Las relaciones exteriores deben coincidir con la política interior
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Argentina
necesita aumentar rápidamente su relación con el comercio exterior, padece desinversión, de allí la necesidad de reformas
estructurales que generen competitividad. Ponerse a tono, como lo expresó Javier Milei en el Mercosur al
reclamar su flexibilización: alejarnos
de políticas proteccionistas, tan disimiles
con el objetivo por el cual se creó en diciembre de 1994. Allí se pensó en liberar el comercio y en la
integración al Mundo, se precisaba que América Latina tuviera economías,
políticas, y un marco normativo similar. Hoy,
es primordial, eliminar barreras
no arancelarias que protegen las
economías locales y demás trabas que le impiden ser receptora de inversiones extranjeras. Para
ello es prioritario dejar atrás la mentalidad social-fascista, es lo que trata
de lograr, en Argentina, el presidente Milei, promoviendo lo que él llama la batalla
cultural.
Argentina requiere un clima favorable al
comercio, desregular en vez de proteger; los países son marcos muy pequeños para una
economía capitalista, por ello la interdependencia crítica, responsable,
provisoria, y renovable, es el camino que seguramente iniciará Milei
como nuevo presidente del Mercosur. Sin duda, propondrá libertad para los intercambios, el acuerdo con la Unión Europea es un primer
paso que muestra una mudanza de mentalidad, volver a las fuentes: negociación
conjunta de acuerdos comerciales con el resto del Mundo. Próximamente se
iniciará otro con EEUU.
El Gobierno,
con las reformas estructurales que prometió
en el Pacto de Mayo, promovió políticas que dejarán atrás la adhesión al dirigismo. Éste no solo suprime la libertad económica, de producción e intercambio, también ataca la libertad familiar, moral, artística
y científica. El planificador es
dirigista por definición, hace planes de
la sociedad futura en lugar de limitarse a observarla e intentar prever su evolución. Pretende la
unidad, la regularidad y la simetría, le
tiene horror al azar, al desorden, y a
la afluencia individualista. Antes de la
aspiración a la justicia le importa la
organización; amante de la utopía invierte
la realidad, por ello condena la propiedad privada y ensalza la propiedad
colectiva.
Las políticas
dirigistas consideran al liberalismo como anarquizante, son opuestas a la democracia, el método para
llevar la lucha política al terreno de
la paz, la competencia y la negociación. La mayoría de los partidos, en
Argentina, y en varios países latinoamericanos,
la utilizaron para imponerse en el poder. No persuadieron directamente para
obtenerlo, en vez de una lucha franca usaron
el método de anzuelos y pesca que
permite el populismo. En la mayoría de los casos demostraron falta de olfato en las cosas por
venir, incluso estuvieron atrasados para
su época, no vieron hacia donde se dirigía el mundo.
Por otra parte, la economía de mercado
convive, en casi toda
Latinoamérica, en mayor o menor
medida, con elementos, estructuras, e ideas de sistemas anteriores, no es aun capitalista: las prebendas del
Estado, el peso del corporativismo, la magnitud de las empresas estatales, lo
cerrado de sus mercados, la precariedad de la justicia, entre otros rasgos, lo corrobora.
El peronismo kirchnerista, en nuestro país, pretende ir, una vez más,
utilizando la incertidumbre de la gente, hacia objetivos no solo contrarios al sentido
común, sino también regresivos. La autonomía de las personas juega un papel
inferior, menor, en su política, la cual
tiende a llevar a las personas hacia una actitud excesivamente conformista de
la política estatal y nacional. Quieren convertir a los argentinos en una
muchedumbre de iguales, conservar el
statu quo, es el más ilusorio de los objetivos: además de aumentar la pobreza
se pierde la libertad..
