Cristina, la Caperucita que se devora al Lobo feroz
Jaime Correas
Ex Director General de Escuelas de Mendoza y miembro de la Coalición por la Educación.
La agenda de desregulación
es una agenda que es eminentemente pro producción porque se trata de bajar
estos costos, hablamos del costo argentino, estas capas de costos ocultos, de
restricciones, de trámites, de imposibilidades a las que estamos enfrentando y
que muchas veces no sabemos por qué están ahí. La desregulación es una agenda
pro pyme y también es una agenda anticorrupción porque cuantos menos trámites
hay menos posibilidades para cualquier tipo de corrupción, por eso nos
entusiasma tanto a todos en el gobierno esta agenda."
Federico Sturzenegger,
ministro de Desregulación y Transformación del Estado
"Caperucita
roja" es un cuento tradicional francés, cuya primera aparición como
personaje se remonta al medioevo y ha tenido a lo largo de su historia
cambiantes versiones. Mientras más atrás se extiende la pesquisa, más
sangrienta es la trama. No es necesario recordarla porque es rara la persona
que de una u otra manera no la ha transitado. Literatura, música, teatro, cine
han sido sus territorios. En sus primeras versiones el lobo se devoraba a la abuela
y a su nieta sin piedad. Era una cruel metáfora de la necesidad de cuidar a los
niños del peligro. La primera vez que deja de ser anónimo el relato su autor es
el francés Charles Perrault. Lo publica a fines del siglo XVII y termina tan
mal como la original pero agrega un fuerte contenido erótico. Caperucita es una
adolescente, no una niñita, el lobo tiene piernas humanas y tras comerse a la
abuela consigue que Caperucita se desnude y entre en la cama con él antes de
devorarla. La moraleja era para advertir a las jóvenes de los peligros de
desviarse de las sendas seguras. En el siglo XIX, la autoría es de los hermanos
Grimm. El cuento se dulcifica porque Caperucita es salvada providencialmente
por un leñador y cuando el hombre mata al lobo rescata intacta a la abuelita
del estómago del monstruo. Las variaciones posteriores han sido diversas e,
incluso, existen algunas donde el lobo no llega a comerse a ninguna de sus dos
víctimas que son rescatadas antes. El siglo XX produce, con la celebridad del
cuento, algunas piezas importantes. Walt Disney en 1922 realiza un pequeño
corto.
Recién en 1998 fue
rescatado para la consideración pública de una filmoteca londinense donde había
una copia perdida. Ya en 1934 el genial creador del Pato Donald dio a conocer
su célebre corto "Caperucita, los tres cerditos y el lobo feroz", que
es una versión edulcorada donde incluso irrumpen los chanchitos.
Uno de ellos encarna el
papel salvador del leñador. Sigmund Freud en "Materiales de los cuentos
tradicionales en los sueños" de 1913 aborda "Caperucita Roja"
desde la versión de los hermanos Grimm. Utiliza el cuento para analizar a
través del sueño de un paciente niño la relación con su padre. Elige la figura
acechante del lobo y descarta, sugestivamente, la del leñador. En general, es
sabido, que lo malo tiene más atractivo que lo bueno. También es curioso,
quizás porque no la conocía, que el psicoanalista vienés no haya transitado la
sexualizada versión de Perrault, que parece hecha a la medida de sus
indagaciones y que los Grimm desechan por completo.
"Caperucita
Roja" tiene al menos otros dos aspectos muy sugestivos. El famoso diálogo
donde ella se sorprende frente al lobo feroz que ha tomado el lugar de la
abuelita en la cama y que va creciendo hasta llegar a la exclamación:
"¡Qué boca tan grande tienes, abuelita!". La esperable respuesta es:
"¡para comerte mejor!" De ahí deviene el ataque a la pequeña o la
salvación providencial del leñador, según la versión. El segundo elemento a
destacar es que en muchas de las versiones cuando el lobo se encuentra con
Caperucita rumbo a la casa de su abuela la engaña para que tome el camino más
largo diciéndole que es un atajo. Eso le permite llegar primero, comerse a la
abuelita y tomar el lugar de ella en la cama disfrazado. Espera camuflado en
las ropas de la viejita el arribo de la jovencita con su canastita de
alimentos. En ambos elementos destacados se apela a la necesidad de observar
bien, de no dejarse llevar por las apariencias y de medir con certeza y datos
para no aceptar falsedades como si no lo fueran.
Esta semana de la política
argentina vivió uno de esos momentos en que se hace difícil saber cuál versión
del relato se está ejecutando, como una suerte de "Caperucita roja"
en sus diferentes tiempos. Es difícil saber si el lobo feroz se tragó a la niña
y a la abuelita o si llegó a tiempo el leñador a salvarlas o si alcanzó a
deglutir a la abuelita, pero después con la ayuda del leñador la rescataron
sana y salva. La falta de quorum para tratar la "Ley de Ficha Limpia"
dejó un regusto amargo hasta en muchos de los más acérrimos partidarios del
presidente Javier Milei. Algunos se volcaron a las redes a fustigar incluso a
emblemáticos personajes como el Gordo Dan. El kirchnerismo festejó. El reclamo
fue obvio. Les resulta incomprensible que no se haya dejado avanzar una norma
que el propio presidente había anunciado en la apertura legislativa y que está
en el corazón de su lucha contra "la casta". Mientras la economía va
a toda velocidad y le da fuerza creciente a Milei, este escandaloso faltazo de
sus legisladores y de algunos aliados operó como una traición difícil de
entender.
