue mediático dado a la protesta no perturbó la estabilidad macroeconómica, ni la “pax cambiaria” o “veranito” del dólar como lo llaman los más escépticos sobre el futuro de la economía. Es decir que de poco sirvió el apoyo del 80% de la prensa a la protesta (ver “Menor repercusión”). Los opositores debieron admitir que por ahora al gobierno le va bien, pero insistieron en los malos augurios: dicen que no tiene cómo pagar la deuda que le dejó acumulada el bueno de Alberto Fernández para 2025. En resumen, se trata de gente implacable.
Pero más allá de las profecías negativas, nunca quedó tan a la vista el divorcio entre el feliz planeta del gasto público en que habitan los políticos, empleados estatales y sindicalistas y la realidad de la economía. Nunca más evidente el apoyo de los agentes económicos a la austeridad fiscal y nunca más obvia su confianza en que Milei no aflojará ante las presiones corporativas del Congreso o de la calle. Nunca tampoco quedó tan a la vista que Milei no es Macri y que usa el poder presidencial sin pedir permiso como lo ha hecho históricamente el peronismo.
El duelo, sin embargo, está lejos de terminar. Se libra todos los días. Se espera que el miércoles próximo la oposición vuelva a unir a radicales, macristas, peronistas y facciones legislativas de menor cuantía en Diputados para insistir con el aumento a los trabajadores universitarios que costaría al Estado unos 800 mil millones de pesos y que de pagarse obligaría a romper la regla de la no emisión, pilar de la calma cambiaria y clave del eventual éxito de Milei el año próximo. En el fondo esta es la razón de los embates contra el superávit fiscal y también la causa de la dura resistencia del presidente.
Si Diputados insiste con su sanción y otro tanto ocurre en el Senado, el duelo pasará a la Justicia, donde Milei no tiene imperio. Donde sí lo tiene, en cambio, muestra que no es un blando logrando un triunfo como el de la aprobación de la boleta electoral única que, si bien ha sido calificado con excesiva ligereza de “histórico”, puede tener un impacto decisivo en los comicios de 2025.
En este caso la oposición se encolumnó detrás de Milei contra el peronismo K. Lo que durante años no consiguió el macrismo, terminar con las boletas partidarias, lo consiguió el presidente reuniendo una mayoría heterogénea que vio la oportunidad de sacar de la cancha el enorme aparato electoral peronista. Se verá si al evitar el robo de papeletas y las prácticas clientelares en los lugares más pobres, la boleta única termina con el falseamiento de la voluntad popular. Por lo pronto el peronismo dejó trascender que separará las elecciones nacionales de las distritales en su principal bastión, la provincia de Buenos Aires.
Los dos episodios parlamentarios --todos contra el kirchnerismo por la boleta única y todos contra Milei por el aumento a universitarios-- van bosquejando la lucha electoral del año que viene. El deseo del oficialismo quedó plasmado en el comunicado con el que fustigó la marcha del miércoles. Ahí se presentó a sí mismo como el adversario de un “populismo de izquierda”, bolsa imaginaria en la que metió a CFK, Lousteau, Carrió, Massa y Rodríguez Larreta. En síntesis, quiere polarizar contra toda la “casta” sin que quede nada en el medio.
Cristina Kirchner, por su parte, quiere polarizar con Milei, aunque su situación es más compleja: viene de una derrota estrepitosa y en el peronismo empiezan a cuestionarla. De cualquier manera, ambos, Milei y Cristina Kirchner, buscan dejar fuera de carrera a los que predican la “moderación” y el camino del medio, pero con escasa posibilidad de éxito como comprobaron Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta durante la marcha. La batalla es clara, los objetivos nítidos y no hay lugar para tibios como acaban de probar los mercados y la calle.
Publicado en La Prensa.
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