El Gobierno de Milei, en cambio,
aspira a que el argentino desarrolle una mentalidad de carácter social
más autónoma, ello será posible solo bajo determinadas condiciones socio-
económicas. El Presidente al agrandar el
espacio de la sociedad civil, aumentando la magnitud del sector económico
privado, estrechar la dinámica corporativa que ha disminuido
peligrosamente el ámbito de los partidos políticos, está ayudando a transparentar el Estado y vigilarlo. Desde que asumió la presidencia
Intentó reanimar la economía de mercado, en un momento de crisis extrema, cuando una altísima inflación paralizaba todo
el sistema productivo. Antes, lo hizo el presidente Menem, pero fue malogrado por el gasto del Estado y
por la deuda pública a niveles incompatibles con la ley de Convertibilidad, también por los gobiernos que le siguieron, enemigos de políticas liberales. Ahora se
trata de evitar esos errores y dar batalla a los enemigos del sistema
capitalista, fortalecer el Estado como garante de la paz social e integrar al
país al sistema mundial como lo expresó Javier Milei en la reunión del
Mercosur. Argentina se dirige, sin pausa,
a terminar con un capitalismo prebendario mercados cautivos y una
política dominada y distorsionada por el corporativismo, herencia de Perón, un Estado social-fascista con un peso
decisivo del sindicalismo nacionalista.
La
sociedad moderna es la única en incluir como valor central la afirmación del
individuo, de la libertad y otros contenidos que se hallan en el fundamento de
las formas democráticas de gobierno, sin olvidar la inclusión de la pauta de
cambio como uno de los procesos normales. Los intelectuales que predijeron que
el capitalismo traería pobreza y miseria se han equivocado, lo demuestra empíricamente y rotundamente el
mundo de hoy, aunque la sociedad esté en
constante proceso de cambio, inmersa en
crisis impredecibles como la misma vida. Sin embargo, las armas que nos da el capitalismo nos ponen
en una mejor situación que siglos anteriores para luchar contra ellas.
Por lo
general el hombre sueña con un mundo
mejor, a veces hace una regresión desde lo real a un estado retrogrado, la
utopía se lo permite.. Milei no es un utopista, salvo cuando pregona la
desaparición del Estado, su propuesta
fue probada en muchos países y en diferentes épocas. Argentina creció hasta ser
uno de los principales países del mundo con una política de libre
comercio, el Mundo dejo atrás la pobreza
por el sistema capitalista. El socialismo, en cambio,
produjo no solo pobreza sino el totalitarismo, fue un invento, una
utopía creada por un grupo de intelectuales que se creían iluminados.
Quien
analiza la historia comprueba el
parecido entre la práctica fascista y la de los socialistas en países
completamente diferentes, pero con consecuencias similares. Hoy sabemos cuáles
son: abolición del Estado de derecho, fin de la metodología
democrática, liquidación de la propiedad privada y la justicia materia
exclusiva de una dictadura totalitaria. El Gobierno actual lo tiene muy presente, por eso el apoyo a quienes sufren en Cuba y
Venezuela. Quiere apartar de ese camino a la Argentina, con seguridad, ayudará a los países que componen el Mercosur,
utilizando el acuerdo de manera positiva
para integrarlos en mejores condiciones
a las democracias occidentales y al
comercio mundial.
En definitiva,
los acuerdos parciales y
renovables son solo posibles en democracia, es necesario que se practique en
todos los países. Las Naciones Unidas, en
vez de incentivar a hacerlo realidad, incorporó
a dictaduras aterradoras que integran comisiones ejecutivas para la defensa de
los derechos humanos, siendo constantes violadoras de esos derechos.
La democracia,
tan ultrajada últimamente, es la
que puede hacer probable negociaciones
regulares y consolidar la paz, si bien siempre aparecerán nuevos conflictos, algunos,
como en la actualidad, llevan a la guerra. La paz universal hace
imprescindible consensos que hacen posible los mercados mundializados y la
democracia generalizada. Es por eso que Occidente debe estar contra todo
terrorismo, siempre criminal, y
dictaduras como las de algunos países de Oriente donde se tortura, ajusticia
frente a una multitud, y donde las
mujeres son salvajemente humilladas. La Segunda Guerra nos salvó de los
totalitarismos, a veces no se pueden evitar,
si está en peligro la libertad de
elegir nuestra vida, los derechos individuales y la igualdad ante la Ley.
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