Lo cierto es que
sucedieron algunos hechos inusuales. Uno de los más resonantes fue una
comunicación de Milei con la siempre lúcida y filosa legisladora Silvia
Lospennato de Pro, autora del proyecto de la ley que se ha congelado. Le
propuso una nueva norma sin que quede muy claro por qué. No hay antecedentes de
este tipo de reacciones del presidente, que en general es muy agresivo con
quienes enfrenta. En este caso es evidente que fue él quien mandó a que los
legisladores mileistas no bajaran al recinto para evitar el tratamiento. Lo
sucedido abrió toda clase de especulaciones. La más fundamentada es que hubo un
acuerdo, obligado o voluntario, según quien dé la versión, con el kirchnerismo.
Difícil de justificar cuando desde el mileismo arremeten a diario contra CFK y
los suyos. La interpretación de que se trata de un modo de mantener viva una
posible candidatura de la ex presidenta es endeble. Y aún si así fuera, parece
extraño en un presidente que no duda en fustigar a quien se le ponga adelante
si se aparta un milímetro de su mirada. Sobre todo en este tipo de temas que
entran en lo discursivo y que apuntan a la llamada "batalla
cultural". Está visto que en temas económicos se impone un pragmatismo muy
distinto. De hecho Milei se ocupa sobre todo de la "batalla contra la
inflación" mientras algunos de sus muy cuestionables escuderos
intelectuales cruzan espadas por los temas "culturales". Mientras su
agenda económica lo pone en la tapa de los principales diarios del mundo, hace
unos días protagonizó incluso la portada de "The Economist", es
difícil decir lo mismo de su agenda de "batalla cultural". Él ha
dicho que esa batalla es esencial porque si no la otra no se consolidará y no
durará en el tiempo. La corrupción es un punto clave en el cambio cultural que
requiere la Argentina. Quizás la agenda que une ambas y las articula es la
"de desregulación" que lleva adelante Federico Sturzenegger, tal como
plantea la cita inicial. Desregular incide en el funcionamiento económico y da
una batalla contra la cultura corporativa argentina. El textual fue tomado de
la voz del ministro de Desregulación y Transformación del Estado reproducida en
una columna de Cristina Pérez en Radio Rivadavia.
La periodista, pareja del
ministro de Defensa Luis Petri, hilvanó con brillantez y valentía lo que piensa
y siente un espectro muy amplio de argentinos democráticos y republicanos (y
por lo tanto no kirchneristas) que han sido y pueden ser votantes de Milei.
Tuvo el valor de que al ser de una periodista (profesión demonizada por el
presidente con argumentos de su usina "cultural"), muy cercana por
razones familiares al oficialismo, sus palabras valen mucho y deben ser oídas con
atención. Demuestran que se puede ser crítico del gobierno y estar cercano y
apoyar en los aspectos más importantes. Y como contracara se puede ser un
obsecuente repetidor de todo lo que el presidente quiere oír y hacerle mucho
daño. Los ejemplos son numerosos. Por eso la columna de Cristina Pérez debe ser
valorada. Porque la pone en una posición delicada si se analizan los últimos
meses y las reacciones desde el poder contra quienes no militan sin matices en
esa suerte de estudiantina de muchachotes rudos. Al punto de que por mucho
menos que los dichos de Cristina se han producido zafarranchos políticos con
echados y humillados. Como aquel caso de la eyección de Osvaldo Giordano de la
Anses. Él fue nada menos que quien descubrió y denunció los negociados con seguros
por los cuales Alberto está en la justicia. Su grave pecado para el oficialismo
fue que su esposa, legisladora nacional por Córdoba del schiarettismo, había
votado parcialmente en contra algún aspecto de la Ley Bases.
La batalla económica (con
Milei-Caputo), la batalla desreguladora (Sturzenegger) son de grandes ligas. Y
Milei las hace posibles porque por primera vez el poder político está a cargo
de un economista. Y lo ejerce. Muchos se preguntan si Caputo y Sturzenegger
hubieron podido avanzar como lo están haciendo sin el paraguas que los cobija.
Tienen razón. Ellos solos no podrían llevar sus programas sin la convicción de
Milei. El futuro hablará con los resultados, pero la Argentina puede tener el
cambio que hace años reclama. El pasado muestra frustración tras frustración y
un presente dramático producto del largo ciclo populista. Puede gustar o no la
marcha económica desreguladora, pero tiene una densidad que invita a
discusiones de alto voltaje y calidad. La batalla cultural (Laje, Márquez,
Gordo Dan) es más de cabotaje y merecería una apertura de mirada. También
depende de Milei y en esas lides tiene menos recursos. Requeriría de aportes
más sofisticados dentro del espectro liberal que no se agoten en el griterío,
la descalificación y el insulto o en agendas de un conservadurismo que no es
realista en la Argentina. Agustín Laje parecería quien puede ser puente con
otras visiones porque su nivel supera por bastante al de sus compañeros de
ruta. Pero será difícil si su escenificación es el acto reciente con pendones
mussolinianos. A personas serias que podrían enriquecer las deliberaciones esa
estética les despierta miedo o risa. En ese panorama hay que ubicar en sus
múltiples funciones a Santiago Caputo, el más enigmático de los personajes que
rodean al presidente.
¿Puede dialogar la
contundente columna de Cristina Pérez con esa visión de que quien piensa de
otro modo a los chiflados libertarios es un "imbécil blando" y como
máximo hay que compadecerlo cuando no defenestrarlo? Difícil. En cuanto a ideas,
una columna como la de la periodista es como si Caperucita se comiera al Lobo
feroz. Por supuesto, en términos figurados, como la "lucha armada"
con celulares de la guardia pretoriana.
Publicado en Mendoza Post.
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