La difícil tarea de consensuar con las empresas

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
La vida de las empresas está fuertemente condicionada
por el medio en que se desarrollan, por lo tanto la acción estatal es
importantísima porque influye sobre ambos. Es por ello que sus directivos y los funcionarios del gobierno tienen
responsabilidades directamente relacionadas.
En una economía
libre el empresario es quien debe buscar sus fines, ámbito de acción,
rendimiento y límites. Se debe orientar a través del mecanismo de los precios,
del Mercado, de la competencia, y de los
encuadres generales de orden legal que
fija la administración estatal. No existe una autoridad superior, como en los países comunistas o socialistas,
donde la empresa es planeada por el gobierno y construida conforme a programas
y finalidades determinadas. Por el contrario, es de la interacción de las empresas entre sí,
moviéndose en el ambiente dentro del
cual se desenvuelven, que surgen de
manera espontánea, cambian, y evolucionan constantemente.
Las empresas son un medio fundamental para el progreso
del país. Las exigencias que deben enfrentar, contrariamente a lo que se cree, son extenuantes: están expuestos a la
competencia, actúan en un contexto que
no perdona errores, cuentan solo con
ellos mismos, no tienen en quien
descargar la enorme responsabilidad. Eso explica porqué muchos de ellos solicitan a los
gobiernos ayuda y seguridad reclamando su intervención en la economía.
Aparecen así planes para eliminar la competencia, fijación de precios, la
planificación de la economía, con lo cual provocan, por ignorar sus principios básicos, un perjuicio enorme al país. Esta actitud, la cual sufrimos en nuestro
país desde hace décadas, destruye o
disminuye las libertades básicas y la
dignidad personal. Los planes de los funcionarios, aunque pretenden ser racionales, casi nunca concuerdan con la realidad.
El intervencionismo, el dirigismo y el estatismo, con planes de desarrollo globales ejecutados y
controlados por funcionarios, no solo no han dado resultado, sino que han
creado una enorme burocracia. Lo venimos
sobrellevando desde 1945, cuando Perón
embarcó al país en un aluvión de controles, de planes quinquenales, de
nacionalismo y estatismo. Se agotaron las reservas con las que contaba
Argentina al fin de la Segunda Guerra Mundial, se destruyó la infraestructura y
se endeudo al país.
El Gobierno actual puede cometer errores, pero es
imposible negar que vaya por el buen
camino; para cualquiera que estudie
nuestra historia, la aplicación de una
economía capitalista representa la mejor vía para salir de la nefasta inercia
cultural y resolver los problemas económicos y sociales.
Los diversos socialismos no han tenido en cuenta, que la abolición de los múltiples poderes espontáneos
de la sociedad civil crean una enorme concentración del poder del Estado y el
aplastante crecimiento de una burocracia que, inevitablemente, desarrolla desaprensión y corrupción, ambas
extremadamente difíciles de atacar. La
experiencia histórica es inapelable: seducen con sus cantos de sirena, llevan
en la práctica a lo mismo: al gigantismo estatal y burocrático, a la
politización de todos los aspectos de la vida social, aun los
más nimios, como la quiebra del mercado de
precios, y por ende del mercado del
voto, así como a una brusca disminución de la libertad.
Hoy el Gobierno tiene la tarea de elevar las reservas,
lograr la estabilidad monetaria y plena ocupación, reequipar al país,
estabilizar los precios y aumentar los salarios reales. Por todos los medios
posibles hay que acompañar esta experiencia, marcando los errores pero sin
desestabilizar. Es necesario evitar volver al sistema rígido del gobierno
anterior, basado en la planificación
expansionista e inflacionaria de la
economía, inspirada y llevada adelante
no solo por los gobiernos kirchneristas, cimentado en el déficit presupuestario y en la
emisión espuria de moneda. Se está actuando en la emergencia que dejaron los
dos Fernández, las empresas están desistiendo de ser meros
burócratas sometidos al poder político. Se intenta poner orden económico sobre
la base de sacrificios que impone la economía libre, abandonando la intervención
estatal, la cual ha producido la emigración de capitales, la especulación y la
inflación. Se pretende la expansión y diversificación de los mercados, los
cuales son la matriz y el espacio social característico de la acción electiva y
por ende de la libertad. No es poco!
El bienestar de
los argentinos se debe conseguir asegurando el mayor ámbito de apertura económica
y el respeto a las libertades individuales, la energía y el impulso de quienes
desean trabajar harán el resto. La
comprensión y la coincidencia entre las
autoridades gubernamentales y empresarios sobre la necesidad del cambio de
sistema, tendría que ser tarea fundamental
si se desea alcanzar un mejor nivel de vida dentro de un ambiente adecuado de
libertad. Y si es posible, también agregar a
los sindicatos, los cuales no
deberían como lo hacen en la actualidad,
invadir el ámbito político, con
ello reducen el espacio social de los partidos creando las condiciones
para el corporativismo. Es
imprescindible unir a quienes desean el
progreso del país en una tares
conjunta y en una acción perseverante, positiva, y a largo plazo, para que las ideas de la libertad rindan sus
frutos. Habría que restarle espacio a quienes pretenden volver atrás, políticos
que practican la demagogia de lo popular, la masificación del pensamiento con
latiguillos emocionales, induciendo al olvido de la responsabilidad personal,
la ética del trabajo y la autonomía productiva de las personas.
No tendría que olvidarse la importancia que tienen las
ideas, emociones y sentimientos de los individuos, instrumentados por grupos. Las ideas
liberales, como bien lo demuestra la historia europea, se pueden difundir en condiciones económicas y
sociales diferentes a las que le dieron origen.
No hay que bajar los brazos!
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