Romper los famosos consensos de la política
Jorge Raventos
Estudió sociología en la UBA. Periodista profesional. Fue directivo de las revistas Panorama, Confirmado, Primera Plana, el Observador, Playboy, Competencia, Economía Argentina.

Es columnista político de La Capital de Mar del Plata. Ejerció la docencia en las carreras de Ciencias Económicas y Sociología y en el Instituto de Formación Política de La Plata.

Fue asesor de comunicación de la Confederación General de la Industria y de la Unión Industrial Argentina y consultor de la ONUDI. Fue vocero de la Cancillería Argentina (1992-1999).

Es miembro cofundador (1997) del Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario. Junto a Jorge Castro y Pascual Albanese publicó en 2008 La Argentina después de Kirchner.


El Presidente convocó, finalmente, a sesiones extraordinarias, pero en el temario de seis puntos, que el Congreso puede tratar hasta poco después de la Navidad, se abstuvo de incluir asuntos que interesan a la oposición en general (el presupuesto 2025) o, particularmente, a varios de sus compañeros de ruta, desde el PRO hasta la llamada oposición amable (por ejemplo: la versión propia del proyecto “ficha limpia”, que Milei se comprometió a presentar después de que libertarios y afines, junto con el kirchnerismo, negaron el quórum a la sesión en la que iba a tratarse el proyecto de la UCR). También quedó fuera del temario el análisis de los `pliegos de Manuel García-Mansilla y Ariel Lijo, los dos candidatos de la Casa Rosada a integrarse en la Corte Suprema. Esta ausencia reforzó las conjeturas de que Milei designaría en enero por decreto a ambos magistrados, con el argumento de que la Corte no puede funcionar correctamente con solo tres miembros (Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti), número determinado por el inminente retiro por jubilación del actual cuarto integrante, el cordobés Juan Carlos Maqueda que ocurrirá el 29 de diciembre, al cumplir 75 años.

Así, las sesiones extraordinarias probablemente expandirán las teorías sobre una colusión entre libertarios y cristinistas, ya que uno de los principales asuntos del reducido temario se centra en la eliminación de las PASO, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, un asunto en el que mileístas y kirchneristas coinciden (y macristas y radicales interpretan como una amenaza existencial). Milei decidió seguir gobernando sin presupuesto, como lo ha hecho durante este año, en el que administró con el presupuesto de 2023, aprobado en 2022. Sustrae de ese modo del análisis (legislativo, de las provincias, de instituciones, corporaciones y sociedad civil, en general) sus proyectos de gasto e inversión, la posibilidad de examinar su desempeño por comparación con cifras, metas y plazos legalmente definidos, En la práctica, esta modalidad equivale a concentrar facultades extraordinarias en materia de empleo de los recursos públicos, facultades no reguladas por una norma, sino administradas discrecionalmente o determinadas por negociaciones directas y radiales entre el centro del dispositivo (el Poder Ejecutivo) y cada uno de los actores involucrados. Negociaciones en las que juegan las relaciones de fuerza y, naturalmente, en determinado momento pueden adquirir un rol determinante situaciones de hecho en las que la ley que rige es el principio de acción y reacción.


DESDE ARRIBA
En este momento, el Presidente mira el horizonte desde un piso alto. Llega al primer cumpleaños de su gobierno muchísimo mejor de lo que le auguraban sus adversarios y sus aliados más o menos circunstanciales e incluso mejor de lo que soñaban sus amigos y favorecedores. Desde que sorprendió con su victoria electoral e irrumpió en el Gobierno dando la espalda al Congreso y escarneciendo a legisladores y otros ejemplares de lo que llama “la casta”, ha conseguido refutar en la práctica los vaticinios de despiste, aislamiento y hasta de juicio político para convertirse en punto de referencia obligado de un sistema político cuyas partes surcan el espacio desordenadamente y parecen necesitar ese eje para recuperar una órbita, sea atraídos por su magnetismo, o repelidos por su energía.

Desde esas alturas, Milei se desinteresa de los acuerdos con opositores amigables o compañeros de ruta. Prefiere forzarlos a ayudarlo o someterlos al “principio de revelación” (figura que le permite refirmar sus acusaciones contra quienes lo obstruyen como parte de la casta). Su capacidad de disuasión se fortalece con el apoyo de opinión pública que conserva -poco más o poco menos del 50 por ciento según el investigador que se consulte- y con las armas de sus formaciones especiales, las brigadas de trolls que ametrallan con bits y likes a sus adversarios y a sus críticos. “No nos interesa continuar con los famosos consensos de la política. Hemos venido a romper con ellos”, declaró Milei en el Hilton, ante la platea de influencers de la derecha alternativa internacional, la Conferencia de Acción Política Conservadora, congregada para idolatrarlo y también para arraigar en el país esa semilla ideológica, parte de la batalla cultural en que el Presidente está empeñado.


