Seguridad: La displicencia del Presupuesto 2025
Ricardo Runza
Ingeniero
Aeronáutico y Magíster en Defensa Nacional.
Cuando un
gobierno envía un proyecto de Presupuesto al Congreso para su consideración y
aprobación, aparte de los números, hay intensiones y prioridades que permiten
sacar conclusiones sobre el rumbo de la gestión para el año venidero. El
proyecto de Presupuesto 2025 es el primero elaborado por el presidente Javier
Milei y sus ministros. No hay otros a quién culpar o felicitar.
Este análisis se
enfocará entendiendo por sector seguridad de un Estado federal a aquel
relacionado con la seguridad nacional (Defensa, Seguridad institucional y
Seguridad interior) y con la seguridad internacional. Los Estados federales
tienen delegada la seguridad pública en sus Estados subnacionales. En
Argentina, el sector seguridad del Estado nacional está integrado por
organismos ubicados en los Ministerios de Defensa, Seguridad, Justicia,
Relaciones Internacionales, Economía y Jefatura de Gabinete de ministros.
Esta dispersión
se debe porque el sector seguridad argentino no tuvo un diseño estable
compatible con la de aquellos Estados federales que son paradigma. Desde 1995,
los gobiernos distorsionaron su estructura muchas veces. Esta distorsión aún
continúa y tiene su impacto en este proyecto presupuestario.
Además, el
proyecto demuestra que el gobierno no tuvo una Política ni una Estrategia de
Seguridad Nacional, a diferencia de los Estados Unidos, país que el Presidente
dice tener como referencia. Hasta ahora, Milei ha sido incapaz de mostrar un
avance concreto de orden institucional que siga el correlato organizacional
estadounidense. Lo hecho con la SIDE no puede tomarse como tal. El Presidente
quiere insertar a la Argentina en la OTAN, entre otras iniciativas de
seguridad, pero se apoya en pies de barro. Este proyecto muestra que ese barro
es chirlo y sobre él no se puede construir sólidamente lo que el Presidente
anuncia.
En este sentido,
ni el Ministerio de Justicia ni el Ministerio de Seguridad se han puesto a tono
con las funciones y ámbitos de competencia que tienen sus pares
estadounidenses, es decir el Justice Department y el Homeland Security
Department. Esto implicaría muchas modificaciones en estos ministerios. Entre
ellas, por ejemplo, una reforma compleja de la Policía Federal Argentina para
adaptar sus funciones a las que presta el FBI haciéndola depender del
Ministerio de Justicia, como así también debiera el Servicio Penitenciario
Federal y la Unidad de Información Financiera, eliminando muchos de los
actuales organismos que aún posee, a efectos de ajustarlo exclusivamente a la
aplicación de la ley federal en el territorio, excepto en la frontera.
Para tener
gobernanza en la frontera, donde debería tener su competencia principal el
actual Ministerio de Seguridad, la Aduana debería habérsele traspasado
transformándola como su par estadounidense en un organismo de seguridad, como
así también Migraciones y el Registro de las Personas. Por ser redundante, la
Policía de Seguridad Aeroportuaria debería ser eliminada. Sus funciones
asumidas por la Gendarmería Nacional. Los aeropuertos son parte de la frontera
terrestre. La PSA es una fuerza que no tiene par en el mundo. Una excentricidad
argentina. Para el manejo de catástrofes debería crearse una agencia como la
FEMA. Nada de esto figura en el proyecto.
Se supone que si
Milei dice ser trumpista y dado que Argentina limita con el tercer productor
mundial de cocaína (Bolivia) y el primero de marihuana (Paraguay) la idea de
“muro” debería haber sido prioritario en alguien que se referencia en un
promotor de este tipo de política. Más aun si se suma el ejemplo de Israel.
Nada de eso está previsto. Las compras planeadas para el Ministerio de Patricia
Bullrich son limitadísimas, a diferencia de Defensa.
En defensa,
existen inconsistencias. Por ejemplo, mientras por un lado se busca cielos
abiertos y la privatización de Aerolíneas Argentinas, Luis Petri fortalece
Líneas Aéreas del Estado. ¿Cómo puede Federico Sturzenegger explicar esto?
En materia de
compras, muchas no obedecen a ninguna prioridad, ni a un criterio de
razonabilidad que pueda ajustarse a la percepción que cualquier argentino pueda
tener como amenazas y riesgos: narcotráfico, pesca ilegal, terrorismo,
incendios e inundaciones. Es el problema de las capacidades militares que el
Presidente parece no entender. Por ejemplo, se prefiere controlar el mar con
aviones y no con drones. Se pretende hacer esta tarea con submarinos y no con
medios más eficientes. Por ahora, esa obtención no está contemplada en este
proyecto. Es una clara prioridad secundaria para la seguridad nacional.
Hay además
curiosidades. Por ejemplo, se ha comprado aviones F-16, pero lo dispuesto
indica que no hay previsión para su operación en el 2025. Cuando se dice
intentar privatizar empresas estatales como FAdeA, en vez de darle volumen de
negocio para conseguir ese objetivo, el mantenimiento mayor de los F-16 se lo
prevé en el Área Material Río Cuarto, es decir no se promueve capitalismo. ¿Un
estatismo libertario? Inexplicable. No surge tampoco ninguna política de mejora
de la calidad del gasto. Hay previsto una continuidad de la cantidad de
personal y un crecimiento de la masa salarial asignada.
Por lo expuesto
se puede concluir que desde el sector seguridad el proyecto de Presupuesto 2025
arroja la sensación de haber sido confeccionado para cumplir, como si se
hubiera estimado que no será aprobado, porque para gestionar habrá
discrecionalidad. Esto es un error que afectará la gobernanza del sector y sus
resultados esperados.
Publicado en diario Perfil.
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