Alternativa taiwanesa
Marcos Falcone
Licenciado en Ciencia Política y Gobierno por la Universidad Torcuato di Tella y Master of Arts in the Social Sciences por la University of Chicago.
Actualmente se desempeña como Project Manager de Fundación Libertad. Escribe una columna bimensual en la edición argentina de Forbes así como ocasionalmente en otros medios de comunicación nacionales y extranjeros.
El mes pasado visité Taiwán por primera vez en mi vida. Antes de viajar sabía que encontraría un país avanzado, además de una nación verdaderamente libre y democrática. Pero no fue hasta que estuve allí que comprendí la importancia que tiene la mera existencia de Taiwán para el mundo.
En un momento en que China publicita su supuesto modelo capitalista con “características chinas” para que el mundo lo imite, los taiwaneses nos muestran que no es necesario que existan esas características. Taiwán, separado de China solo desde mediados del siglo XX, es un ejemplo vivo de lo que se puede lograr cuando se combina la libertad económica con la democracia, incluso en un entorno culturalmente chino.
Los taiwaneses son libres de expresarse, de debatir, de hacer campaña: lo hacen y se enorgullecen de ello. Sus vidas nos recuerdan a los occidentales que no hay ninguna razón por la cual China (que comparte las mismas religiones, lengua y herencia cultural) deba vivir bajo el mando de un partido único. Por supuesto, el éxito económico de Taiwán está ante todo vinculado a la libertad económica.
Taiwán ha recibido ayuda de la comunidad internacional, y particularmente de Estados Unidos, después de la victoria de Mao en 1949 al otro lado del estrecho de Taiwán. Pero son el libre comercio, la responsabilidad fiscal, los derechos de propiedad sólidos y la regulación limitada lo que ha elevado el nivel de vida de su gente.
Hoy, Taiwán está clasificado como el undécimo país más libre económicamente del mundo según el Índice de Libertad Económica del Mundo de Fraser de 2023, habiendo subido desde el puesto 36 en 1980.
Sin embargo, el hecho de que la fortaleza de las instituciones haya asegurado el éxito de Taiwán en las últimas décadas distingue al país de China, donde todos los derechos de propiedad dependen en última instancia de los lazos de los que los tienen con el Partido Comunista Chino. Además, cualquiera que visite Taiwán no verá las ciudades fantasmas ni la infraestructura abandonada que se encuentra en China debido a las políticas económicas irresponsables del PCCh, que han llevado a una mala inversión significativa y una crisis económica. A lo largo de Taiwán, el viajero encuentra un uso eficiente del suelo, tecnología sobresaliente y un gobierno limitado. En este sentido, el éxito político de Taiwán parece ser clave para la sostenibilidad de su modelo económico.
Después de ser gobernado por Chiang Kai-shek durante décadas mientras el país dejaba atrás la guerra civil, Taiwán finalmente ha hecho la transición hacia una democracia funcional con elecciones libres, transiciones de gobierno y sin restricciones a la libertad de expresión. La rendición de cuentas existe: la gente puede alabar o condenar las políticas del gobierno y cambiar el rumbo.
Nadie va a la cárcel por expresar una opinión y nadie duda que las instituciones que mantienen a los taiwaneses libres dentro de sus fronteras son fuertes.
De hecho, cualquier visitante puede atestiguar que la principal amenaza para Taiwán es precisamente una externa: China. Si uno abre un diario al azar verá que el Partido Comunista Chino aparece en prácticamente todas las noticias, ya sea por conflictos y posibles escaladas militares que involucran al propio Taiwán o a otros países asiáticos.
Irónicamente, el PCCh es también una amenaza importante para el futuro económico de su propio país, ya que nadie sabe qué podría pasar con sus instituciones en caso de un cambio de régimen y los mercados no son precisamente fanáticos de la incertidumbre. Pero mientras el PCCh intenta retratar a China como un modelo para el resto del mundo, el caso de Taiwán nos muestra que hay una alternativa mucho mejor justo al otro lado del estrecho. Taiwán, como país, solo existe porque la República de China se vio obligada a exiliarse y pudo escapar a la isla, pero las personas en ambos países son las mismas. Esto significa que no es inevitable que los chinos deban vivir bajo una dictadura: si Taiwán pudo hacer la transición hacia la libertad, ¿por qué no China?
El futuro es desconocido para todos nosotros, pero Taiwán está aquí mismo para que lo veamos hoy. La libertad del pueblo taiwanés, su disposición a hacer negocios con el mundo y su fuerte adhesión a la democracia son testimonios del valor extraordinario que este país ofrece al resto del mundo.
Taiwán es una historia de libertad y éxito. Haríamos bien en tomar en cuenta su ejemplo.
Este artículo fue publicado originalmente en El País (Uruguay) el 12 de octubre de 2024.
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