COPIAR O SER COPIADO
De ese plan de batalla parece formar parte el catálogo de iniciativas de tono antiextranjero que enumeró el vocero presidencial esta semana. La idea de no ofrecer atención gratuita en los hospitales públicos al turismo sanitario externo es muy plausible, como lo es arancelar la enseñanza universitaria que se imparta a extranjeros no residentes. Lo que no parece razonable (y tampoco luce demasiado libertario) es utilizar esos anuncios para sugerir que esas medidas pueden cambiar perceptiblemente la ecuación financiera de esos servicios estatales. La inmensa mayoría de los extranjeros que se atienden en hospitales públicos o estudian en universidades estatales no corresponden a aquellas categorías: son residentes documentados, que viven, trabajan, consumen y tributan en Argentina. No aclarar este punto desde el Gobierno es informar sesgadamente. Y buscar chivos expiatorios para la deserción del Estado en el cumplimiento de esos servicios.

Es probablemente, también, una combinación de oportunismo para apuntalar las cifras demoscópicas y de mimetismo con las rudezas antiinmigratorias que se vocean en otras capitales. Milei hizo en su momento una apuesta anticipada por Donald Trump y, desde que este triunfó, viene “chupado” como un ciclista detrás del voluminoso camión del presidente electo de Estados Unidos. Esa apuesta y ese rédito son razonables y potencialmente útiles para los intereses del país, pero eso no requiere copiar los tics del trumpismo, jugar de eco, hacer seguidismo mecánico. Es más interesante subrayar la originalidad inversa: que Trump y su asesor y mecenas Elon Musk se inspiraron en el proyecto de desregulación que puso en marcha Milei con su ministro Federico Sturzenegger.

Aunque para consolidar la imagen de intransigencia disruptiva que lo proyectó a la presidencia proclama su desinterés por los consensos, Milei no es un ingenuo y sabe que tiene que llegar a determinados acuerdos para gobernar. Antes de asumir, en una larga entrevista que le concedió a The Economist -ahora, un año después, acaba de conceder otra, y la revista puso a Milei en la tapa con términos elogiosos-, el Presidente se declaraba decepcionado ante ciertos anarco-capitalistas que “dan opiniones sin tomar en cuenta las restricciones de la vida real. No se pueden dar recomendaciones sin tomar en cuenta las restricciones. El mundo es como es”.


RESTRICCIONES Y ACUERDOS PAMPA
Que el sector más fuerte del movimiento sindical haya decidido evitar medidas de fuerza pese a la presión de un sector de camioneros y de los grupos más combativos que se nuclean en la CTA, indica que Milei no deja de lado todos los consensos posibles. A The Economist le adelantaba ya un año atrás: “No veo que haya un problema con los sindicatos. El tema es cómo se aborda la cuestión de los sindicatos. Si se quiere acabar con ellos, bueno, ellos se defenderán. Si se intenta entender lo que está pasando en el mercado laboral, es posible que haya alguna posibilidad de abordarlos de una manera que permita encontrar una solución… de consenso”. El que avisa no traiciona.

En ese contexto, no habría que extrañarse de que entre las “restricciones” a tomar en cuenta hubiera que contabilizar que el kirchnerismo controla casi la mitad del Senado y que eso tal vez impone llegar a algún acuerdo pampa. Agréguese a ello la conveniencia libertaria de polarizar electoralmente con Cristina de Kirchner (perspectiva que a ella también le agrada) y se hallará el punto de convergencia para otro consenso. No para un pacto, sino para un acuerdo de facto, en los hechos, un acuerdo que a ninguna de las dos partes les conviene develar. El consenso se puede inferir de los hechos.

Aun sin la regla de la ficha limpia, que eventualmente podría haber sacado del juego electoral a la señora de Kirchner, ella ya tenía el lastre de las denuncias y las condenas en su contra, así no tengan el estado de sentencias firmes.

Ayer, la Corte acaba de sumar peso a ese lastre: al fallar en contra de una apelación elevada por la expresidenta, la obliga a someterse a juicio oral y público por la denuncia que oportunamente ventilara el fiscal Alberto Nisman, cuando en 2015 la acusó de intentar, a través de la firma del Memorándum de Entendimiento con Irán, encubrir a los cinco imputados iraníes acusados como autores intelectuales del atentado a la AMIA. Que quede claro: la Corte no se ha expedido sobre el fondo de la cuestión, sino sobre la apelación procesal de la señora. Y, aunque muchos juristas estiman que la firma del Memorandum, como decisión política, no es judiciable, esto es lo que el juicio oral y público deberá zanjar, sin excluir que, como último paso, el fallo de la Casación que tendrá a su cargo el proceso, deba volver a la Corte para una sentencia definitiva. Entretanto, la presidenta del Partido Justicialista se encontrará largamente inmersa en las aguas profundas de los tribunales. El mundo es como es.


Publicado en La Prensa.

 

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